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Nunca más al terrorismo
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por Ricardo Ayestarán |
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“Los uruguayos, mayoritariamente, queremos superar el pasado que nos divide. Algunos dirigentes oficialistas confiesan hoy, con desparpajo, que en la campaña electoral del 2004 ocultaron su intención de derogar la ley (de caducidad) para no perder las elecciones. Hay sectores a los que no les sirve quedarse sin aquel pasado porque viven políticamente de él y por ello mintieron en campaña. Esto no es una picardía, es inmoral. Como lo es también no asumir los horrores que cometieron. No existen las violaciones a los DDHH "necesarias".
“Matar y torturar son crímenes, así se cometan de uniforme o de campera de jean. El definitivo "Nunca Más" debe incluir todo terrorismo, el del Estado y el de los iluminados.”
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(Javier García)
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Estas certeras reflexiones del diputado Javier García, publicadas el pasado 2 de junio en el diario El País y por Informe Uruguay el viernes 8 de junio, resumen de forma justa y perfecta lo que miles de uruguayos pensamos de algunos actores de este drama nacional que amenaza con devaluarse a comedia, y nos exoneran de mayores esfuerzos contextuales permitiendo ir de lleno al meollo del tema sobre el que queremos reflexionar el día de hoy.
El presidente Vázquez propuso decirle nunca más al terrorismo y muchos cientos de miles uruguayos compartimos con el jefe de estado ese sentimiento y esa idea. Pero paradójicamente (o no), desde sus propias filas, agrupaciones políticas y organizaciones sociales paragubernamentales protestaron ruidosamente porque la idea presidencial no les gustó nada. El argumento central de su disgusto es su rotundo desacuerdo con la frase “Nunca más al terrorismo”, y reclaman que sea cambada por una que diga “Nunca más al terrorismo de estado”.
La lectura inmediata y racional que cualquier observador imparcial hace es que si los sectores discrepantes con el presidente específicamente reclaman que se rechace una forma de puntual de terrorismo y no al terrorismo en su totalidad es porque seguramente para ellos hay alguna clase de terrorismo con el que están de acuerdo y no están dispuestos a anatemizar. Dicho de otra manera, para ellos habría un “terrorismo bueno” y un “terrorismo malo”.
Y yo creo que esa lectura es correcta.
No porque la diga quien escribe, sino porque hay múltiples pruebas de ello al alcance de cualquiera, y sin embargo por misteriosas razones, nadie pone el tema encima de la mesa y llama a las cosas por su nombre.
En el libro de Adolfo Garcé titulado “Donde hubo fuego” publicado por editorial Fin de Siglo, el autor afirma que, desde el mismo momento que fueron liberados, los integrantes del MLN Tupamaros, se abocaron a reconstituir su aparato armado, y prepararse para la inevitable lucha que deberían enfrentar contra la burguesía y el imperio.
Entre 1985 y 1989 se enfrentaron en la interna tupamara dos visiones estratégicas para llegar al gobierno: una encabezada por Raúl Sendic que apostaba a la acumulación de masas dentro de las reglas de juego de la democracia, los llamados “frentegrandistas” y una segunda visión que creía que la tarea era armarse y prepararse para un nuevo enfrentamiento de uruguayos contra uruguayos, en un escenario que ellos pronosticaban como muy parecido al de 1968.
Este segundo grupo conocidos como los “proletarios”, no solamente actuaron dentro de las estructuras legales del movimiento, sino que en el V° Congreso del MLN lograron imponer su visión estratégica violentista y precipitaron a esa organización política en un rumbo definidamente belicista, ilegal y conspirativo. El MLN desarrolló entre 1990 y 1994 acciones similares a las que efectuó en la primera mitad de la década del 60. Fruto de esa decisión política, el MLN adquirió armas, se dedicó a entrenar gente en la lucha armada y en el terreno ideológico, y cuando los fondos escasearon, se asaltaron comercios y locales de cobranzas, en episodios muy sonados porque cuando la policía los detuvo fue notoria la presencia de varios ¿ex?- tupamaros entre los delincuentes, al punto tal que una de las pandillas de asaltantes se conoció popularmente como la tupabanda.
Todo eso está en negro sobre blanco en el capítulo 5° del libro mencionado que ya lleva varios meses de publicado y que cualquiera puede encontrar en todas las librerías y hasta en los supermercados.
Y si no quieren gastar en el libro pueden entrar a la pagina web de la radio El Espectador. Allí el prestigioso periodista Emiliano Cotelo, en una entrevista realizada el 23 de setiembre de 2006, en momentos que el libro de marras entraba a imprenta, habló de todos estos temas con Garcé. El politólogo relató prácticamente todo lo que posteriormente saldría publicado, quizás la única excepción fue que en esa instancia no se animó a afirmar lo que después aparecería en forma mucho más comprometida en el libro, y que se refiere al grado de conocimiento que los líderes del MLN, Mujica Cordano, Fernández Huidobro, Zabalza y Agazzi tenían de lo que estaba sucediendo en su movimiento que, por cierto, a esa altura ya integraba el Frente Amplio.
De lo que no hay dudas es que existe mucha gente y muchas organizaciones políticas de izquierda, algunas de las cuales integran el actual gobierno progresista que, en plena democracia post dictadura y mientras con absoluta hipocresía negaban, como niegan ahora, haber sido los responsables de desatar la violencia terrorista que a la postre nos trajo la dictadura militar, seguían apostando a la partera marxista de la historia, la violencia, como instrumento político válido para alcanzar el gobierno.
Así, mientras en secreto volvían a conjurar a los mismos demonios de los años de plomo, públicamente seguían negando haber hecho lo que en ese mismo instante estaban haciendo a espaldas de todo el pueblo uruguayo sin pudor alguno. Desde el momento que salieron de la cárcel en 1985 los tupamaros comenzaron a recomponer su aparato armado, pero el punto álgido estuvo entre 1990 y 1994. Integrantes de un sector muy importante del MLN, en plena democracia postdictadura, acumularon armas, organizaron el aparato militar clandestino, entrenaron gente en Uruguay y en el extranjero en tácticas guerrilleras, tiro y maniobras militares básicas.
Cualquier semejanza con la primera década del 60 no es coincidencia. Explícitamente está documentado por Garcé que esa era la lectura política que de esos años hacían estos individuos. Para ellos el Uruguay estaba viviendo un “revival” de los ’60 y querían prepararse para esta vez ganarle la guerra a la burguesía y al ejército.
No debe extrañar a nadie entonces que haya personas y sectores políticos de izquierda radical que quieren condenar sólo al terrorismo que ejercieron los militares del proceso.
Elemental, Watson.
Porque para esta gente, condenar todas las formas de terrorismo implica condenarse a sí mismo, a sus organizaciones políticas y toda las tesis marxistas leninistas ortodoxas, que sostienen la vetusta infraestructura ideológica de estos trasnochados grupetes de nombres rimbombantes, mas cercanos al ultrismo caviar de boliche montevideano que de los viejos revolucionarios que juntara Sendic hace medio siglo atrás y que aún en la inmensidad de su error, nadie puede negar que se jugaron la vida al todo o nada por su absurda quimera.
Ha pasado casi medio siglo del inicio de la violencia en el Uruguay y casi un cuarto de siglo del retorno de la democracia a nuestro país.
Hoy, el presidente de la República, un hombre de izquierda, nos convocó a todos los uruguayos que quisiéramos acompañarlo a un acto sencillo, pero que el devenir de los hechos políticos cargaron de un fortísimo contenido simbólico, para que nunca más la violencia haga enfrentar uruguayos contra uruguayos. Para que nunca más haya terrorismo en nuestro país. Ninguna clase de terrorismo, ni terrorismo de estado ni terrorismo iluminado.
La totalidad de los que sostienen la tesis hemipléjica de la condena exclusiva a una clase de terrorismo, no acompañaron al Dr. Vázquez en el acto del martes de mañana en la plaza Independencia. Aunque seguramente la inmensa mayoría de ellos lo votó en las pasadas elecciones.
Yo no lo voté.
Pero pocas veces estuve tan de acuerdo con el presidente como en esta ocasión.
Por eso, el martes 19, fui a la plaza Independencia.
Y no me arrepiento de ello.
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