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Montevideo al garete
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por Javier García |
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El tono cansino que suele usar el Intendente Ricardo Ehrlich no hace más que expresar su estado de ánimo. No hay nada más lejos de sus deseos, que ser intendente de Montevideo. Su vocación está en el laboratorio.
La IMM está sin rumbo y a la deriva. Como no hay un plan estratégico para dirigirla, ni un mando firme en el timón, se ha desatado una lucha interna feroz entre los sectores del Frente. Los distintos grupos de ese partido se pasan facturas públicas por los cargos municipales y confabulan unos contra otros.
El caso de la designación del secretario general es gráfico del desgobierno que reina. Es el cargo más importante de la administración y, obviamente, debe ser de extrema confianza del intendente. Como esa es la característica, su nombramiento y su cese dependen sólo de éste. Ehrlich removió obligado al anterior jerarca y cuando quiso designar sucesor y habiéndoselo ofrecido a una diputada y ex directora municipal, tres directores pertenecientes al MPP lo amenazaron con la renuncia si procedía a designar a quien ya había elegido, y el jefe municipal cedió.
Si el intendente no puede designar al principal cargo de confianza de su administración, entonces el gobierno no existe.
Pero tampoco hay proyecto para Montevideo. Se agotó, no hay nada con lo que se pueda identificar a esta gestión.
Mientras se pelean por los cargos, la ciudad empieza a tener señales de abandono y se viene abajo. No es que no progrese, porque eso no sucede desde hace años, sino que se dejó de hacer lo básico.
Obras de infraestructura trascendentes no hay desde la gestión de Fernández Crespo en 1958 que dejó el viaducto del Paso Molino y el túnel de 8 de octubre.
Tenemos una capital que requiere urgentemente ordenar el tránsito y canalizar los camiones que viajan del oeste al este sin tener que entrar a la ciudad. El Frente tiene el gobierno nacional y departamental y sin embargo nada ha hecho más que anuncios.
La ciudad está cada vez más sucia, tan así es que si esto le pasara a un intendente del interior no dura un mes en el cargo.
El transporte colectivo, el ómnibus, es el más caro de la región y su impuntualidad e ineficiencia es total. Desde que asumió la actual administración se habla de la reforma del transporte y de agregarle tecnología.
La IMM no arregla las calles y mal lo puede hacer cuando destina menos de la mitad de lo necesario para mantenerlas, no ya para vías nuevas. La continuación de José Pedro Varela y su conexión con Camino Maldonado y las cinco cuadras de Larrañaga que faltan para unirla con el hipódromo son apenas una muestra de la inoperancia municipal.
Mientras esto sucede se pelean por los cargos. La intendencia se ha transformado en un gran club político donde se amontonan dirigentes, consultores, aprendices de dirigentes y aprendices de consultores frentistas.
Los montevideanos pagamos impuestos municipales que van directo a los bolsillos de Adeom y del aparato político del gobierno municipal.
Los centros comunales son el muro de contención donde se amortigua la queja para que no llegue a 18 y Ejido. No sirven para nada pero nos cuestan 18 millones de dólares.
No se hace obra, no se ofrecen los servicios indispensables y el déficit es monstruoso.
Mientras, los montevideanos portamos el récord de tener los únicos casinos que pierden plata, pero eso no es incapacidad, es corrupción.
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