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Año III - Nº 222
Uruguay, 23 defebrero del 2007
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Raúl Seoane

Cuando la estupidez tiene cara electoral
ó el Arte de Desinformar

por Raúl Seoane

 
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El ladrón cree que todos son de su misma condición.

            Alguien alguna vez dijo que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen y que ellos son el fiel reflejo de ese mismo pueblo.

            Me resisto a pensar que los entrerrianos son infradotados, pero este tema de las pasteras o lo que mal se nos dio en llamar “La Guerra de las Papeleras” apunta a una falta total de educación y de conocimientos básicos del diputado Emilio Martínez Garbino, cuando denuncia que la barcos de la empresa Botnia estarían trasladando agua dulce con destino a Europa.

            Es cierto que se está en las últimas etapas del proceso electoral entrerriano que desemboca el 18 de marzo con la elección a gobernador de esa provincia. También es cierto de que los políticos argentinos echan mano a cuanta estupidez encuentran para tratar de lograr el favor de los votantes, pero es mucho más cierto de que la desinformación, y valga la redundancia, desinforma a un pueblo que está muy sensibilizado por muchísimas desinformaciones anteriores.

            El robo de agua es la estupidez más grande que pueda haber escuchado jamás de la boca de un político que tiene aspiraciones a ser candidato a gobernador de una provincia argentina.

El “robo” de agua

            La persona menos informada y con un coeficiente intelectual normal, tiene conocimiento de que muchos buques utilizan agua de diferentes formas: para limpiar sus bodegas y para consumo de la tripulación durante los largos viajes que efectúan.

            En segundo lugar, los barcos, cuando efectúan largas travesías por mar no pueden llevar sus bodegas vacías porque eso acentúa el movimiento de rolido (1) de la embarcación y puede ser muy peligroso para la seguridad de los tripulantes, incluyendo el hundimiento del buque.

            Debido a esta razón, cuando se ven obligados a navegar sin carga, los buques cargan agua en bodegas especiales para asegurar su flotabilidad y un mejor manejo de la nave. Esto que lo conoce hasta el más burro de los mortales, muestra claramente el coeficiente intelectual de los políticos entrerrianos.

            Para ampliar mis escasos conocimientos náuticos, solicité a mi amigo César Lurati, residente en New Orleans, U.S.A., viejo marino e investigador de accidentes marítimos para las principales compañías de seguros norteamericanas, que me explicara claramente este “robo” de agua de los buques, y me informó lo siguiente:

           Para cumplir su función eficientemente, el buque que debe moverse en el medio liquido del mar, siendo, a su vez,  sometido a todos los esfuerzos  de olas y vientos, que debe asimilar mientras prosigue su marcha con el mínimo posible efecto sobre su integridad estructural y su estabilidad, transversal y longitudinal. En otras palabras, debe de ser capaz de navegar sin partirse en dos, (ha pasado) ni darse vuelta de campana, (darse vuelta, quedando flotando en posición invertida, con la quilla al cielo) (ha pasado),  ni irse por ojo. (Meter la proa bajo una ola y no lograr sacarla, yéndose a pique por la proa) (También ha pasado)

            La situación ideal para un barco es estar adecuadamente cargado, con carga bien distribuida a lo largo y a lo ancho del buque, y con una estabilidad transversal (cuyo valor se puede calcular perfectamente) y longitudinal (lo mismo) adecuadas. En esta condición, los esfuerzos longitudinales, deflexión, y la estabilidad, son mínimos.

            Pero sucede que, por razones comerciales, el buque debe, a veces, navegar vacío. Luego de descargar una carga para, por ejemplo, Montevideo, es posible que la próxima carga a levantar esté en Rio de Janeiro o Santos.  Entonces el buque debe de salir de Montevideo sin carga, con las bodegas vacías.

            Un buque sin carga, totalmente vacío, estaría en una condición que dista mucho de ser la ideal para hacer esa travesía, unos tres o cuatro días, y, para mejor atravesando el Golfo de Santa Catalina, lugar de tiempos muy malos.

            Para solucionar ese problema, antiguamente, los barcos cargaban en sus bodegas lo que se llamaba "ballast" (lastre). Este lastre consistía en  cargas de piedras o pedregullo, sin o con muy poco valor comercial, que tenían la única función de poner al barco en condición de navegabilidad.

            Hoy día, los barcos de carga de diseño convencional están dotados de tanques destinados para agua de lastre. El lastre de pedregullo ha sido sustituido por el lastre de agua.

Estos tanques son llenados de agua, la misma  en la que flota el barco, de manera de proveer peso adecuadamente distribuido al buque. Esto se llama lastre, o agua de lastre. 

            El peso del lastre, sin llegar a ser tan grande como el de la carga que pudiera transportar el buque, es sustancial, y hace que la condición del barco sea segura, desde el punto de vista estructural, de esfuerzos longitudinales, (o sea que no se va a partir en dos), de estabilidad transversal y longitudinal. En este caso, se dice que el barco esta "en lastre". (ver informe completo)

El coeficiente mental

            Más adelante, Lurati dice que:

            La teoría del robo del agua, por así decirlo, "hace agua", por el hecho que, para evitar la contaminación de floras y faunas autóctonas de todos los países, por especies invasoras llevadas en el lastre de los barcos, hace muchos años que los barcos deben hacer un recambio de lastre en alta mar.  En otras palabras, el lastre que se toma en el Río Uruguay, no se descarga en el puerto siguiente, o sea, de acuerdo con la teoría conspirativa, Finlandia, Botnia o Pori, o Helsinki, sino que se descarga en el medio del océano, donde se toma lastre de agua de mar, que es el que se descarga en el puerto de arribada.

            Lo que quiere decir que esa agua “robada” a los argentinos debe ser tirada al mar por las disposiciones fitosanitarias de los diferentes países que debe tocar el buque.

            Desgraciadamente la política se nutre de personas de la propia sociedad, lo que indica que Emilio Martínez Garbino es representativo de la sociedad entrerriana, lo que concluiría con la aseveración de que la media de la sociedad entrerriana tiene un coeficiente intelectual muy bajo, ya que un coeficiente normal estudiaría las aseveraciones del candidato a gobernador de Entre Ríos, antes de publicarlas o hacerlas suyas.

            Si esta conclusión fuese correcta, comenzarían a tener explicación muchas de las barbaridades publicadas y difundidas por la prensa entrerriana, la desinformación sobre la contaminación, la contaminación visual, los peligros de cáncer y muchas otras.

            La estupidez sobrepasa todos los límites y el ex intendente de Gualeguaychú, Martínez Garbino, desafía todas las leyes de la lógica médica-siquiátrica al utilizar su escaño como diputado nacional para pedir informes al gobierno argentino sobre esta falsa denuncia que realiza con fines puramente electoralistas.

            Si, no se equivoque, esta es la gente que gobierna un país que dice ser nuestro hermano.

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