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Año III - Nº 186
Uruguay, 23 de junio del 2006
Inscripto en el Registro de Derechos de Autor en el libro 30 con el No 379
 

 

 
Razones para el Subdesarrollo
* Fernando Pintos
 

¿Alguna vez habré confesado de manera pública cómo y cuánto me gusta la papaya en almíbar? Bueno, Guatemala es un formidable productor de papaya. En este país las papayas sobreabundan. Y sucede que las hay de todos los tamaños, sabores y calidades imaginables. La papaya es un árbol que produce uno de esos frutos bendecidos que prosperan en climas tropicales, pues es rico en vitaminas (A, B, C) y contiene la papaína, una enzima que degrada con rapidez las proteínas y además digiere pectinas, lípidos y algunos azúcares. Para uso externo, este fruto tiene un poderoso efecto anti inflamatorio. La papaya en almíbar tiene un parecido bastante acentuado con el viejo y deportivo zapallo en almíbar, tan familiar y querido para los paladares rioplatenses.

En una época no muy lejana, tenía oportunidad de comprar papaya en almíbar. Una fábrica guatemalteca, Miguel´s, la elaboraba. Se podía adquirir, únicamente, en los supermercados La Torre de las zonas 10 y 14. Pero un día, ya no se pudo en ninguna parte. Desesperado por mi sensible pérdida (una delicia que, además, evocaba recuerdos del solar patrio), llamé a la fábrica y hablé con la dueña. Habían retirado el producto por completo del mercado y estaban exportando a Los Ángeles, me explicó la señora. Supliqué alguna excepción con mi persona, mas todo fue en vano: no hubo más papaya en almíbar para este escribidor. Pero, ciertamente: poco tiempo después de aquellos desdichados acontecimientos, Miguel´s comenzó a fabricar duraznos en almíbar. Como en Guatemala y muchos países a la redonda no se cultivan duraznos excelentes y aptos para tal menester, sepa Dios de dónde los importaban. Siempre pensé que les hubiera resultado mucho mejor concentrarse en seguir elaborando la papaya, porque duraznos en almíbar enlatados en Chile, Grecia y otros países eran más baratos y además bastante mejores que los de Miguel´s.

Conocí el aguacate más de un cuarto de siglo atrás. Y ese conocimiento tuvo lugar en la Muy Fiel y Reconquistadora ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo& La Montevideo de aquel entonces -la del Proceso-, en la cual a un amigo que sufría hemofilia los médicos le habían aconsejado que comiera toda la palta que le fuera posible. El producto era casi desconocido en el Uruguay de entonces y se conseguía con dificultades, porque los centros más cercanos de producción eran Chile, donde se cultiva una palta negra, y Perú, donde se produce una palta verde. Como ya habrán imaginado, palta es el nombre que se da en América del Sur al aguacate, una fruta deliciosa que es rica en aceites monoinsaturados, en vitaminas y antioxidantes. Y resulta que Guatemala es un país donde se cultivan casi todas las clases conocidas de aguacate. Más todavía: en Guatemala, los aguacates sobreabundan y todo el mundo los come con harta frecuencia, pero, de ello estoy más que seguro, grandes cantidades del producto se deben perder todos los años por diferentes razones entre las cuales la indiferencia no será la menor. Dado que un buen aguacate es mucho mejor que la mantequilla más refinada (quien quiera comprobarlo, unte medio aguacate maduro en un par marsellés y añádale un par de pizcas de sal), siempre consideré que debían existir formas viables para extraer de tal fruto un excelente aceite comestible. En realidad, el aceite de aguacate ha rondado mis fantasías por más de 20 años, pero, en el país de los aguacates, a nadie se le ha ocurrido producir tamaño producto& Porque siempre será preferible el "dolce fare niente".

Semanas atrás, recorriendo los pasillos de un excelente supermercado español que don Luis Lago ha montado sobre el boulevard de la zona 15, Depósito de Pescado& En primera instancia me topo con unos frascos espectaculares de papaya en almíbar: producto chileno. Un par de pasillos más adelante, doy de narices contra un tentador aceite de palta, o sea, de aguacate: también producto chileno& Y he ahí que, en poco más de dos minutos, dos de mis sueños se han materializado frente a mi& ¡Aleluya! ¡Papaya en almíbar y aceite de aguacate! Mas, renglón seguido, habré de recordar el poema de Darío: "&Feliz el árbol, que es apenas sensitivo&". Efectivamente, un árbol estaría feliz con tal descubrimiento, pero yo, que soy bastante más sensible que cualquier vegetal, estaré trinando. En el país de la papaya y del aguacate -o palta-, habré de comprar estos excelentes productos, importados de Chile, que tan lejos queda y donde apenas se cultiva una especie de palta (la negra), pero no esa otra delicia a la que el pudor natural de los cubanos ha rebautizado como "fruta bomba" (en la jerga habitual, sirve para denominar los genitales femeninos). En apenas dos minutos, una rapidísima radiografía permitirá que nos expliquemos no sólo las razones del subdesarrollo, sino, lo que es todavía peor: la casi imposibilidad para abandonarlo& Y en todo caso, terminaré por preguntar a ustedes: ¿verdad que sucesos de tal índole parecerían dignos de llorar sangre?

 
 
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