Uruguay registró en el año 2004 la tasa de mortalidad infantil más baja de su historia, 13 por mil. Esta es una gran noticia, que dimos a conocer en la Cámara de Diputados esta semana.
Vivieron en 2004, 100 niños uruguayos más que los que lo hubieran hecho en el año 2003, donde la tasa de mortalidad infantil fue de 15 por mil.
Hace pocos días el Ministerio de Salud Pública contestó un pedido de informes que le realizara como legislador solicitando se nos comunicaran las cifras resultantes en el pasado año. Textualmente se nos contestó por parte de dicha cartera que "la información correspondiente al año 2004, aún no ha sido terminada de procesar..." Vale resaltar que habitualmente esta cifra, tan importante, se conoce varios meses antes, y a tan solo tres de terminar el presente ejercicio, insólitamente se nos contesta lo transcripto, es decir que no se sabe.
En verdad no es que no se sepa, sino que no se quiere informar de la misma. Sin embargo mostramos en el plenario de la Cámara un documento que circula internamente en el ministerio y que sirve de base a los acuerdos de cooperación con la Organización Panamericana de la Salud, donde ahí sí se deja constancia de la cifra que dimos a conocer.
¿Por qué esta insólita actitud de las autoridades de gobierno que ocultan al público este resultado, pero se lo informan a los organismos internacionales? La única respuesta que nos surge es por razones políticas. La ministra de Salud Pública se ha comprometido públicamente a que en el presente período de gobierno se reducirá la mortalidad infantil en cuatro puntos, lo que nos parece un excelente objetivo. El tema es que para evaluar el logro, que a todos nos llenaría de alegría, es necesario saber de que realidad se parte. Pero es justamente lo que no se informa. Si la cifra de la que se comienza es la del año 2003, entonces ya el 50% del objetivo está cumplido, aunque no tenga nada que ver el actual gobierno.
Así como en su momento señalamos el retroceso que significó que en el año 2003 había aumentado la mortalidad infantil con respecto al 2002, hoy nos reconfortamos del avance logrado. No se puede tener otra actitud intelectual, porque de lo contrario se caería en la desgraciada conducta de manejar estas cifras, que hablan de la vida de nuestros pequeños, con criterios políticos. El ministerio debería informar con transparencia sobre estos temas. Debería ser, además, motivo de orgullo por lo que está en juego no importando quién se lleva los méritos, entre otras cosas porque los mismos son de mucha gente. Creer que esto se reduce a logros de personas aisladas es un reduccionismo lastimoso. Influyen políticas públicas en la materia y condiciones económicas del país, pero también el esfuerzo de las comunidades y los equipos profesionales. Es un logro colectivo, público y privado, y por lo tanto lo es también el mérito.
En el Uruguay el actual gobierno ha implantado un discurso fundacional. Parece que el "cambio" supone desconocer todo aquello previo a su asunción. Según esta particular concepción nada de lo anterior existe, y ahora empieza la historia. En este particular tema, los avances se producen desde hace muchos años, y particularmente desde la reconquista democrática. De ello nos alegramos no importa el color de los sucesivos gobiernos. pequeños seríamos si no nos diéramos cuenta que cada punto de reducción significa que, como dice la canción, hay más niños "para amanecer".
El cambio no se proclama, se hace. Para ello lo primero es ser transparentes y no ocultar lo que parece, en esa particular forma de pensar, que no conviene a los intereses político partidarios.
Bienvenidos los niños, a pesar de que algunos los escondan.