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Argentina tras la V Cumbre de las Américas
por Rosendo Fraga
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Obama parece tener una visión práctica de la región. Hay dos países en los cuales centra las relaciones bilaterales, los que a su vez, sumados tanto su población como su PBI, son dos tercios de América Latina: México y Brasil. Al primero lo asume como la relación bilateral más importante y prioritaria. Es que se trata de esos problemas de la política exterior de los EEUU que se denominan "intermestic", ya que su importancia en la agenda del Departamento de Estado deriva de su significación para la política interna. Cabe recordar que el primer presidente en ejercicio que recibió Obama tras ser electo fue Calderón, a quien volvió a ver en la Cumbre del G20 (México fue, además, el primer país de la región que visitó como Presidente en ejercicio). Al segundo se lo asume como potencia regional y de alguna forma se le reconoce un rol en toda la América Latina que no es México, y en particular en América del Sur. Cuestiones como el cambio de enfoque respecto a Cuba, la contención de la influencia de Chávez y la estabilidad de Bolivia son hoy problemas en los cuales la diplomacia de los EEUU prefiere cierto repliegue y dar a Brasil un rol más preponderante. Lula fue el primer presidente latinoamericano que fue recibido por Obama en Washington.
Después de estos dos países, el enfoque de Obama es la subregionalización. Es así como, con motivo de la Cumbre, eludió los encuentros bilaterales con los presidentes, como fue usual en sus dos predecesores (Clinton y Bush) en las otras cuatro Cumbres. El actual Presidente prefrió tres encuentros subregionales: con los doce de la Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR), con los seis de América Central y con los del Caribe. La geografía es un marco que determina algunos intereses comunes dentro de estos tres grupos de países, pero que no resuelve sus diferencias de intereses y especificidades, sobre todo en el caso de América del Sur. Para los países de America Central, este tipo de encuentro colectivo es bastante usual y han desarrollado una negociación en conjunto para alcanzar el TLC con los EEUU. Pero para los países de América del Sur es algo diferente. Argentina ve diluirse en esta modalidad su condición de tercer PBI de América Latina. Colombia su condición de tercera población de la región y aliado estratégico de Washington al sur del Canal de Panamá. Aun para Chile, este tratamiento subregional diluye su rol de modelo económico regional y mejor relación comercial en América del Sur de los EEUU.
Es en este contexto que los márgenes de Argentina, tanto para una relación bilateral con los EEUU como para un rol regional, se han reducido. La presidente argentina no logró la media hora de diálogo bilateral con Obama que quiso y que llegó su marido y predecesor con Bush en situaciones análogas, al ser la Argentina el segundo país de América del Sur. Respecto a jugar un rol en los temas políticos delicados, como el cambio de enfoque con Cuba, es claro que tanto Washington como La Habana optaron por asignar un rol de intermediación a Brasil, evitando que otros interlocutores -como en algún momento lo pretendía Chávez- asumieran funciones especiales en la cuestión. La Argentina no tuvo así espacio en este terreno. En lo económico, los EEUU no llevaron ninguna propuesta para aumentar en forma significativa los recursos de BID y dar a este organismo un rol regional para estabilizar la situación financiera de los distintos países, al margen del FMI. Dada la compleja relación que mantiene la Argentina con este organismo internacional, para su gobierno contar con un programa financiero regional hubiera sido una oportunidad de acceder a un financiamiento internacional al margen de los organismos mundiales, que ya han financiado a México, Guatemala, Costa Rica y lo harán ahora con Colombia.
Es cierto que Obama ha puesto en evidencia la disposición para escuchar que no tenía su predecesor, que no trata de imponer sus puntos de vista y evita que las diferencias se transformen en conflictos. Cuando encuentra un punto de vista diferente, deja al costado el problema y lo elude. Pero también es cierto que tiene una visión pragmática y realista, que no tiene propuestas concretas que sustituyan al ALCA que ha perdido vigencia, que no está dispuesto a financiar mecanismos regionales de rescate y fomento de la economía y que no ha variado fundamentalmente el enfoque en materia de seguridad regional, que sigue dando prioridad a la lucha contra el narcotráfico.
Es sobre este marco estrecho que Argentina debe asumir con realismo que no tendrá demasiado protagonismo -ni en la relación bilateral con los EEUU ni en el juego regional- en la etapa que ha iniciado Obama.
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