|
|
por Graciela Vera
Periodista independiente
|
|
|
El sonido de un cohete nos hace abrir los ojos. Miramos el reloj, faltan pocos segundos para las ocho de la mañana; la hora no es intempestiva, salvo en agosto para quienes viven en Almería.
Hace demasiado poco que cerramos los párpados para estar en condiciones de dar la bienvenida a la nueva mañana. Es más, nos despedimos de este nuevo día hace un ratito y es que en Almería estamos en Feria y el final de fiesta, todas las noche-día es un desayuno de chocolate con churros, antes de dejar el recinto ferial y acogerse a un sueño que intentará ser reparador.
Todas las regiones españolas, pueblo a pueblo viven su propia Feria, pero ésta es muy especial.
Está enclavada en Andalucía, donde las fiestas tienen ese color y ese sabor a pueblo que por décadas, siempre se ha sobrepuesto a todo para gozar a pleno, vestida de faralaes*1 y cantando sevillanas.
Quisiera estar despierta para disfrutar de la Diana que pasa por el barrio. Cada día calles diferentes de Almería, un barrio distinto será despertado de manera tan rotunda o quizás el término que deba emplear sea: estrepitosa.
Es la primera acción del día que nos integra a la Feria de Almería.
Escuchamos el bullicio pero no podemos despertarnos. ¿Cómo podría interrumpir nuestro sueño una sucesión de cohetes, acordes de bandas, dianas, palmas y gritos que acompañan a gigantes y cabezudos?.
La Diana mañanera nos sirve de aviso de que es fiesta y recordarnos que para nada es un festejo común.
Lo hizo, mañana serán otros para quienes las horas de sueño se acorten, hoy es nuestro barrio el que busca más temprano los abanicos –imprescindibles con esta canícula-, las flores para el pelo –coqueta tradición-, los sombreros –protección nunca demás-, los trajes andaluces –que curiosamente son los únicos vestidos típicos de una región que pasan por las pasarelas de la moda cambiando año a año estilo y glamur-.
La Feria tiene actividades para todos los gustos. La tradición distingue la del mediodía y la de la noche y cada una tiene su público, como también a aquel que vive a pleno ambas expresiones.
Los niños con sus desfiles y sus juegos, los amantes del arte taurino no pierden tarde en el coso donde el espectáculo está tanto en el ruedo como en las tribunas en las que las mujeres almerienses lucen sus mantones de manila que más que una prenda, son verdaderas obras de arte.
Hay concursos de distintas actividades para los que quieren desarrollar el intelecto y los que prefieren dejar constancia de su estado físico. Hay exposiciones para vanguardistas y para nostálgicos; en el Auditorio se realizan conciertos con artistas de renombre y actividades musicales populares en distintos escenarios al aire libre.
Por haber hay… de todo lo que la sana parranda pueda pedir.
Se trata de la Feria de Almería, la de agosto, la que abarca más días y la que este año cumple su segundo centenario en honor a la Patrona, la Virgen del Mar.
Es como una verbena junto al Mediterráneo, una celebración que dura diez días y que tiene, como ninguna otra, olores, sabores y sonidos especiales.
Tiene asonancias propias, estruendos amigables, retumbes rítmicos, tracas y fuegos artificiales y tiene coplas, tarantos y sevillanas y festivales flamencos y ritmos nuevos y acordes clásicos.
Almería tiene olor a mar, a la ciudad marinera que es, y tiene sabor a migas, a pescados, a pinchos, a almendras.
Aroma a Feria del Mediodía con sus chiringuitos en las calles del centro viejo, sus toldos para resguardarse del sol mediterráneo y su jarana que la luz impertinente de este sur del norte hace desenfrenada y exquisitamente alegre.
Después del limón granizado con el que intentamos aliviar la ingesta de tapas y alguna bebida más de la habitual llega un sueño que no es tal, apenas la modorra de la hora, después de la Feria del Mediodía y antes de la Feria de la Noche.
Otro cohete muy cerca de nuestra casa nos vuelve a hacer dar un respingo y no es que en estos días no estemos acostumbrados a los ruidos intempestivos. La gente está alegre y cuando es Feria en Almería no existen los relojes.
Precisamente el motivo de este sobresalto vespertino permitió que oyera una de las más convincentes explicaciones sobre como disfrutar de Almería y su Feria. Ante la observación de un forastero sobre que no había en la fiesta la continuidad que él esperaba un lugareño le decía: ‘es el tiempo que nos queda para darnos una ducha y reponer energías’.
Y sin dudas lo es porque no hay cuerpo que resiste diez días de intensa actividad sin reclamar en el undécimo, veinticuatro horas de descanso, lo que todo almeriense entiende como el día de la resaca.
Y aquí el día de la resaca es toda una institución.
Después de vacaciones o medias vacaciones durante toda la Feria, resulta que el lunes siguiente a tanto jolgorio no se le ocurre a nadie buscar comercios abiertos o empleados trabajando… es, ¡cómo no!, el Día de la Resaca, completamente instituido en el calendario local.
No hay tiempo para pensar, sólo asir la video cámara, comprobar si las pilas están cargadas y salir sin temor de la mascletada.
Había olvidado comentar que también están las Batallas de Flores con sus carros alegóricos donde los niños son los protagonistas, con sus bandas y sus conjuntos de baile, con sus gigantes, sus serpentinas y sus claveles.
Y como la Diana en la mañana también la Batalla de Flores en la tarde se traslada de barrio en barrio paseando la fiesta por toda Almería.
Y cuando llega la noche, allí, en el Recinto Ferial donde miles de luces dan forma a la simbólica puerta de ingreso a este mundo de fantasía que se repite cada 360 días, las casetas colmadas de público atruenan con una música quizás con demasiados decibeles en un incontrolable afán de competencia –única observación a corregir-.
En los chiringuitos se puede comprar lo imaginable y quizás algo más y en los juegos mecánicos subir al cielo para bajar en caída libre o reír con los clásicos autitos chocadores o hamacarnos en el espacio o….. y esta letra tan redondita envuelve una opción increíble de juegos para todos, desde los más pequeños hasta los abuelos que se hacen adolescentes en estos días.
Y el domingo el pueblo dejará los porrones y las matracas, los almohadones para hacer más cómoda la tarde de toros y la ropa sport para ponerse sus mejores galas porque sale a pasear por las calles de Almería su reina: la Virgen del Mar.
Una Virgen pequeña, negra , tanto como el mascarón de proa que fuera de algún navío del que cayó al mar allá, por el año 1502 cuando las aguas del Mediterráneo la dejaron en las playas de la provincia para que los almerienses la hicieran patrona y soberana de su ciudad.
Cuando la imagen regrese a su Templo y el cielo se tiña de luces con un nuevo estruendo de tracas, pocas horas quedarán de Feria, apenas para dar fin a diez días pensando ya en la edición 201.
Si estáis a tiempo, venid a Almería en esta Feria. Es la ciudad donde nunca un extranjero se sentirá extraño, es la ciudad conocida como madre de la vida padre y es, en estos días, un lugar ideal para olvidarnos de que desde fuera siguen llegando otras noticias que hoy no queremos repetir.
Almería, en el sur del norte, 23 de agosto 2007
CC Feria de la Virgen del Mar en Almería, la ciudad donde el sol pasa el invierno.
*1 – La Real Academia de la Lengua Española define el término faralá como un volante o tira de tafetán u otra tela que rodea por abajo los vestidos y enaguas femeninos (especialmente en los trajes típicos andaluces), plegado y cosido por la parte superior y suelto por la inferior. El vestido típico de Andalucía toma el nombre: ‘vestido de faralaes’
|