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Apuntes para nuevas políticas sociales
por Luis Alberto Lacalle Herrera
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Introducción
La ocasión en que los centros de estudios del herrerismo y wilsonismo comienzan su tarea conjunta en una fecha tan señalada, es propicia para reflexionar acerca de las políticas sociales que nuestro país necesita. La preocupación por la solidaridad social y la solidaridad con los compatriotas que se encuentran en situación de carencia es propia del Partido Nacional desde sus orígenes pues nuestra colectividad – al igual que nuestra patria – tiene raíz cristiana y ha contribuido fuertemente a la edificación de una red de solidaridad colectiva sin comparación en América.
El principio de subsidiariedad
Nos encontramos al fin de una época. El arribo al gobierno del Frente Amplio pudo haber sido el inicio de un nuevo tiempo, parecían estar dadas las condiciones políticas y sociales para que viviéramos un nuevo comienzo, retomáramos un nuevo impulso que nos ubicara con soltura en la gran ola de transformación que vive el mundo. La suma del poder constitucional, una gran capital de ilusión popular y una circunstancia económica favorable sin precedentes, no fueron aprovechadas. Porque no se supo o porque no se quiso.
Hoy todos sabemos o por lo menos percibimos que estamos ante una situación, una visión del país que termina, que se agota. “Mas que una época de cambio, ¡un cambio de época!” (1) Se cierra un tiempo anclado en la posguerra, no se ha sabido sustituir la bipolaridad marxismo – capitalismo o mejor dicho, marxismo- occidente, no ha surgido la síntesis que articulara dos visiones del mundo tan dispares. Caen los esquemas y se derrumban las estructuras mentales propias de la confrontación pero no surge la natural sustitución de estos paradigmas por otro u otros. Por ello es que vivimos una sensación de hambre conceptual, de carencia de sistema de valores que alimente el componente espiritual del ser humano y de la sociedad, que no solo “de pan viven”, sino de categorías morales, de valores señeros en el transito por la existencia.
Siempre es más claro percibir lo que concluye y no tanto lo que recomienza, todavía informe, la búsqueda fluida, incierta de un nuevo orden y de una nueva gobernabilidad “, tal cual enseña Carriquiry.
La figura del estado nacional, titular de la colectividad política de los seres humanos, representó la instancia totalizante de la sociedad, la manera de conjugar los segmentos y estamentos, las clases y las regiones en un solo haz de voluntad. Al llegar a los estadios de la organización democrática más perfecta y a la síntesis conceptual que es el ciudadano, se rompe definitivamente con el pasado feudal y corporativo que conllevaba la fractura social. Pero desde la semilla nefasta del jacobinismo, tuvo el gobierno “del, para, y por el pueblo” el veneno del totalitarismo, del estado totalitario. Reforzada esta última concepción por el marxismo, representó el más largo paso atrás de la organización de la sociedad sobre bases éticamente válidas y pragmáticamente correctas.
No podemos quedarnos con un liberalismo ingenuo ni con un socialismo utópico, ninguno de los dos calma el ansia de realización humana colectiva e individual.
Ante esa dicotomía insatisfactoria resurge el concepto de subsidiariedad del Estado que puede definir como la organización en la que las tareas que pueden realizar mejor los individuos y sus organizaciones comunitarias inferiores, no son apropiadas para el Estado. La oposición entre la absorción estatal y la ayuda, la antítesis entre el dominio estatal y el apoyo del Estado definen claramente la divisoria. De estos lineamientos surge el magnífico concepto del bien común meta de toda la sociedad, compartida tanto por la organización estatal como por aquellas que la complementan, en un régimen de libertad y albedrío suficientemente articulado como para que sea vivo y a la vez organizado alrededor de un orden jerárquico como para que sea viable y eficaz.
El “Privado Social” como ámbito de acción
El privado social definido como ese ámbito en el que la acción privada cumple finalidades sociales sin caer en la estatalidad, es donde se expresa la voluntad creativa de quienes quieren aplicar la solidaridad y ejercerla mediante instrumentos privados , concepto de cuño cristiano pero ampliamente aceptado y asumido por la civilización occidental . Los “pueblos evangelizados” practican, desde antes de que existiera el Estado tal como lo conocemos, las relaciones interpersonales de asociación que son patria y familia como unidades primarias y fundamentales
Lejos de abogar por el desmantelamiento de Estado, esta concepción aboga por su revisión, racionalización, reestructura y reformulación. En todas sus actividades y competencias, para hacerlo más fuerte y eficaz donde debe de estar y retirarlo a un segundo plano en aquellos campos donde es sustituído con ventaja por los privados.
El Estado no puede dilatar al infinito sus prestaciones, compensaciones y subsidios sin comprometer las bases de su misma existencia “. La alta presión fiscal que hoy sufrimos y los deficitarios servicios de salud, educación, minoridad, vivienda, asistencia a mayores y carenciados nos obliga a ser muy sinceros en este análisis critico. Se ha dicho con claridad insuperable: “Pagamos impuestos escandinavos muchas veces para servicios del tercer mundo” (2)
La dialéctica Estado-Mercado como insuficiente
Sin pretensiones de mayor profundidad concretamos señalando que el nuevo tiempo que para nosotros alumbra señala una insuficiencia de las respuestas gastadas y consabidas. No solo Estado, no solo mercado sino que los dos, añadiendo, para estabilidad social la actividad del sector sin fines de lucro, del privado social. Como complemento, como sustitución de la acción social en los campos asistenciales, sanitarios, educativos donde se forman nuevos seres humanos o donde se les ampara, protege o reencauza.
La jerarquía de las políticas sociales
Debemos superar la noción de la primacía de los factores económicos en las políticas públicas. No solamente porque nos llevan a una concepción meramente materialista y economicista de la sociedad, o porque alientan condiciones distributivas erróneas, sino porque son meramente instrumentales de la acción de gobierno, no son un fin del Estado. El fin del mismo es el logro de una sociedad más justa , la ampliación de la libertad para que cada uno desarrolle sus potencias y la igualdad de acceso a las oportunidades .
Entendemos a la política social “como objetivo del desarrollo humano y la entendemos profundamente imbricada con el desarrollo territorial y con el desarrollo científico y cultural innovadores”. (3) Las aludidas políticas deben de proveer de una matriz universalista , holística y totalizante que abarque todas las manifestaciones de lo social , no en forma independiente , sino que consciente de que su fin es el ser humano, complejo por definición, lo considere en su totalidad física y espiritual .
El grave defecto de las políticas sociales de este gobierno radica en , por un lado, la creencia de que son fundacionales , es decir que nada se hizo antes en la materia y por otro en la falta de contralores de eficacia de las mismas.
Lo primero pretende desconocer un largo camino nacional, suprapartidario y esencialmente común a la ética nacional de políticas solidarias que pueden seguramente mejorarse, pero cuyo larga tradición y eficacia no pueden desconocerse.
El segundo concepto nos lleva a analizar las llamadas transferencias condicionadas como instrumento útil y eficaz de implementar políticas sociales. Tal cual se ha hecho en el Brasil, esas transferencias de recursos atadas a resultados mensurables puede conjugar al Estado con los privados, tanto del sector empresarial como del “privado social” al que aludíamos antes. El tercer sector es el articulador y ejecutor de políticas diseñadas por el estado y cofinanciadas por el sector empresarial.
Finalmente cabe notar que no puede continuar la práctica el “ciudadano cero”, es decir el pasivo receptor que no coparticipa ni es consultado cuando por el contrario la pro-actividad es uno de los basamentos de este enfoque. Es más debemos de ir al encuentro de la pobreza, no esperar que nos golpee en el rostro para recién entonces reaccionar. Ni considerar las causas complejas de la misma en forma aislada, una por una . Ni tampoco a los destinatarios singularizados. Es un todo como problema y como solución, con participación activa de los receptores de las políticas que en el hecho de ser colaboradores de su propio avance ya están, en esa participación, encontrando parte de la salida.
Conclusiones
La aproximación a este tiempo nuevo, con actores múltiples en el escenario social, requiere de una actitud mental distinta, superadora de antiguas dicotomías y, seguramente, engendradora de nuevos paradigmas.
Quienes en el sector político no lo comprendan así quedarán reducidos a repetir formulaciones antiguas, a proponer más de los mismo ya fracasado, a seguir en un círculo sin fin .
Corresponderá al Partido Nacional, en el ejercicio del poder a partir de 2010 abrir esta senda nueva en la que la solidaridad no sea una mera caridad ni la pobreza una condena de por vida sino que ocasión de despertar las mejores fuerzas e impulsos tanto individuales como colectivos, tanto públicos como privados.
Hacia esas responsabilidades vamos, felices por la oportunidad que se nos brindará de servir a la patria, confiados que con la colaboración de todos Uds. será más liviana la carga, conscientes de la pesada carga que todo ello acarrea.
Notas:
(1) Carriquiry, Guzman “ Poder y subsidiariedad” , Madrid ,2002
(2) Ibidem
(3) Gabito, J; Penades, M ; Martínez Larraechea, E. “Una nueva matriz de bienestar”, Montevideo, 2008
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