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Diplomacia del MAS…
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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No hay nación completamente autosuficiente. Todas, para su progreso, necesitan la cooperación mutua y participar en las corrientes del comercio y del pensamiento moderno, buscando compartir los avances de la ciencia y la técnica.
Pero la política internacional del populismo boliviano es lo contrario: se basa en la permanente hostilidad y EN una xenofobia selectiva que encierra una doble moral. El gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), deambula entre de la sumisión a sus protectores (Castro y Chávez), y la bravuconería de las amenazas, declaraciones insensatas y agresivas, infructuosos intentos de imponer políticas regionales a otros países, como en el caso de la Comunidad Andina de Naciones (CAN). Todo esto junto a tendencias anacrónicas hacia el aislacionismo.
Es más: el oficialismo no concibe la integración como instrumento de desarrollo y bienestar, sino como una alianza política sectaria y agresiva. Con una visión neo-aislacionista, el populismo cree que es posible llevar adelante un efectivo proceso de integración –impracticable para Bolivia con países geográfica y económicamente dispersos– sólo con Cuba, Venezuela y Nicaragua (se sabe que Ecuador, finalmente no se unirá al ALBA y actuará conjuntamente con Perú y Colombia en asuntos que conciernen a la CAN).
Insensatamente, se procura ocultar el sol con un dedo, como lo hace el responsable de la política exterior de la República, que pretende que le creamos que no pasa nada grave con el gobierno de los Estados Unidos, cuya sede diplomática fue acosada por una poblada cerril, por la que Washington llamó a consultas a su Embajador. Antes ya había dicho que no hubo deterioro de las relaciones con el Perú, por la broma insultante del presidente a un gobernante de un país amigo. ¿Ingenuidad o ignorancia?
Estos episodios no fueron aislados. En estos dos años y medio no se ha guardado respeto, consideración, coherencia ni dignidad en la gestión diplomática. Hasta ahora la diplomacia fue rústica y ofensiva, tanto en lenguaje como en actitud. El riesgoso “operativo” alentado por el populismo contra la embajada de Estados Unidos, no terminó ahí. Siguió una generalizada y airada protesta del oficialismo, por la “excesiva” fuerza policial empleada en el obligado resguardo de la sede diplomática. Es que ¿se deseaba imitar a los ayatolaes, cuyos representantes fueron bienvenidos a Bolivia, y que trajeron el ejemplo del avasallamiento de ley internacional?
La bravata “se nos está acabando la paciencia” fue nomás el anuncio de la violencia, acompañada con una colección de improperios: “El gobierno de los Estados Unidos protege a delincuentes”, se gritaba, sin reparar que el populismo sí protege a “refugiados” procesados. “El embajador de los Estados Unidos alienta la conspiración contra el Gobierno” es otra acusación sin pruebas. Y hasta un senador oficialista, en su desvarío e ignorancia sobre el mundo contemporáneo, incita a la ruptura de relaciones diplomáticas con el país más poderoso del planeta. Y otro, con disfraz incluido, se lanza al ruedo de los disparates, denunciando inexistentes aprestos de violencia desestabilizadora con ayuda extranjera
No se advierte que alguien promueva una actitud mendicante y sumisa de Bolivia con país alguno. Es cierto, para una fluida y provechosa relación con todos los países, hay dar y exigir respeto. Esto es distinto a emplear la amenaza y el lenguaje agresivo en las relaciones internacionales. La primitiva conducta del insulto, no dignifica; daña al que la sigue.
Si no se impone la cordura y la sensatez en la acción diplomática, cambiando el fondo y el estilo, habrá que temer nuevos y graves tropiezos del país en el ámbito internacional.
Sin embargo de lo anterior, tomando en consideración que la política exterior de un país es la proyección internacional de su política interna, se debe reconocer la coherencia entre la caótica acción diplomática del gobierno, y el desgobierno del populismo en el poder.
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