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Año V Nro. 292 - Uruguay,  27 de junio del 2008   
 

 
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2012

 
Fernando Pintos

Mujica y sus dos pesadas cargas: la senilidad y la incoherencia (…)
por Fernando Pintos

 
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         Veamos lo siguiente: en la edición digital de «El País» correspondiente al lunes 16 de junio de 2008 se publicó una noticia titulada de la siguiente manera:  «Mujica: "El presidente pide cosas que son imposibles"». «¡Vaya noticia!», comentarán ustedes sobre un tema ya harto debatido en Uruguay. Sin embargo, quisiera que leyeran cuidadosamente ese texto informativo, y sacaran conclusiones al respecto. Leamos, entonces:

«… El senador y ex ministro de Agricultura, José Mujica, dijo hoy que el presidente Tabaré Vázquez "pide cosas imposibles", en relación a la iniciativa de un "Nunca Más" que involucra retomar el diálogo entre militares y ex tupamaros enfrentados durante la última dictadura. Vázquez por su parte, aclaró ayer en Panamá que lo que viene haciendo desde el inicio de su administración es "buscar un camino de encuentro sin olvidar el pasado, sin plantear punto final, que nunca lo hemos planteado", afirmó.
"La historia no tiene punto final, pero mirando con esperanza hacia el futuro. Yo creo que tenemos la obligación, en esta generación, de intentar solucionar estos temas y no dejar que sean nuestros hijos o nietos quienes tengan que solucionarlo. Seguiremos buscando información y cuando la tengamos investigaremos, y actuará la Justicia como debe actuar, pero el camino que tenemos para obtener más información, por ejemplo para el tema de los desaparecidos, es éste", puntualizó. "Persuadir, convencer a quien pueda tener información que la de", dijo el primer mandatario uruguayo.
OPINIÓN.  Mujica dijo que hablará sobre este proyecto en particular cuando vuelva Vázquez y pueda hablar con él. El senador dijo que "poder convivir significa tener visiones que son distintas y vale en todas las veredas". Si ocurre lo contrario la sociedad es "unilateral", agregó. Mujica, que participó en los actos en honor de la presidenta de la organización Abuelas de Plaza de Mayo Estela Carlotto, también se refirió a los próximos festejos por los 244 años del nacimiento de José Gervasio Artigas. El ex tupamaro aclaró que "este 19 de junio va a ser un 19 de junio como tantos otros". Agregó que la "vida fluye" y que la vida de una sociedad es "la de todos y hay de todos porque la vida de una sociedad es todo: es el pasado y el porvenir. Y hay gente que va a mirar más de una cosa", puntualizó. Mujica dijo que esa diversidad de miradas es válida y que las opiniones y vivencias de la gente "constituyen un capítulo de cosas que son intransferibles", y que por esta razón deben ser respetadas como son…».

         Ahora, a ver si alguien pudo sacar algo en claro dentro de toda esta gigantesca ensalada rusa verborreica. Y el primer concepto (¿concepto?) de la caótica información es más falso que una moneda de cartón, pues se dice: «…el diálogo entre militares y ex tupamaros enfrentados durante la última dictadura ». ¿Enfrentados en la última dictadura? Pero, ¿qué demonios están diciendo? Los militares se vieron forzados a enfrentar a los tupamaros debido a que éstos habían socavado el Estado de Derecho, deliberadamente, con ese mismo propósito: sacarlos de los cuarteles y conseguir un colapso del régimen democrático. Pero el ataque de los tupamaros contra el Uruguay de la democracia representativa, es decir, contra la tan celebrada «Suiza de América», había comenzado desde mucho antes de que se implantara aquel sistema híbrido que unos denominaron «Proceso» y otros «Dictadura». Todo ese perverso ataque en regla contra las instituciones republicanas y democráticas del Uruguay —ningún comunismo deja de ser, a un mismo tiempo, tiranía y cacicazgo—  comenzó en la época en que Uruguay, de tan democrático, estaba regido por un Ejecutivo colegiado al cual se bautizó Consejo Nacional de Gobierno, conformado por nueve miembros de los dos partidos con mayor votación en las elecciones, es decir, para 1958 y 1962, el Blanco y el Colorado (En las elecciones de 1966 triunfó la llamada «Reforma Naranja», que restituyó el régimen presidencialista a partir de 1967). Y el cáncer tupamaro comenzó a corroer las instituciones y la estabilidad de Uruguay desde principios de los años 60 y fue ganando fuerza, anulando o poniendo seriamente en jaque todas las instancias defensivas de la sociedad, hasta que se dieron el gran gusto —¡y vaya si no lo festejaron por todo lo alto!— de sacar a los militares de los cuarteles. Claro que, a partir de ese momento, el festejo les duró lo que un lirio. Las botas militares son rudas, y fue tal la fenomenal pateadura que el MLN recibió en su delicado e ideologizado trasero marxi foquista que, hasta la fecha, el tal (MLN y etcétera) se ve imposibilitado de tomar asiento, siempre y cuando no sea sobre varias capas de mullidos cojines rellenos con novocaína y valium. Claro, eso les pasó por rendirse al autoengaño: creerse a pies juntillas que en verdad eran unos guapos y malevos de arrabal (¡Sorpresa!). Mas, como es bien sabido, en la práctica, terminaron peor que ratas de albañal. Y por cierto: mucho mejor les hubiera ido retando a los militares a competir en eventos un poco menos rudos que un estado de guerra. Pongamos por ejemplo: algún concurso para disfrazar muñecas Barbie de campesinas tirolesas (¡Ejem!).

         Ahora bien: hay algunas cosas que no entiendo en el texto publicado por «El País». El Presidente Vázquez plantea la necesidad de propiciar «un camino de encuentro sin olvidar el pasado, sin plantear punto final, que nunca lo hemos planteado ». Y esto lo entiendo como una exhortación a dejarse, de una buena vez por todas, de agitar frente a la opinión pública nacional e internacional acontecimientos y resentimientos que tienen, a esta altura, una edad marcadamente adulta, cercana a las cuatro décadas. Eso es lo que entiendo de este asunto. Y también creo entender que el senador Mujica se negó a ese punto final al problema, cuando declaró que el Presidente « pide cosas imposibles». Inmediatamente después de lo cual, expresó: «…"poder convivir significa tener visiones que son distintas y vale en todas las veredas". Si ocurre lo contrario la sociedad es "unilateral", agregó». Y renglón seguido, refiriéndose a una de nuestras principales fiestas patrias, el 19 de junio, dijo: «…"Este 19 de junio va a ser un 19 de junio como tantos otros". Agregó que la "vida fluye" y que la vida de una sociedad es "la de todos y hay de todos porque la vida de una sociedad es todo: es el pasado y el porvenir. Y hay gente que va a mirar más de una cosa"».  Y además: «…dijo que esa diversidad de miradas es válida y que las opiniones y vivencias de la gente "constituyen un capítulo de cosas que son intransferibles", y que por esta razón deben ser respetadas como son ».

         Me parece que, de alguna retorcida manera (acorde con su mente e ideología), el senador Mujica estaba justificando un 19 de junio sin celebraciones, lo cual a mí me parece muy apropiado viniendo de un Gobierno manejado por traidores de full time y apátridas vocacionales. Ahora, permítaseme una pregunta: ¿alguien habrá alcanzado a entender siquiera «algo» entre todo cuanto dijo sobre ambos temas el senador Mujica? Si alguien contesta que «sí», mil veces bendecida sea su preclara mente, y corramos de inmediato a postularlo ante la Fundación Nobel como la reencarnación de Albert Einstein. Bueno… Pudiera ser que un físico preclaro o un matemático brillante se declaren impotentes frente a los intrincados y confusos conceptos expresados por el senador Mujica, pero… ¿Qué tal si lo intentáramos con algún crítico de cine? Propongamos a uno de estos intelectuales del celuloide tamaño acertijo, pues cuando menos alguno entre todos ellos debería ser ducho en reconocer al dedillo el lenguaje críptico de los grandes cómicos de la pantalla grande: Cantinflas, Tin Tan, Capulina, Abbott y Costello, The Three Stooges y, ¡por supuesto!, The Marx Brothers… Sin olvidar las deliciosas intervenciones verbales de aquel Inspector Clousseau que tan bien encarnó, en su momento, Peter Sellers.

         Para decir verdad, las declaraciones del senador Mujica no pueden responder a otra cosa que a una incoherencia galopante, una demencia incipiente o un estado de senilidad alarmante. Pero eso no es como para que nadie se sienta sorprendido, escandalizado o tan siquiera ultrajado. Después de todo, tanto el senador Mujica como sus actos y palabras son el fiel reflejo de aquéllos a quienes él tan bien representa: una de las izquierdas más retrógradas, terciarias (para ser más precisos, paleocénica) y obtusas de todo este desdichado planeta.

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