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Reflexiones de la madre de un artista
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por Helena Arce |
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En el próximo semanario saldrá una nota del brillante taller que el Profesor Víctor García, español, realizó en el “Museo Torres García”; explicaremos la técnica empleada y subiremos a nuestras páginas la presentación que dio más lustre si eso fuese posible, a la inauguración de la exposición el sábado próximo pasado, sobre el trabajo logrado y las obras realizadas por sus alumnos.
Tal vez cuando esta edición salga al éter, aun estarán a tiempo aquellos que gustan del arte, de darse una vuelta por el tercer piso del Museo en la Peatonal Sarandí, y ver la excelencia de las obras allí expuestas. Pues realmente todas sin excepción, son dignas de verse.
Pero en esta oportunidad, con la excusa que me brinda el no tener aun el video para subir, no cubriré la nota que por cierto bien vale un artículo en “Informe Uruguay”, más allá del hecho de contar entre esas obras, las de mi hijo.
Hoy solamente tecleará la mamá, de uno de los artistas expositores.
Pues entre esas obras, en las paredes nada menos que del Museo dedicado a uno de nuestros más excelsos artistas, Joaquín Torres García, se encuentran 5 cuadros del artista plástico Andrés Bogorja Arce, a quienes varias personas imparciales, felicitaron por la calidad de su obra.
No voy a mentirles, ese artista que he nombrado, es la luz por la que pasa mi existencia.
Hoy quiero contarles de sensaciones, las corridas mañaneras del sábado para poder hacer los mandados que nos permitan comer durante la semana, pasando al mismo tiempo mensajes de texto y correos a los amigos para que supieran del “magno evento”. Apurándonos para no llegar tarde. Recordando cargar las baterías de la máquina de fotos.
De verdad no tuve oportunidad de pensar lo que pasaba, no es la primera vez que Andrés expone, el empezó siendo un niño, en el Taller de Artes Plásticas de la Intendencia Municipal de Maldonado, con la exquisita Profesora Gloria Navarro, quien siempre impulsó sus alas fomentándolo a crear su arte. Cada fin de año sus obras de niño eran expuestas en la Casa de la Cultura, También sus obras de niño recorrieron Medio Oriente en exposiciones de intercambio cultural, junto a otras de otros niños que eran seleccionadas. Andrés era pequeño y no viajaba, pero sus cuadros infantiles adornaron paredes en Israel y en Egipto varias veces.
No me quito mérito, sus dibujos de niño eran siempre expuestos en la puerta de mi placard, ayudé de una ínfima forma a que sintiera que valía la pena. .
A los 11 años, realizó un monje en tamaño natural, el cual marcó un hito en las exposiciones infantiles de la Casa de la Cultura de Maldonado. . Luego de varias idas y venidas, pues mi egoísmo materno no permitió al Taller que se quedara con él, siempre adornó las paredes de mi casa, llamando la atención de quienes nos visitaban, quienes no podían creer que lo había pintado a los 10 años.
Pero debo reconocer que cuando ingresé en la Sala de exposiciones del Museo Torres García y vi en la pared el nombre de mi hijo, junto a 5 de sus obras, me tuve que alejar pues mis lágrimas brotaban a borbotones. Lo observaba de lejos, explicando a amigos y desconocidos que preguntaban sobre que trataban sus obras, lo que pretendía lograr plasmar en sus cuadros.
Me mantuve alejada, viendo a ese hombre que por siempre será mi niño, orgulloso de su arte, recibiendo felicitaciones.
Algunos se acercaron y me felicitaron a mí, y yo contestaba:”Gracias, pero yo no se pintar, es él”, sin embargo dentro mío, mi corazón flotaba. .
Solo un instante su mirada se cruzó con la mía a lo lejos, una fracción de segundo donde una caricia se pasó a través de nuestros ojos.
Al fin pude reaccionar, saludar a los amigos, felicitar a los demás expositores, hablar con el Profesor García, a quien no conocía. Y por sobre todo acercarme a mirar la obra de mi hijo, no pretendan que sea imparcial, los demás allí presentes decían que son muy buenas. El mismo Profesor me hizo notar, la particularidad de la forma en que Andrés desarrolla su arte. Para mí, sin duda son maravillosas, no puedo ser objetiva, aunque lo quisiera.
Yo solo se, que veía su cara satisfecha, percibía su orgullo mientras explicaba la técnica y lo que pretende lograr con sus pinturas.
En este país donde tan poco valoramos a los artistas que nos hacen la vida más llevadera, deleitándonos con sus talentos, mi hijo tuvo su momento de gloria. El primero espero, por cuanto el ama lo que hace, de un camino lleno de éxitos.
Hoy solo pretendo compartir mis sentimientos para mi niño, ese hombre que empieza su camino, al que veo planeando aun cerca, pero conciente que son sus alas las que lo impulsan.
Sin embargo no puedo hoy, dejar de sentir el orgullo de siempre, la inmensa emoción de saberlo mi hijo, ese que aprendió a caminar tomado de nuestra mano, pero que ahora construye su propio sendero.
Gracias Andrés, hoy como ayer sigo diciendo: “Gracias por él, y en el gracias por la luz del día”
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