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Año V Nro. 279 - Uruguay,  28 de marzo del 2008   
 

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Helena Arce

El Club El Timón de San Luis (Canelones)
Y un agradecimiento al Dr. Guillermo Caruso
por Helena Arce

 
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         Rara vez voy al Balneario donde transcurrió mi infancia y adolescencia. El “Balneario San Luís de Canelones”, con aquella casa Itamaratí, que cobijó mis primeros pasos, mis primeras emociones adolescentes, donde pude disfrutar en pleno a toda mi familia,

         OH! Las reuniones familiares, y aquellos amigos que eran parte de ella, los amigos de mis padres, y luego los míos propios.

         Ante la publicación a la que haré referencia,  me esforzaré hablando  sobre esos hermosos recuerdos, recuerdos que a la partida de  mis padres opté por dejar en un cajoncito de mi corazón.   

         Ante la madura decisión que asumimos con mis hermanas de vender aquella casa, pues nunca volvió a ser la misma sin la presencia serena y tierna de mi inolvidable viejo, me cuesta siquiera pasar por su puerta. Nunca una casa fue tan mi hogar como aquella, es difícil pasar por ella sin poder entrar, a pesar de haber   sido, yo misma,  una de las propulsoras de su “desafectación” de la familia. Ya sin mis padres no era lo mismo, resultaba imposible recorrerla sin buscar encontrarlos allí. Pero nunca puedo evitar esa ambigua sensación, de sentir extrañeza al verla y saber que ya no es la casa de mis viejos. .

         A veces voy a San Luís, a la casa de mi hermana, pero no salgo de allí, donde disfrutamos juntas las tres de sus hijos y el mío, nosotros  los  grandes ya  de la familia, nos alegramos la vida junto a las nuevas generaciones, pero de allí retorno mi camino, sin recorrer ese lugar donde no me perdería ni con los ojos cerrados.

         En  otras notas, intentaré escribir,  ir desgranando mis vivencias, todas bellas, todas dulces, con mis amigos, aquellos quienes crecimos juntos y nunca olvidaremos esos años. Ni a aquellos que han partido ya. Prometo intentarlo, de a poco,  pues suele dolerme realizar esta búsqueda del pasado, hermoso pero donde ya no está Mr. A, ni la mujer de los ojos más lindos, para compartir las añoranzas, me es más sencillo vivir inmersa en el hoy y en el futuro, sin hablar de los recuerdos, pero es cierto que uno le debe a quienes no están el homenaje de contar lo que hicieron.

         Mientras  leía la publicación editada por la familia Caruso, y seguía atentamente los artículos, uno tras otro,  escritos por Guillermo Caruso, médico veterinario, el nieto de Don Juan Caruso, recordaba toda esa historia de la cual fui partícipe y sin duda protagonistas; como todos  los jóvenes de aquella época, pues nuestros padres jugados a aquello en lo que tanto creían, nos integraban a su tarea. Recuerdo cuando juntos eligieron el lugar para la policlínica, y recordé yo estaba allí, viéndolos…

         Pero por sobre todo quiero agradecer profundamente a Guillermo, quien a pesar de haber sido un niño en aquellas épocas, tuvo a bien nombrar a mi padre, Aníbal Rolando Arce Montini, e incluso a mi madre si bien equivocó su apellido, mi madre se llamaba María Esther Misol de Arce, solo que posiblemente su abuela Lita, amiga de mi madre desde niñas, la llamara “la Chica Misol”, apodo suyo, de allí su confusión al mencionarla como “Lamisol de Arce”.

         Mucho tiempo pensé que nadie recordaba como participó activamente mi padre, Mr. A, como yo lo llamo,  en toda la historia de San Luís, en todos los logros por los cuales el inigualable Don Juan Caruso, también luchó tanto, y nada menos que su nieto, aquel pequeño niño hoy ya hombre, lo trae presente en esta historia editada,  en homenaje a su abuelo. Dice en el comienzo de la publicación que su abuelo Juan le contó lo ocurrido, por ello doble es la alegría al reafirmar la valía de Don Juan, el tenía presente a quienes trabajaron con él,  buscando mejorar la calidad de vida del querido San Luís.

         Hay más gente a nombrar antes y después de la inauguración de la actual  Sede, del Club El Timón, iremos desgranando recuerdos en posibles próximas notas. .
Pero hoy solo un recuerdo inmenso para aquellos primeros pobladores del balneario, cuya foto adjunto, en la cual se ve primero a la izquierda al Sr. Antonio Vallendor, acompañado en esa foto de su joven esposa, Griselda Colamarino, ambos hoy fallecidos. Antonio hace mucho tiempo, en mis recién cumplidos 15 años, Griselda hace muy poco.. Están mis padres, mis hermanas, el hijo de Vallendor y yo no habíamos nacido, obviamente menos los nietos de Don Juan Caruso, eran las primeras épocas cuando el Hotel San Luís funcionaba en todo su esplendor. Están entre otros los Colamarino, los De Anda, Alberto Serviolli (tan amigo de los Vallendor y de mis hermanos y primos), los Negro (propietarios del hotel en aquellas épocas) y no se encuentra en ella Don Juan, pues fue quien obviamente ofició de fotógrafo, pero si su esposa. Esa foto adornaba las paredes de “Itamaratí”,  como un homenaje de mis padres a sus amigos de siempre.

         Años después  cuando preocupados pues la nueva generación, la mía,  iba creciendo, yo ya contaba con 12 años por ejemplo, y no existía en el balneario que nuestros padres amaban, un lugar donde pudiésemos reunirnos, en el comentario entre ellos de lo necesario que era para nosotros un lugar de reunión,  Don Juan pensó que era la oportunidad de darle al balneario lo que le faltaba: UN CLUB SOCIAL. El tema era la sede, y allí la brillante idea de Antonio Vallendor, el juntar 100 vecinos quienes pusieran todos una pequeña cantidad de dinero para comprar el abandonado Hotel de San Luís, aquel en que todos ellos en su juventud habían disfrutado épocas inolvidables cuando era propiedad de la familia Negro. Así se embarcaron Don Juan, Antonio, su esposa Griselda y mi padre en la recorrida casa por casa de todo el balneario buscando interesar a los vecinos, y vaya si lo lograron. Aun recuerdo cuando salían juntos, en el auto de Antonio y yo los seguía en mi bicicleta roja en aquellas fructíferas visitas. En invierno y verano, nunca dejaron la tarea hasta juntar al fin el dinero necesario. Epocas de gente honesta donde se interesaba en una quijotada a los veraneantes del balneario, estos confiaban en hombre probos, y los hombres probos cumplían con lo acordado. DE BUENA FE, como dice mi padre en su breve crónica inconclusa.

         Le dejo también adjunto a esta primera nota, el diseño original del escudo del Club El Timón, lo encontré entre los papeles de mi padre. Este diseño es del año 1969, año en que se fundó el primer Club El TIMON en su sede original en el antiguo y querido, Hotel San Luís.

         Y me despido de ustedes acercándoles en el siguiente artículo, la historia del balneario  San Luís que mi padre había comenzado a escribir cuando falleció, se las brindo sin correcciones  y trunca, así como el la dejó

Breve cronología del Balneario San Luis de Canelones
Por Aníbal Rolando Arce Montini

         1752 América  comenzaba a salir de su siesta secular. Los barcos españoles transportaban oro hacia el reino “donde nunca se ponía el sol”. No todos los barcos llegaban. El Mar Dulce o Río de Solís se resistía a que se llevaran los tesoros americanos y por ahí quedaron “Nuestra Señora de la Encina”, “El Preciado”, “El Cachalote”…

         Pero allá, en España, más precisamente en Aranjuez, la tierra que inspirara el célebre concierto, alguien empezaba a interesarse por las tierras del Plata y hasta se creaba un “Juez Privativo de esas Provincias” quien ya en funciones le transfirió estos campos donde ahora se asienta San Luís a un propietario que los “hubo” por título expedido por el magistrado aludido.

         Desde entonces y en breve lapso de dos siglos apenas, “esos campos” pasaron de mano en mano, seguramente sin recibir una cariñosa mirada del propietario de turno, que supo ser quizás un señor feudal, un bizarro guerrero, una desconsolada viuda, un resignado presbítero que fuera instituido único heredero de la anterior propietaria y luego lo vendiera. Así, con algún desprendimiento, fue segregando alguna parcela, alguna hijuela. Siempre huérfanos de la mirada del amo, estos campos con el devenir del tiempo, del lento trajinar del tiempo llegaron a manos de una familia patricia uruguaya, que ahora sí, se toma interés por su heredad y le imprime un ritmo de progreso adecuado a la época. Y esta vez el ojo del amo comienza a engordar el ganado… Y dejaron de ser “esos campos”. Lo que sigue es reciente, contemporáneo y trataremos de glosarlo en esta crónica. Que tal es la presente y en ningún momento, tuvo pretensión de historia.

         En 1940, aproximadamente comienza en nuestros lares el “boom”, de los balnearios. Ya hasta el arroyo Sarandí, se habían delineado lotes a buen tren. Cuotas mínimas, hermosos planos con la ubicación del solar en las calles tal y cual a tantos metros de la playa. Las playas en realidad existían y muy buenas, pero el resto del “balneario” era un enorme campo amojonado con un par de calles insinuadas.

         Aquí, en el kilómetro 64 de entonces, estaba el fraccionamiento que se llamó “Balneario San Luís”. Para llegar por ruta, había que llegarse a Soca por la Ruta 8. Allí en Soca (ex Mosquitos) se tomaban todas las providencias con referencia al automóvil.

         Por allí surgió en ese entrevero, el “Balneario San Luís”. Un hermoso folleto impreso a 2 tintas, mostraba la belleza de una costa extensa, la rusticidad de unos pajonales, la practicidad de unas casitas prefabricadas que por $800 de la época le instalaban en el terreno que se adquiriera. Al dorso se hallaba un bien delineado plano del balneario con la delineación y nombre de las calles, y la indicación de algunos edificios: hotel, parador, plaza de las Américas, y finalmente una bien tomada foto de la desembocadura del arroyo “Bagre del Plata”. Honestamente los vendedores advertían a los adquirentes que; “cuando ya se encuentre en el balneario se iba a encontrar un campo en abundancia y pocas construcciones”, todo esto está para hacerse solo habían amojonado las manzanas y algunos terrenos.

         Así fue todo en San Luís, de BUENA FE, a nadie se engañaba. Hubo si muchos errores, terrenos mal marcado, construcciones fuera del área correspondiente, algunas en la vereda y hasta en la calle, pero fruto de errores e inexperiencia de los que marcaban en cada ocasión. Y se enmendaba el error de manera perdidosa para la empresa. De eso damos fe.

         Y comenzó la etapa del poblado. Comenzaron a surgir galponcitos, casillas, etc.

         Recordamos las primeras edificaciones. La casa que luego adquiriera el Cnel. De Anda, el chalet “Los Argentinos” que hiciera Don Olindo Colamarino, hombre radicado en Buenos Aires vinculado al quehacer espectáculo teatral, que se enamoró de nuestra costa llegando a manifestar que desearía terminar sus días en San Luís lo que para pesar de Dios así sucedió… Situada en la calle Misiones, frente al Hotel aún existe, aunque remozada por sus familiares.

         Casi simultáneamente se comenzó a erigir el Hotel San Luís, vigorosa edificación que a pesar de sus posibles cincuenta años y con sus muy pocas modificaciones se mantiene enhiesta en todo su esplendor. Tuvo la particularidad este Hotel, que antes de ser librado al público, ya colmaba sus instalaciones. Esto que parece inexplicable, es muy simple, al fondo del Hotel se habían construido unos galpones para instalación del personal y depósito de materiales y herramientas. Pues bien esos galpones fueron ocupados por turistas en sus dos primeras temporadas.

         Este Hotel cumpliría una importantísima función, múltiple función ya que todo lo que pudiera necesitarse se encontraba en el Hotel. Almacén de Ramos Generales, comidas, comilonas, banquetes de despedida cumpleaños, casamientos. No todo era negocio, si se precisaba prestada una olla, un mate con bombilla, tres sillas o una frazada para llevar a casa, no había problemas; el bueno de Oscar Negro y sus hermanos Juan y Omar estaban a la orden.

         Y comenzó a llegar gente al balneario a medida que fue tomando forma. Fue afincándose gente permanente, jubilados, obreros de la construcción que se disputaban los clientes y el pomposo título de “constructor” y que dieran lugar a recordadas anécdotas. Como el que para instalar un andamio y al tener un solo soporte para apoyar el tablón del otro lado usaba su yegüita… u otro (quizás el mismo) que al no poder armar un andamio optó por revocar una pared desde su caballo.

         Increíbles anécdotas de la época. El policía que prendió un delincuente y al no venir la superioridad a retirarlo cual lo prometido a la noche lo amarró a un árbol, para poder hacer su recorrida y  luego descansar, hasta el otro día. Dícese que a mediodía lo “desterró”. Lo llevó hasta la orilla del arroyo y le prohibió volver al balneario so pena de ejecutarlo y que para apresurar la retirada hizo dos disparos a “no pegarle”…

         Muchos personajes pintorescos que ya no están entre nosotros, que contribuyeron a la formación del centro poblado; trabajadores, muchas veces equivocados, pero honrados y leales, en el trabajo o recostados al mostrador, la segunda gran ocupación…

         Y comenzaron a surgir los comercios: la carnicería Oriental de un señor Carrasco que a la nochecita, terminada la jornada se vestía de traje, cuello y corbata y se dirigía a algún boliche o a alguna casa a cantar y a tocar la guitarra, que todas las noches lo acompañaba. El almacén de Gómez, allá en Misiones y Diagonal Perú. El matrimonio y dos hijas atendían comercio que estaba siempre surtido con todo artículo y fue posiblemente gran contribuyente al progreso. Y por ese entonces comenzaba a gestionarse la sociabilidad en el lugar. Un grupo de las familias pioneras formaron un esbozo de Club el “PAMAHI”, que reunía a los padres, madres e hijos, de ahí el nombre. También se creo una Liga de Fomento. Se hacían distinto tipo de reuniones. El 23 de febrero de 1952 auspiciado por la Liga de Fomento, hubo una función cinematográfica con Sandrini en pantalla. Los adolescentes se relacionaban y comenzaron algunos romances que culminaron en bellos matrimonios.

         Téngase en cuenta lo que era la época: Teléfono en Estación Lasala del Ferrocarril a distancia de unos 10 kilómetros. Luz a keroseno. Agua de manantiales. Diarios llegaban en escaso número y no todos los días. Radio la de algún automóvil, a batería, no se conocían los transistores. Poco bullicio… Comienza a gestarse la Colonia de Vacaciones de a Prensa que luego llenaría toda una época en el balneario con sus reuniones sociales, pero que luego por razones políticas se vio desmembrada. Pasada una larga época hoy A.P.P.U trata de reflotarla.

         Entre los nuevos pobladores, turistas llegaron entonces Juan Caruso, renombrado fotógrafo, Jefe del Diario El Día, quien se enamora del balneario con su esposa y su hijo, pasa a ser habitué de los fines de semana y cuanto tiempo libre tiene. Contagia con su entusiasmo a amigos y familiares y al poco tiempo debe cambiar la casa pues le resulta chica.

         San Luis continua progresando. Un vecino presta un servicio importante: con un pequeño ómnibus de su propiedad acarrea a los pasajeros que llegaban en ferrocarril a la parada Km 78 hasta el balneario, por un importe irrisorio. Ese Sr. Arturo trabajaba de taximetrista el resto de la semana. La Asociación de la Prensa logra de la Administración del Ferrocarril, la instalación de una parada muy próxima al balneario. EL Sr. Juan Belhot logra un permiso para instalar un servicio con dos líneas de ómnibus, Empresa La Tuna, la que con dos decrépitos ómnibus comienza el servicio que hasta entonces era servido solamente por un  coche de la empresa de Pando cuyo conductor era amigo de todos los pasajeros (coche 75 del Piojo). También se instala, aunque en La Tuna, un taxímetro, y se trae una línea telefónica desde La Floresta (pueblo) cuya postería era necesario levantar cada vendaval pero permitía estar en contacto con otros lugares. Luego se instalaría una Centralita Telefónica en Los Titanes. La luz eléctrica, domiciliaria primero pero poco después en las calles. El Servicio de ómnibus se racionalizaría, ya era un pueblo en marcha…

         Ya éramos mucho los vecinos amigos, todos nos conocíamos, todos nos ayudábamos. Ya eran comunes las reuniones familiares, las comilonas en reuniones, las pesquerías a la encandilada, Se instaló un ring de boxeo, luego un cine donde se estrenan importantes películas. Se erigió una capilla católica, un club de fútbol, comercios más importantes, estables; policlínica, comisaría pero faltaba un lugar público de reunión para las familias y sobre todo para los hijos que a medida que crecían se relacionaban y se juntaban.

EL TIMON

         Así lo vio Juan Caruso quien habían intervenido en todos los adelantos y las conquistas que hemos mencionado párrafos arriba, y en algunos que no menciono, como la Escuela Pública (Hoy Escuela y Liceo), porque a la apertura y pavimentación de calles, a la luz eléctrica domiciliaria y pública, el terreno para el deporte

Nota: Quedó inconcluso, pero así lo estaba el redactando, sin corregir aun, entre 1993-1994, le costaba ver, por ello iba de a poquito escribiéndolo en su máquina de escribir, buscando datos para completar los espacios en que pudiera su memoria hacerle una mala jugada. No llegó a terminarlo, pero hoy lo transcribo para el recuerdo de ese lugar hermoso que a tantos nos proporcionó momentos inolvidables. Y para vos Andrea, que tanto lo pediste,  aquí va la historia desde este escrito de tu adorado abuelo.

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