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Año V Nro. 392 - Uruguay, 28 de mayo del 2010   
 
 
 
 
 
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Ricardo Garzón

¡Salud al gran pueblo argentino!
por Ricardo Garzón

 
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“¡La superficialidad! He aquí  la condición más arraigada entre los argentinos del presente. La superficialidad es la síntesis de nuestras cualidades execrables. [...] Ella es el espejo en que el pueblo argentino contempla sus méritos exteriores, esos méritos exteriores que denuncian una absoluta vaciedad espiritual. Ella nos ha convertido en el pueblo más vanidoso de la Tierra. Aquí se vive en perpetua mise en scène, triunfa lo decorativo y se vituperan los valores éticos espirituales. [...] Aquí somos como ciertos propietarios que ponen todo el lujo de su casa en la fachada mientras el cuarto de baño carece de esenciales comodidades. La vida nacional está envenenada de exhibicionismo. Sólo admiramos lo exterior, lo que brilla, lo que deslumbra”.

         Sin vueltas, hace cien años, el escritor Manuel Gálvez, cuyos pensamientos no eran ajenos a la clase gobernante de entonces, ofreció esta visión crítica en el primer centenario de la revolución. Es decir, y soy a propósito redundante, hace exactamente cien años.

         Sin embargo, hace cien años el país vivía los festejos del primer siglo de los acontecimientos que determinaron la independencia de España. Argentina era observada por el mundo con cierta admiración: la capital tenía un millón doscientos mil habitantes y era la ciudad más grande de Latinoamérica y la octava del mundo.

         Hoy, los doscientos años encuentra a los argentinos separados entre ellos y del mundo inmediato que los rodea.

         ¡Hasta se han dado el lujo de mantener diferencias irreconciliables con Gran Bretaña y hasta con sus vecinos de frontera: Chile, con quien casi la Argentina va a la guerra en los años 80, y Uruguay, país que ha tenido que cargar sobrer sus hombros, durante todo su transitar por los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, un peso absolutamente insoportable, abusivo y estremecedor!

         ¡Qué lejos nos iríamos, si pudiésemos mudarnos, de tan desagradable como soberbia clase política de todos los tiempos!

         Una pelea interna, de gatos, exhibe hoy al mundo la República Argentina. Una presidenta empacada que antepone diferencias personales la alejó del Teatro Colón, lugar sagrado que acumula la mejor memoria colectiva de los argentinos.

         Bien hizo el presidente Mujica en no plegarse al despropósito de declarar hoy, 25 de mayo, feriado nacional, iniciativa propuesta en una muy mal entendida y peor comprendida solidaridad.

         ¿Por qué no celebramos como correspondía los doscientos años del primer Cabildo Abierto en setiembre de 2008?

         Saludamos al pueblo argentino, pero no a su gobierno, ni a su legislatura ni a su politizado Poder Judicial, órgano dependiente, de hecho, del Poder Ejecutivo.

         Festejamos la asunción de la Primera Junta, prolegómeno de la Declaración de Independencia del Congreso de Tucumán de 1816.

         Y traemos al tapete del presente, a través de las edades, las proféticas palabras del Presidente argentino Roque Sáenz Peña, pronunciadas en las jornadas mayas de 1910: "...protesto de todo hombre que se erige en providencia de los pueblos con agravio de mi fe republicana y del alto concepto de la democracia. Combato regímenes personales o banderas partidarias que no compartan verdaderos anhelos de partido. Veinte años ha, pudimos conformarnos con un caudillo, pero veinte años después el país no lo tolera".

         Como siempre, desde el principio de la historia común, "¡...al gran pueblo argentino, SALUD!"

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© Ricardo Garzón y Diario Enfoques para Informe Uruguay

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