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Año V - Nº 261
Uruguay,  30 de noviembre del 2007
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Julio Dornel

Idiota no es cualquiera

por Julio Dornel
 
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            Están en todas las profesiones, pero abundan en el periodismo y en la política deformando nuestra personalidad, haciéndonos creer que estamos por encima de la media del hombre común.

            Aún reconociendo que detrás de cada periodista o político  hay siempre un ser humano que trabaja, sufre y defiende en muchas oportunidades sus verdaderos ideales, debemos reconocer  que  es fácil encontrar también a quienes piensan ser los dueños de la verdad por el solo hecho de manejar la computadora, ocupar un cargo o tener a su disposición la cámara y el micrófono  que mal utilizados pueden causar males irreparables.

            En las últimas horas hemos recibido desde la ciudad de Treinta y Tres un correo que bajo el título de IDIOTA NO ES CUALQUIERA señala lo siguiente: Se necesita vocación y entrenamiento. Sea cual sea el empaque.  Porque hay  varias clases de idiotas: los invisibles y los que encandilan.

            Los  inoloros y los que apestan. Los insípidos y los que empalagan. Hay idiotas con toga e idiotas con botas. Hay idiotas de reciente  cosecha  y los hay añejados. Hay idiotas por conveniencia y hay idiotas por  convicción. Todo idiota, sin embargo, tiene su equipamiento básico: una  serie de rasgos peculiares que lo definen y lo separan del resto  de la  especie. El idiota típico, por ejemplo, no distingue colores ni matices. Ve el mundo en blanco y negro. Alimenta su discurso con dicotomías. Pobres y  ricos. Patriotas y lacayos del imperio. Buenos y malos Capitalismo y  socialismo. Bush y el otro.  El idiota practica el autoengaño. Cree que maneja a los demás... y  los  demás lo usan. Lo ponen, verbigracia, a dar insultos a un gringo  en tierra ajena, mientras el anfitrión voltea su estrabismo para  desentenderse.  O  algún analfabeto presidente, embutido en un poncho, le organiza un acto de  adulación para vaciarle la bolsa mientras habla.  El idiota no sabe lo que dice. Usa la lengua pero no el cerebro.  Le  rinde  culto a la consigna. Llama a formar "uno, dos, tres Vietnam",  sin  recordar  el sufrimiento que un solo Vietnam le causó al mundo. O grita a todo  gañote "Patria, socialismo o muerte", como opciones alternativas de  futuro. Como una amenaza enarbolada a los cuatro vientos, que deja  sin  espacio a quienes creen en la humanidad, la  libertad y la vida.

            El idiota no sabe sacar cuentas. Se mira en el espejo y grita "¡Somos dos!". El idiota, en efecto, asocia a su país con tres países  pobres y pequeños... y cree que el imperio está temblando. Venezuela, Cuba,  Bolivia  y Nicaragua se embarcaron en esa aventurilla que es ALBA.  Unidos  suman  unos 50 millones de habitantes. La mitad de los que tiene México. La  cuarta parte de los de Brasil. La sexta parte de la  población del  imperio.  Bush no se ha dado ni cuenta de que el ALBA respira. El idiota no sabe que los demás lo ven. Persigue al hombre de su  vida (si  no existiera Bush lo inventaría) por toda América Latina, y luego dice que  aquél lo anda buscando. Monta un show de bostezos y de  insultos en un  pequeño estadio de un barrio bonaerense y luego va a dormir en el  Sheraton  Hotel. Prédica y conducta por distintos  rumbos.  El idiota no tiene identidad política. En Argentina se proclamó  hijo  de Bolívar, de San Martín, de Tupac Amaru, del Che Guevara y de Perón. Cuando  visita Cuba es hijo de Martí. En Nicaragua es hijo de Sandino. En Perú, de Velasco. En la China, de Mao. Esa mezcla de padres tan disímiles tal vez sea responsable del desorden ideológico que el pobre idiota carga  entre verruga y ceja.  El idiota prefiere lo parejo. Le tiene miedo a la diversidad. Por eso  quiere un partido único donde todos complazcan sus caprichos. Y un pensamiento único que evite la comezón de la disidencia. Y un  líder  único  y eterno, cuyo dedo decida el rumbo del país.  El idiota no  asume responsabilidades. La culpa es siempre de otro. Del neoliberalismo. Del imperialismo. De la oligarquía. De los medios de comunicación. De sus ministros, incluso. Es un experto en el arte de lavarse las manos. El idiota se cree grande porque hay otros idiotas que  lo aplauden. El idiota se cree tigre de acero. El idiota no sabe que el acero  también se derrite.

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