Botnia: el equilibrio deseado
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por la Lic. Liliana Fernández Madero |
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La cuestión ambiental, cualquiera sea el ámbito de implicancia en que se considere, plantea básicamente un problema de equilibrio. Efectivamente, todo problema ambiental es consecuencia de la relación entre el hombre y su entorno, definido éste como el medio en que se verifica la actividad humana. El hombre pues, modifica permanentemente su entorno y las características del entorno en el que se mueven, definen la vida de los hombres. De esta relación inevitable e indisoluble, surge como prioridad la necesidad del equilibrio, medido en este caso, como la limitación que tiene la actividad humana, en cuanto a la preservación del ámbito en que se desarrolla. El conflicto ambiental surge, por lo tanto, cuando ese equilibrio se quiebra.
Existen parámetros o indicadores que miden el daño ambiental una vez ocurrido y que son el marco de referencia para diseñar medidas que mitiguen o corrijan ese daño. Existe asimismo la prevención ambiental o sea, la elaboración de estudios ambientales previos a cualquier proyecto, en los cuales se determina la posibilidad de daño ambiental. De la cuantificación previa de ese daño, surge ocasionalmente en dichos estudios, la recomendación de la no realización del proyecto analizado.
En el caso de la planta Botnia, se realizaron estudios ambientales previos que dieron luz verde al proyecto, con el diseño de las medidas de mitigación de impactos y su correspondiente forma de monitoreo posterior. Dicho monitoreo con la planta ya funcionando, debe medir permanentemente el estado de los factores ambientales existentes en el entorno , con referencia a los estándares que dichos factores tienen en el llamado estado cero o situación ambiental sin proyecto.
La cuestión Botnia, en consecuencia, se ha planteado en forma previa a la existencia de un impacto; se ha planteado ante la presunción de un impacto. El conflicto, por lo tanto, no es ambiental. No existe un impacto cierto causado por contaminación, sólo la explícita presunción del daño ambiental no revertido, pese al resultado de los estudios previamente realizados. La opinión pública, como en otros tantos casos, ha instalado la idea del daño, antes de que éste ocurra, sin la previa medición ambiental necesaria, sin la aplicación de las medidas de prevención y remediación recomendadas y sin el imprescindible monitoreo de los resultados de esa aplicación.
Nuestro país necesita encontrar una salida política al conflicto ya instalado, antes que una solución técnica a una esperada contaminación todavía no ocurrida, afortunadamente. Pero esta esperada salida política involucra diversos actores: los gobiernos de ambos países, la opinión pública de los mismos y el pueblo de Gualeguaychú y la provincia de Entre Ríos, que han recorrido ya un camino de difícil retorno. Esta instancia del conflicto trata de conductas, sentimientos, prejuicios e intereses políticos antes que técnicos.
Evidentemente la realidad está demostrando, a medida que pasan los días, que carecer de una política ambiental sustentable, respetada y mantenida por los gobiernos de turno, con un marco programático en el que se diriman los problemas ambientales, es un gravísimo error que podemos pagar muy caro en más de un aspecto.
Fuente: Fundación Futuro Argentino |
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