La verdadera historia de Groenlandia deja claro lo siguiente: no hay una emergencia climática, y por lo tanto no hay necesidad de legislar regulaciones draconianas sobre el uso de energía que afectaran dramáticamente casi todos los aspectos de nuestras vidas. Además, nadie ha demostrado que siquiera tenemos la habilidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono por la cantidad necesaria para evitar una porción substancial del calentamiento futuro de Groenlandia.