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El “NO” venezolano
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por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Las noticias fueron importantes para Venezuela y para nuestros países:
La propuesta de Hugo Chávez para reformar la constitución venezolana en favor de su curioso movimiento político, y para satisfacer sus ambiciones de megalómano, fue derrotada en las urnas.
La demora en publicar los resultados –pese a los sofisticados medios que se habían instalado para que se conozcan con rapidez– hacía crecer la inquietud. El fraude era uno de los fantasmas, que antes fue real y ominoso. Pero no había remedio, los resultados, inclusive antes de terminar el conteo de votos, mostraban esa tendencia irreversible por el NO, como lo dijo la autoridad electoral y Chávez luego lo repitiera. Desconocer el resultado hubiera dejado al descubierto la paranoia.
Hugo Chávez, visiblemente afectado por el rechazo del pueblo venezolano, habló por una cadena de televisión. Fue un berrinche contenido. Quiso mostrarse como el magnánimo que procura preservar la tranquilidad ciudadana; por eso, dijo, que prefirió dejar que se den a conocer los resultados que mostraban una tendencia irreversible en favor del NO, y que demorar su publicidad resultaba innecesario.
En su habitual verborrea esta vez fue posible advertir las verdaderas intenciones del autócrata en su peor hora política. Continuó con una velada y ominosa advertencia a sus adversarios: “que sepan administrar su victoria”. ¿Qué intenciones oculta esa recomendación –reiterada en su perorata por lo menos dos veces– de administrar una victoria?
Ni por asomo apareció la imagen del estadista, del demócrata, del político esclarecido, que acepta la voluntad ciudadana y que, por tanto, tiene el propósito de enmendar conductas y abandonar propuestas claramente rechazadas por los ciudadanos de su país.
Por el contrario, una buena parte de la incoherencia se orientó a probar que la abstención lo perjudicó y que, esta vez, favoreció a la oposición.
En fin, hubo admisión a regañadientes; no reconocimiento, ni aceptación de que hay otros caminos para su pueblo.
Sólo pudo advertirse el empecinamiento: anunció que no modificará una sola coma de su propuesta rechazada, dando a entender que, en el futuro, insistirá en su propósito de que en Venezuela se instale su confuso “socialismo del siglo XXI”.
Pero hay más: pronto se encontró el resquicio para ensalzar al autócrata; ministros y oficialistas bolivianos, se apresuraron en felicitar a Chávez por haber reconocido y aceptado su derrota. Esta es, se dijo, la prueba de que allí funciona la democracia; hasta un comentarista decía que hubo nomás democracia, pues de otra manera no se hubiese convocado al plebiscito. No hay tal. Lo normal en democracia es aceptar el resultado de las urnas y, si esto es normal, no hay motivo para la felicitación. Es que así se procura ocultar que el lamentable anuncio-aceptación de Chávez, se debió a que la presión ciudadana, pudo poner en serios aprietos al autócrata. Y en esta ronda de felicitaciones, se suma el retirado líder cubano. Vaya apoyo de quien en su país nunca permitió la disidencia ni aceptó la posibilidad de caminos políticos distintos.
No, no hubo actitud democrática en Chávez, sino retroceso táctico. El autócrata se agazapa para nuevas embestidas contra la democracia y contra su propio pueblo.
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