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San Ramón, parte III
La odisea del coche 172 y el “Caballo Fernández” por Luis Tappa |
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La tragedia de San Ramón dejó una enorme cantidad de secuelas a quienes debieron padecer la situación. Ya les conté el caso de la familia Garazzia, pero no vamos a hablar de estas cosas, que conocemos varias, porque no creo que sea oportuno escarbar en ciertas situaciones personales, de familias o gente, muchos de las cuales viven y, que por alguna razón, fueron partícipes de los acontecimientos.
Hace unos días recibí una agradable sorpresa, la hija de unas de las personas que, de una u otra manera tuvo que ver con este accidente y, formó parte del entorno y la situación que finalmente culminó en el desastre, se comunico conmigo por intermedio de Informe Uruguay.
Volver a incursionar en el tema no es sencillo sin pecar de reiterativo, aunque nunca lo he dejado de lado, tampoco es motivo para que estemos todos los días refiriéndonos al asunto.
No lo he dejado de lado porque es un tema que me ha apasionado desde siempre, ¿Por qué razón se preguntarán ustedes? Y yo les digo que por varias; una es que aunque yo era demasiado joven en esos tiempos, aún permanece fresco en mi memoria el tremendo impacto de la situación que se vivió por esos días, además, y a pesar de que nunca trabajé en ONDA, sí estuve allegado a la empresa por diferentes razones, principalmente por familiares y amistades.
¿Por qué razón me ha apasionado?, por las extrañas circunstancias que rodearon el accidente, muchas cosas que no me cierran quedaron en la nebulosa o no les encuentro una explicación razonable; también están las mil versiones que circularon por entonces, cosas que hicieron de este terrible suceso algo así como una leyenda.
Estoy hablando de algo que sucedió hace 51 años, para ser más exactos entre las últimas horas del 18, y las primeras del 19 de julio 1955.
Hay muchas personas memoriosas que aún recuerda el caso, otros han oído hablar del accidente y, existen quienes no lo saben.
¿A quien va dirigida la nota?, pues pienso que a todos, a los que lo vivieron, a los que lo recuerdan y también a los que nunca se enteraron lo que pasó ese fatídico día, o noche, mejor dicho.
Para ir ambientándonos en el tema que estoy tratando, les dejo los links de las dos notas que publiqué en esta página, ya hace casi dos años, cuando se iban a cumplir los 50 del terrible suceso.
Ver notas: Esta es la nota 1 http://www.uruguayinforme.com/news/29042005/29042005tappa.htm Esta es la nota 2 http://www.uruguayinforme.com/news/13052005/13052005tappa.htm
No es mucho lo que tengo de nuevo para contarles, pero si lo suficiente como para corroborar algunos datos y, algo de la historia de uno de los conductores que se vieron involucrados en el caso.
También hubo errores de información involuntarios precipitados por diferentes motivos, la prensa de la época fue uno de ellos, pero es algo totalmente justificable debido a las circunstancias que se debieron vivir.
Además de los errores en el nombre de pila del conductor, también se habló del coche, como el 173, 174 y hasta 175.
La “Ola marina” de ONDA Nº 172
Como recordarán quienes leyeron mis notas o, quienes las repacen o las lean recién, este era el coche que venía adelante y logró cruzar, en temeraria acción de su conductor, el puente sumergido.
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Stella M. Fernández
La hija del conductor y quien hace este relato
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En los diferentes medios de prensa, apareció el nombre del conductor del 172 escrito de diferentes maneras, y en casi en todos los casos, mal. Entre los propios compañeros que consulté hubo confusión con el nombre, ya que todos lo conocían como “El caballo Fernández, yo también me hice eco de esos errores.
El conductor que logró pasar se llamaba Honatorio Fernández, alias “El Caballo”, y por “El caballo Fernández” lo conocían todos. No Anatolio, Anatalio o Honorato., simplemente, Honatorio Fernández.
Así me escribía Stella M. Fernández
“Estimado Luis:
Usted ni se imagina cómo se me agolparon los recuerdos al leer su relato. Si bien yo no estuve presente en el accidente, nací en agosto del 57, mi madre iba junto con mi papá y siempre me contaban acerca del incidente padecido. Berruti!!!!!!!! Alias “El Tractor”, cuántos buenos recuerdos!!!!! Lamentablemente ya no tengo conmigo a mis padres, pero sí los recuerdos de los relatos”
La historia
“Nací dos años después del incidente, en el 57. Mi padre tenía 43 años cuando sucedió lo de San Ramón, él era de 1912.
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Honatorio Fernández y su hija Stella
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Según contaba mi padre, en la agencia de ONDA les dieron la orden se seguir y se les dijo que fueran por San Ramón, el 216 no venia muy lejos, ya que recuerdo que él (Fernández) decía haber visto las luces del otro coche poco antes de entrar al puente.
Aquel día, en el ómnibus de mi padre iban: mi mamá, embarazada de Víctor Hugo, mi hermano, que falleció el 22 de abril de de 1992 y mi otro hermano, Oscar, que tenía entonces 14 años.
Mucha gente venía durmiendo, y a los que estaban despiertos o, se despertaban cuando ya estaban cruzando el puente, se les pedía que se callaran para no despertar a los que dormían y evitar en lo posible que se produjeran escenas de pánico.
Mi padre recordaba que sintió en el coche el golpe que dio la cadena que cerraba el puente, al romperse, pero que no la vio por estar sumergida y siguió, dijo que veía una luz al otro lado del puente y, sin apartar la vista ni un solo instante de aquella luz que le daba una referencia, continuó la marcha hasta lograr salir.
Otra de las cosas que me contaba mi mamá, es que jamás pudo olvidar la gran impresión que le causó aquello, y recordaba permanentemente el ruido que hacían el motor y el agua, también los golpes contra el costado del coche, producido posiblemente por ramas de árboles o algún tronco que arrastraba la corriente.
Nunca escuche que hubiera abierto la puerta para embarcar agua.
Cuando mi padre finalmente logro salir, avisó que venía el otro coche detrás, luego siguió hasta la comisaría, bajó el pasaje y volvió con el ómnibus hasta el río, ya que estaba preocupado por su compañero que venía detrás y la gente que viajaba con el; ya se alcanzaban a ver las luces del 216 en la cabecera del puente sobre la otra orilla.
Es entonces que intenta entrar de nuevo en el puente inundado a socorrer a su compañero, pero no lo dejan, le dicen que el otro coche no esta en el puente sino que se detuvo en la cabecera y que no había problema; por más que insiste la policía no lo deja pasar y, decide volver a la comisaría por los pasajeros que había dejado allí.
El lugar estaba lleno de gente observando los acontecimientos, seguramente alertada de lo que estaba pasando, es entonces que se produce un hecho curioso; cuando mi padre se retiraba del lugar mucha gente lo aplaudía y felicitaba, mientras que otros lo insultaban y lo trataban de asesino.
Lo que pasaba, posiblemente, era que seguramente habían observado la arriesgada maniobra y, además, sabían que el 216 se había quedado enganchado en el puente, quizás lo culpaban de la situación.
Él vuelve a la comisaría, carga el pasaje y pone rumbo a Montevideo, al llegar se enteró de que el ómnibus (el 216) todavía estaba en el puente, sin caerse aún, pero ya no podía hacer nada.
Mi papá se retiró de la ONDA para jubilarse en el año 1970, y falleció el 2 de agosto de 1980”
Yo… a pesar de que mi padre no lo aprobaba y, siendo muy joven, logré entrar por mis propios medios en ONDA, trabajé durante algunos años en la empresa, en la sección “pasajes”
Hasta aquí, lo sustancial del relato de Stella, estuvimos largo rato charlando y repensando la situación que debieron vivir. Ella me comenta que siempre tuvo presente la situación por la que atravesaron sus padres y, también la inquietud de saber más, por eso es que ha buscado, en Internet, datos acerca de este acontecimiento que le puedan brindar más detalles de lo que sucedió.
Accidentalmente dio con una de mis notas y se comunicó conmigo.
En la Biblioteca Nacional están todos los diarios de la época, la información es profusa y las noticias y relatos se mantiene en primera plana durante muchos días; pero no es posible acceder al archivo si no se está registrado como investigador.
El acceso a cierto material ha sido restringido por causa de los inconcientes que han causado enormes daños a los testimonios gráficos que allí existen.
Yo mismo los he podido apreciar, gran cantidad de diarios con páginas enteras que faltan o, artículos completos o fotos, cortados con una gillette o simplemente arrancados a mano.
No es posible tanta maldad y, opino que esto justifica plenamente las normas de la Biblioteca.
“El Caballo” Fernández
A Honatorio Fernández se lo acusó de imprudente, y hasta se llegó a decir que el 216 se largó por su culpa, ¿Por qué cruzó?; se puede entender que la gente pensara así, pero teniendo en cuenta de que venía en el coche con toda su familia, pienso que se largó con absoluta confianza de que lo lograría.
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Carnét de Honatorio Fernández
En el año 1953, dos años antes de San Ramón, cuando ingresa como socio al club de ONDA
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Aún así, fue un enorme riesgo, un tremendo riesgo, pudo haber sido fatal, existen distintas versiones de la altura del agua sobre el puente, pero tomemos como dato la opinión de la mayoría de quienes estuvieron en el lugar, que opinaba que habría entre 50 y 80 centímetros de agua por encima de la calzada cuando cruzó el 172, y también que no había mucho para guiarse, la visibilidad era mala, era de noche y las barandas del puente estaban bajas.
Yo no estoy seguro si fue en Florida o en Tacuarembó, hay versiones de que fue en la agencia de esta ciudad donde se les dijo que tomaran por la ruta 6 para salir a Chamizo y luego a San Ramón. Esto pasó a medida que iban arribando los coches.
Pero lo asegura Stella Fernández, ONDA les dijo que debían ir a San Ramón.
Sabemos que eran varios, y en Florida se desperdigaron, algunos hicieron caso y siguieron por la ruta que se les había indicado, por lo menos tres, otros tomaron distintos rumbos y algunos salieron a El Tala y cruzaron, con agua pero sin problemas, claro, debieron hacer un montón de kilómetros más; o sea que, a partir de ese momento, los conductores de los distintos coches se la jugaron cada cual por su lado y, tomaron, equivocados o no, sus propias decisiones.
Eliseo Berruti, muy amigo de Fernández, y compañeros de ruta, ya que ambos, luego compartirían el mismo coche, el 237, en su turno habitual a Lazcano, me había dicho que este le había contado que, al iniciar el cruce, apuntó el faro piloto hacia una luz o un cartel que divisaba del otro lado.
Esto me lo confirma la hija al decirme que se guiaba por una luz, y sin quitar los ojos de la misma ni por un instante, siguió avanzando, por eso no vio que el 216 estaba entrando también.
El Caballo Fernández estaba considerado como un excelente conductor, jamás tuvo un accidente, se jubiló y retiro de la ONDA en el año 1970. Era un hombre grandote, corpulento, medía 1,90, Mt.
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Una reunión en el Club de ONDA, “El Caballo Fernández” en primer plano a la derecha
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Tenía 43 años de edad cuando sucedió lo de San Ramón, dos años más que en la foto del Carné, sin embargo también hubo distintas versiones sobre la edad de este hombre en aquel momento.
En esa excursión, además de la gente de la Tienda Aliverti y el Banco Montevideo, iban muchos de La Teja y el Cerro.
Stella me prometió buscar gente que haya tenido algo que ver o hubiera estado en alguno de los ómnibus, no olvidemos de que en el que se hundió se salvaron entre 15 y 17 personas, la mayoría jóvenes.
Decimos esto porque habría alguna discrepancia con la lista de pasajeros, entre la gente que salio de Montevideo y la que retornó.
Sería interesante dar con alguno de ellos para poder seguir ahondando en este lamentable suceso. No por morbo, por supuesto, no es eso lo que me mueve, pero sigo teniendo demasiadas dudas y sigo sin poder explicarme como los dejaron allí y tardaron tanto los intentos de auxilio. Otra cosa que no me explico es porque no se inició, desde la orilla de Florida e inmediatamente el rescate. No nos olvidemos que hubo quien salio caminando.
En fin, son demasiadas cosas que no han quedado claras, lo que si sabemos es que, como siempre, la burocracia le gano a la razón y, en esta oportunidad, a la vida.
Las consecuencias están a la vista.
Vieja costumbre entre los conductores la de ponerse sobrenombres
Como dato final y para darle un tono menos trágico a esta nota les cuento que, Eliseo Berruti entró a trabajar en ONDA poco después del accidente y se hizo muy amigo del “Caballo” Fernández.
Berruti trabajó como chofer de la grúa los primeros meses, pero luego Fernández lo pidió en gerencia para trabajar con él en la línea a Lazcano, así pasó Berruti a ser compañero y compartir el mismo coche con Fernández, y siguió en la línea de este después que Fernández se jubiló.
Pues a Berruti le pusieron y, pasó a ser, “El Tractor Berruti”,
¿Por qué razón?, sencillo, porque apareció después del “Caballo”.
La Onda, su gente, sus pasajeros
Cuantas cosas para recordar…
“El Tractor” Berruti caminando en un Centella a 150 Km. por hora y en un sinuoso camino de balasto, intentando desesperadamente llegar a tiempo para salvar la vida de una pasajera que se les moría por el camino, lamentablemente llegó tarde igual.
“El Caballo” Fernández cruzando el enfurecido río Santa Lucía con 40 pasajeros y toda su familia a bordo, de noche y lloviendo, una enorme correntada y con un metro de agua sobre un puente sin barandas
¿Grandes historias?... ¿Pequeñas historias?
No… ¡simplemente historias!, de las tantas que han adornado la trayectoria de la empresa de transporte carretero más querida y representativa que hubo en nuestro país.
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Desfile de ómnibus de ONDA por Montevideo
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Durante muchísimos años, los veloces galgos que recorrieron los caminos de nuestro Uruguay y, llegaron a todos sus rincones, dejaron, en quienes los conocimos y hasta viajamos infinidad de veces con ellos, recuerdos imborrables de un tiempo que pasó.
La historia de ONDA no volverá a repetirse, esa misma historia esta jalonada de hermosos momentos y también de muchos terribles acontecimientos, pero no olvidemos que en aquellas épocas las carreteras y la seguridad no eran como las de hoy.
Mucha gente murió en trágicos accidentes.
Pero también muchísimos conductores y guardas perdieron la vida en las carreteras de nuestro país.
Fue el precio que se tuvo que pagar por hacernos viajar cómodos y rápido.
Pero lo que nadie podrá quitarnos de la mente, es el imborrable recuerdo de aquellos ómnibus, su presencia en las carreteras y caminos como parte indisoluble del paisaje, el ruido característico de sus motores, la gentileza de su personal y el elegante e impresionante andar de aquellos majestuosos GMC.
Para todos ellos, unos y otros, un recuerdo grande, emocionado… y, mi más sincero homenaje a quienes dejaron sus vidas trabajando en el camino.
Mil anécdotas y acontecimientos quedarán sin contar.
Para la gente del interior, principalmente, “La Onda” fue parte importante e imborrable de sus vidas
Homenaje
El 14 de abril de 2005 en la asamblea ordinaria de la junta departamental de Montevideo, Acta Nº 1180, se votaba por unanimidad el decreto Nº 31.250, en el cual se aprobaba colocar en la fachada de su local social, sito en la Avenida Agraciada Nº 2885, una placa en homenaje a todos los funcionarios de onda.
En la misma sesión hubo emocionados recuerdos para esta querida empresa por parte de diferentes oradores y se propuso levantar un monolito en homenaje a los que perdieron la vida en el cumplimiento de su deber.
Fuente: http://www.juntamvd.gub.uy/actas/indexados/sesion_050414.htm
En una de las fotos, verán parte de los desesperados intentos del personal buscando apoyo para evitar el cierre de la empresa y, así, con todos los coches desfilaban, un lejano día, por la Avenida Agraciada.
La foto fue tomada por mí desde la azotea de un edificio de 10 pisos en que vivía entonces.
Siempre no hemos preguntado que oscura telaraña se fue tejiendo en torno a ONDA para que terminara como terminó.
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