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Bolivia, de la crisis política a la crisis económica
por Fernando Molina
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Bolivia parece otro país. Por primera vez en meses y meses, las portadas de los periódicos "abren" con un tema económico: el cambio del presidente del Banco Central por Gabriel Loza, un economista ligado al gobierno pero con más autonomía técnica que su predecesor, elegido a posta para enfrentar la crisis financiera mundial.
La preocupación de la mayoría ha pasado de la confrontación interna que paralizó al país por años -y que se resolvió finalmente, a favor del gobierno, el mes anterior- a las amenazas económicas que se tornan cada vez más concretas. La gente sale menos, gasta con mayor prudencia. Por precaución, trastoca sus ahorros en dólares, lo que ejerce presión sobre el tipo de cambio, que el Gobierno -intervencionista como es- quiere mantener fijo, lo que hasta ahora le ha permitido asegurar un flujo de importaciones baratas y apagar los ardores inflacionarios.
Pero los productores de los bienes importados, Argentina, Chile, Perú, Brasil, están depreciando sus monedas y por tanto volviendo contraproducente esta política. Las exportaciones de los países vecinos, que contabilizadas en dólares se hacen más baratas, tienden entonces a aumentar, lo que puede desplazar a las empresas bolivianas del pequeño mercado interno -como ya ocurrió hace un poco menos de una década, luego de la crisis asiática.
El congelamiento del tipo de cambio también puede implicar otra desventaja: disuadir a los agentes económicos de vender dólares para, en cambio, colocarlos en el mercado negro o sacarlos del país; si esto ocurriera, la depreciación del boliviano, aquí siempre asociada a la inflación, se tornaría inevitable.
Por estas razones, es probable que una política cambiaria más flexible fuera mejor, pensando en abstracto. Pero no parece tan fácil adoptar un tipo de cambio flexible y, al mismo tiempo, "hacer la revolución" (aquí la política, que había salido por la puerta, retorna por la ventana). Las autoridades financieras temen que una fuerte caída del valor del boliviano produciría una estampida hacia el dólar y una gran fuga de divisas, lo que a su vez haría imprescindible adoptar medidas de contención tales como limitar la convertibilidad del boliviano, medidas que desestabilizarían al actualmente sólido sistema crediticio.
¿Hasta cuándo el Banco Central podrá mantener fijo el precio del dólar? Dependerá de la cantidad de divisas con las que pueda contar; de la habilidad que tenga, el Banco y el Gobierno, para evitar sacudones capaces de causar pánico; del ritmo de la crisis mundial y sus efectos en los países vecinos. En cuanto a lo primero, está claro que, por la rebaja de los precios internacionales de nuestras exportaciones, el ingreso de dólares irá para abajo. Más allá de sus efectos cambiarios, este fenómeno está disminuyendo la solvencia del fisco, que anuncia, por primera vez en tres años, que tendrá déficit en 2009.
¿Alcanzarán para financiar este déficit los préstamos de los "países amigos" (léase Venezuela), que por supuesto tienen sus propios problemas? En este momento, luego de haber expulsado al Embajador de Estados Unidos y suspendido a la DEA, Bolivia no la tendría fácil para conseguir financiamiento de los organismos multinacionales, donde, sabemos, la palabra de Washington es muy importante.
Frente a una situación así, seguramente usted o yo decidiríamos reducir rigurosamente nuestros gastos. Pero por supuesto que no es así como gobiernan los populismos. Más probable resulta, en el corto plazo, la estatización de la administración de los fondos de la seguridad social, siguiendo el ejemplo argentino. Estos fondos ascienden a la nada despreciable suma de tres mil millones de dólares y, además, son los principales acreedores del Estado.
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