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Año V - Nº 264
Uruguay,  14 diciembre del 2007
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Luis Tappa

La Marabunta

por Luis Tappa
 
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            Estamos en los primeros días del mes de diciembre y ya se comienza a notar la presencia de turistas, no son muchos todavía, pero principalmente en los fines de semana se los puede ver por estos lados.

            Tienen muchas formas de marcar su presencia, pero con ellos, siempre vienen el ruido, los automóviles y la música bochinchera.

            No se como serán los turistas en otros países, pero en el nuestro es turismo predador, no respetan nada, solo piensan en divertirse y pasarlo lo mejor que pueden, aunque esto signifique dañar el medioambiente o la naturaleza, ¡Total! ellos están de paso, vienen, se van y no saben si volverán, ¡Nada les importa!

            Pero el paso del turista deja huellas indelebles en el paisaje y el ambiente, ¡No para bien justamente!

            Con el turismo, en esta parte del país, los que realmente se hacen la “pelotita” son los Free Shopp, negocio redondo para ellos, amasan fortunas. Después están los otros, los que creen ganar unos flacos pesos alquilando sus casas, de estos hay a montones, todos quieren aprovechar la bolada, pero con mucha suerte alquilarán 30 días salteados en todo el verano, porque el tiempo se redujo drásticamente para los turistas, no es barato, y en la mayoría de los casos los alquileres no pasan de 5 o 6 días corridos.

            Distinto es el tema para el que vive acá todo el año, que cuando llega esta tan ansiada época se ve invadido por todos lados en su privacidad y su tranquilidad, son esos que nacieron y vivieron acá permanentemente, o se vinieron buscando paz, tranquilidad y vida saludable, cosas que las grandes ciudades no le pueden ofrecer.  

            El turista es absolutamente incapaz de apreciar y disfrutar del remanso y la paz que puede ofrecerle una naturaleza maravillosa, él no viene a descansar, es así como, montados en sus automóviles y con los equipos de audio a todo volumen recorren calles y hasta las arenas de la playa en busca de emociones, ¡Vinieron al lugar equivocado!

            La naturaleza les brinda la mejor de las músicas, pero como no la saben oír hacen gala de sus ruidosas equipos de audio o del sonar de sus motores, solo para acompañarse del ruido al que sus atrofiados oídos están acostumbrados, y del que no se pueden desprender ni escapar, ni siquiera para escuchar los ruidos del silencio, el canto de las pocas aves que van quedando o el del mar.

            Todo eso está ahí, a disposición, pero no lo ven, no lo oyen, no lo sienten.

            Vienen del ruido, traen el ruido y vuelven al ruido.

            La civilización con todos sus adelantos ha llegado, la gran ciudad se ha trasladado por poco más de un mes a los recónditos y pocos sitios de paz y naturaleza que van quedando en el mundo, ¡Pero es peor que esto! porque con ellos viene toda su basura.

            Bolsas de nylon y embases plásticos de todos los tamaños formas y colores quedan abandonados sin remedio.

            Bajar a la playa descalzo es un peligro inminente, si no tenemos cuidado seguramente nos abriremos un pié con los trozos rotos de una botella de vidrio, que luego de vaciado su contenido los energúmenos de siempre se divierten en romper para luego dejar los restos abandonados en las arenas de la playa, y lo hacen sin conciencia, sin pudor, sin ni la más mínima consideración por el daño que pueden ocasionar.

            Recién comienza diciembre y ya, principalmente los fines de semana, el tránsito sobre la playa es más digno de 18 de Julio, nuestra principal avenida en Montevideo, que de una natural y maravillosa playa oceánica, imagínense lo que será más a fin de año, y en enero sobre todo.

            Es así como vemos en la playa transitar y contaminar impunemente a todo tipo de vehículos, motos, autos, camiones y camionetas, también jinetes y carros tirados por caballos que dejan “adornada” de graciosa y perfumada bosta las finas arenas.

            Les puedo asegurar mis amigos que está más limpia la playa de Pocitos que las ayer puras e impolutas playas de la Barra del Chuy, hoy convertidas en inmundos basurales a lo largo de toda la costa.

            Entre tanta porquería que encontramos podemos observar paños higiénicos femeninos, pañales desechables llenos de mierda, condones, latas de bebidas de todas las clases y marcas, bolsas de nylon, restos de sillas, sombrillas, comida, botellas, pilas y hasta pedazos de ladrillos y ticholos con sus cantos redondeados y gastados por el mar, vaya uno a saber como fueron a parar a la costa.

            Me hace acordar  al Juez que fue a al rancho del viejo Vizcacha cuando este se murió, (del libro Martín Fierro) “Temeridad de trebejos que para nada servían”… “Y en tan tremendo entrevero apareció hasta un tintero que se perdió en el juzgado”

            Pero hay otro fenómeno digno de mencionar, los cuatriciclos y vehículos livianos todo terreno con los que los mal divertidos aprovechan para subir y destrozar los médanos, prácticamente aplastándolos, no hay vegetación que resista tanto atropello y… ¡Carreras de autos en la arena! Sí, caro lector, como lo leyó.

            Estas cosas que suceden están en pleno conocimiento de las autoridades locales, pero que por atraer el turismo le restan importancia y no se hace nada para evitarlo a pesar de las mil denuncias que se han hecho. Existen dos o tres “bajadas” para los vehículos, una de ellas bien cerca de la Prefectura.

            Entre tanta cosa tenemos los buscadores de almejas, otro de los deportes que se practican aquí, por lo general son los “nenes” que, ante la pasividad de sus padres, escarban  dejando profundos hoyos para recolectarlas, estas almejas irán a parar a un balde donde luego, indefectiblemente, se pudrirán y serán arrojadas, seguramente en la costa de nuevo.

            Una muestra más de la civilización, otra muestra más de la cultura turista.

            El verano es la más hermosa época para disfrutar de un lugar tan privilegiado, pero hablando con gente que vive acá desde hace muchos años, es muy común oírlos decir que desean que pase rápido para que desaparezca el turista.

            Desde hace mucho que deseo recibir una Navidad sin ruidos, ni bombas ni sirenas, Bueno, dije: “Al fin me voy a dar el gusto”, ¡Es inútil!, me cuentan que aquí tampoco hay Navidad sin cohetes.

            Aunque mucha gente del lugar lo hace, los más “tirabombas” por lo general es el turista, es la gente de las grandes ciudades que traen sus costumbres a cuestas, no se pueden desprender ni siquiera de las bombas para pasar una Nochebuena en paz.

            Así escribía en diciembre de 2005 http://www.uruguayinforme.com/news/30122005/30122005_tappa_navidad.htm

            Turismo predador e irrespetuoso, ¿Que les hace pensar a estas personas que pueden hacer lo que quieran? Solo la tolerancia de las autoridades, que en aras de un turismo mal entendido les permite libertades que atentan contra la naturaleza y la tranquilidad de un lugar que no merece este trato.

            Se meten por todos lados, no respetan nada, el fin de semana último pararon en un coche frente a mi casa y se metieron para el fondo que da a un monte, tuve que “invitarlos” a retirarse y hacerles notar que era propiedad privada.

            Para agregar “Un tocco di clase e reffinatezza” La junta local no tuvo mejor idea que colocar una estatua de arena y pórtland que alguien amasó a mano y cuchara, luego pintó de azul y le dieron el nombre de Iemanjá, un esperpento que rompe los ojos y la policromía del lugar.

            Esto, que fue instalado con fines turísticos, no es otra cosa que un resabio importado de la cultura afro-brasilera, con muchos seguidores, producto del miedo y la desesperanza con que se vive en este mundo caótico.

            Hoy la gente se prende de un cable pelado si cree que con le va a ir mejor, es así entonces como se llega a practicar la cultura de la incultura patrocinada por la Junta local.

            Nos resulta incomprensible que ese mamotreto sea motivo de atracción turística, sin embargo vemos todos los días llegar ómnibus y coches para observar esta curiosidad como si se tratara de la octava maravilla del mundo.

            Luego de cada 2 de febrero los camiones de la comuna deben hacerse presentes en el lugar para recoger las toneladas de inmundicias que dejan desparramadas los seguidores de este personaje de ficción, representante genuino de antiguas culturas africanas que han llegado hasta nuestros días de la mano de paes y maes, que en medio de su suprema ignorancia y de palabras irreconocibles para nuestro idioma, conjugan esoterismo y brujería como forma de droga para enfrentar la vida.

            Iemanjá… ¡Tan lejos del razonamiento y tan cerca de mi casa! Está a unos 500 metros y es algo a lo que estoy condenado a ver todos los días, porque la observo desde mi ventana, a la distancia.

            ¿Pero de que nos vamos a asombrar? Si somos un país importador, y a tal extremo que también importamos costumbres ajenas, como la noche de Halloween que nos mandaron los americanos del norte, algo que a su vez ellos se llevaron de Escocia.

            Casi sin querer me topé con Eduardo, un biólogo coloniense desde hace 5 años aquerenciado en este lugar, vino buscando lo mismo que yo, pero está muy desilusionado y todos los meses de enero se va para evitar la muchedumbre y el atropello que se juntan por esos días.

            Me habla de la mugre que hay, de las carreras de coches por la playa, la contaminación y el peligro que ello significa, también de la cantidad de denuncias, incluso por escrito, que ha hecho y de la poca pelota que le dan.

            Hace mucho tiempo que no baja más a la costa, ahora se quiere ir del todo, podrido de tanta civilización y tanto turismo.

            Hombre entendido en el tema, también me habla sobre los agrotóxicos que han invadido la zona y, lentamente, están matando toda forma de vida animal.

            Se introdujo la Acacia, pero detrás apareció el “cortador”, y ya es frecuente oír a lo lejos el bufido rabioso e irreverente de las moto-sierras, cortando y trozando; es más barata la leña de acacia, porque es gratis y está ahí, solo hay que cortarla para vender.

            No pasará mucho tiempo antes que desaparezca, en forma definitiva, hasta el último vestigio natural que va quedando de la costa de Rocha, y no tenemos el derecho de quitarles a nuestros hijos la maravilla de tan esplendoroso lugar.

            Es el progreso, y por sobre todo el turismo, ¡Claro!, a algunos les va bien con él y la hacen “grosa”, pero son los menos, la mayoría la mira pasar.

            Este es un turismo de Free Shopp, porque el turista que viene por estos lados es “gasolero”, si les sobra algún peso lo gastan en chucherías en esos lugares donde solo venden productos Made in China con nombres de marcas famosas.

            Pero los que se llevan todo son los brasileños, vienen en auto o excursiones, no tienen época del año ni vienen a hacer turismo, llegan, compran y se van; los fines de semana son montones de ómnibus apilados en la internacional, todo un espectáculo.

            Así estamos.

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