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Un país centrado
por Luis Alberto Lacalle Herrera
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La posición óptima del péndulo es la de reposo, cuando canceladas las fuerzas que lo hacen recorrer su trayectoria de un lado a otro, permanece en el exacto medio, ni hacia un extremo ni hacia el otro, en el punto de equilibrio. Posición más fácilmente apreciable en el mundo de la física que en el de la vida social, pero de todas maneras un ideal a intentar lograr cuando de los asuntos humanos se trata.
Ideal quizás inalcanzable pero meta que encamina los pasos y fija el rumbo, punto de atracción magnética para la brújula de las comunidades humanas que navegan en el mar, pocas veces calmo, de la realidad. Así podrá decirse de un país que está centrado, que se encuentra en equilibrio, cuando se aprecie por sus habitantes que la correlación de fuerzas e intereses sociales que actúan en él están más cerca de ese ideal punto de equilibrio, nunca logrado en su plenitud pero cuya aproximación se procura.
Vienen a cuento estas reflexiones a partir de los contactos que hemos tenido en estos últimos días con la opinión pública, con los vecinos de un puñado de localidades en ocasión de la que hemos llamado la gira de "la otra campana", durante la cual hemos procurado ser la contracara de las opiniones del Presidente Vázquez quien se encuentra empeñado en recorrer el país "pueblo a pueblo", señalando los logros de su gobierno.
Han sido todas ellas ocasiones de asambleas populares caracterizadas por un gran respeto, por una actitud de escucha atenta y crítica que habla muy a las claras de una civilización política que debemos cuidar como un tesoro.
Notoriamente se acercan a nuestra tribuna ciudadanos afines a nuestras ideas pero también lo hacen -y con ello nos honran- quienes no participan de las mismas -nos lo dicen antes o después del propio acto- pero que escuchan atentamente. Poco a poco hemos afinado un concepto que es el que despierta una mayor adhesión por medio del aplauso y que es el que queremos compartir con nuestros lectores.
Decimos y cada vez lo creemos más, que dentro de nuestro país se está gestando en la opinión pública un gran centro mayoritario que quiere y busca que las cosas desde el punto de vista gubernativo se hagan bien, sin importar mucho quien las haga, que se logren los mejores resultados sin averiguar demasiado de donde provienen las iniciativas, un centro pragmático ávido de logros, de seguridades y de actos positivos. Se entusiasma ese auditorio cuando se mencionan estas metas, es palpable un deseo de encaminamiento en la dirección correcta, muchas veces más intuida que conocida, esperada pero aún no reconocible. No hay duda de que si hablamos de la complementación necesaria de los conceptos de libertad y de orden tocamos un punto sensible de la actualidad. Pero cuando afirmamos que debe de saldarse el déficit de la actual administración que no ha sabido ejercer la autoridad con mano firme para prevenir y perseguir el delito, encontramos un eco de entusiasmo que nos indica que por ahí discurre el camino deseado.
Cuando vamos en el sentido de afirmar que en las relaciones laborales no hay lugar en la actualidad para la "lucha de clases", de señalar que las relaciones de trabajador y patrón son convergentes y por ende llegan en algún punto a ser comunes en el interés de la prosperidad mutua, advertimos que se asiente con la mirada o con las palmas.
Cada vez que opinamos que no hay mayor libertad para el trabajador que la abundancia de oferta de empleo y por lo tanto una situación en la que se elige entre más de una oportunidad laboral, y que por ello la prioridad absoluta es la adopción de medidas que facilitan la generación de esas plazas de trabajo, estalla un aplauso.
Podríamos seguir pero el lector advierte el terreno que estamos transitando. Seguramente logrando también su asentimiento, su coincidencia en estos puntos que nada tienen de excepcional sino la muy pedestre y sensata sabiduría que de ellos mismos proviene.
Se necesita una visión desde el centro, desde la ubicación que mira las cosas en la perspectiva total y abarcante de sus matices, que no nos condicione a esquemas rígidos. Por supuesto con la noción de que para el logro de ese centramiento es preciso desandar el camino sesgado y torcido, recuperar con humildad el justo medio, aunque para ello haya que reconocer los propios errores y destejer lo que laboriosamente se tejió.
Implica un renunciamiento a la fácil categorización de buenos y malos, por supuesto que incluyéndonos automáticamente entre los primeros. Si algo se va logrando es derribar las barreras maniqueas que polarizan con intención de enervar, de cosechar por la vía el trazo grueso, de la descalificación del otro. No, el rumbo va por otro lado, las aguas buscan otro cauce, el de la natural composición de intereses. El péndulo busca empecinadamente el punto de equilibrio y nosotros, los ciudadanos, nos sentimos más libres y cercanos entre nosotros mismos. Fresca nueva sensación de grandes mayorías, sólidas en su base y capaces de positiva floración en sus logros…
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