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Ambientalismo psicótico
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por Raúl Seoane |
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El mundo cambia. La vida misma va cambiando. Lo que consumimos hoy no lo consumíamos cincuenta años atrás. Lo que pensamos hoy no es lo que pensábamos hace tiempo.
En 1970 la población mundial era de 3.000 millones de habitantes. Hoy, en el 2007 somos 6.400 millones, y se calcula que para el 2050 seremos más de 9.000 millones.
Ese cambio hace que nuestro mundo nos quede chico. Degradamos el ambiente y creamos una polución incontrolada, de la que nadie se preocupa, salvo cuando aparecen los agoreros del cambio climático o del fin del mundo.
El hombre es polución
Se ha iniciado, desde algunos años atrás, una conciencia ambiental muy fuerte, pero en muchos casos exacerbada en demasía. No encuentro una explicación razonable para esto, salvo mi creencia, equivocada o no, de que los medios de comunicación desesperados por el maldito “rating” nos muestran lo peor de nuestra civilización y no nos dan la razón del por qué.
Desde que nacemos dañamos el medio ambiente, lo modificamos, lo adaptamos a nuestras necesidades. El hombre, de por sí, es el principal agente de polución. No es necesario irnos lejos para verlo. Nuestros detritus, en la mayoría de las ciudades del interior del país, van directamente a los ríos y arroyos sin ningún tratamiento previo, generando una contaminación que en muchos casos resulta altamente peligrosa. Si nuestros gobernantes lo quisieran, esto es solucionable y hasta beneficioso para la vida, pero como es algo que no genera dividendos electorales, ni siquiera lo intentan.
En 1970 la población mundial era de 3.000 millones de habitantes. Hoy, en el 2007 somos 6.400 millones, y se calcula que para el 2050 seremos más de 9.000 millones. Esta es una de las principales causas de la polución ambiental, el hombre mismo.
- Necesitamos más comida, se plantan más alimentos y por ende se necesitan, hervicidas, insecticidas, etc.
- Necesitamos más papel, se construyen plantas de pulpa de celulosa.
- Necesitamos energía, utilizamos el petróleo
- Se agota el petróleo, buscamos la alternativa del hidrógeno, los biocombustibles, la energía solar.
Cada día necesitamos más para seguir viviendo y cada día somos más.
Si comprendemos que la principal causa de la polución ambiental es el hombre, si vemos que el crecimiento mundial se multiplica exponencialmente, ¿debemos matar a los hombres que sobran para que no continúen polucionando el planeta? NO, debemos buscar soluciones que minimicen esa polución.
Las buenas noticias tienen muy pocos renglones en los medios de comunicación, pero si estas son catastróficas las páginas y los segundos no alcanzan para informarlas. Es que los desastres y las tragedias venden mucho más.
Esta misma concepción se puede adaptar a la colectividad científica y a muchas de las organizaciones ambientalistas que hoy pululan por el mundo. Un ejemplo típico de esta mercantilización de los miedos es Greenpeace, que hace pingües negocios recaudando fondos para su “¿justa?” causa. Ejemplos de ello hemos publicado muchos, por lo que no necesitamos escribir más sobre este mercantilismo verde.
Hace cierto tiempo, leí un artículo de un científico que aseguraba que el calentamiento global se solucionaba eliminando a la mitad de la población actual y no permitiendo su crecimiento, ya que la polución y el calentamiento global es la consecuencia lógica del crecimiento poblacional.
Ya en 1798 –no, no tipeé mal la fecha- Thomas Malthus en su Primer Ensayo sobre la población decía que “[…] la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. La población, si no encuentra obstáculos, aumenta en progresión geométrica. Los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética. Basta con poseer las más elementales nociones de números para poder apreciar la inmensa diferencia a favor de la primera de estas dos fuerzas”.
Si no tomamos conciencia de que el desmesurado crecimiento poblacional es el gran problema que tenemos que enfrentar, la propia naturaleza y las defensas naturales de nuestro planeta y del propio sistema cósmico global van a generar los anticuerpos necesarios para normalizarlo.
Ambientalismo Exacerbado
Muchos de los remedios que se buscan para el calentamiento global y la conservación de nuestro planeta con reglas ambientales, son peores que la enfermedad.
En artículos anteriores hemos demostrado que muchos adelantos científicos fueron relegados debido a su supuesta peligrosidad y que con ellos hubiéramos logrado reducir enfermedades.
En un artículo publicado en el Informe Uruguay Nº 220, mostraba ejemplos de estos desatinos medioambientales a los que nos lleva el mercantilismo despiadado de muchas organizaciones ambientalistas.
Este exacerbamiento por la defensa del medioambiente intenta retrotraernos al siglo XVII, buscando cerrar fábricas contaminantes, cuyos productos son necesarios para el bienestar de la humanidad, en lugar de buscar métodos para que no contaminen, o que esa contaminación sea tan pequeña que no resulte un problema.
A la aspirina, gran invento del siglo pasado que permite curar muchas enfermedades además de aliviar los dolores, a nadie se le ocurriría catalogarla como peligrosa, y sin embargo lo es. Si tomamos mucha cantidad de este medicamento podemos terminar con gastritis, úlceras abdominales, arritmias cardíacas, etc., pero tomando la cantidad justa es un gran analgésico.
Salvando las diferencias, esto mismo está pasando con los defensores del medioambiente. Las dosis con las que nos quieren concientizar y su desmedido intento de eliminar todo lo que pueda contaminar, está haciendo el mismo efecto que tomar veinte aspirinas y esperar que no nos dañe el organismo. El ambientalismo exacerbado ataca a la aspirina sin sopesar sus beneficios terapéuticos, en lugar de buscar soluciones para ingerir la dósis justa.
Piénselo, es un buen ejercicio para las neuronas y no contamina.
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