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Año V Nro. 370 - Uruguay, 25 de diciembre del 2009
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No pasa mucho tiempo sin que se difundan noticias terribles sobre el régimen de los ayatolás de Irán. No se trata solamente de su empecinamiento en desarrollar armas nucleares, como lo viene denunciando el gobierno de Estados Unidos desde el tiempo de la administración de George W. Bush y, ahora, Barack Obama, sino también su fundamentalismo despótico y la intolerancia de su “eclesiocracia”. Son ejemplos de su extremismo fundamentalista la insistencia de que hay que eliminar al Estado de Israel; la persecución de los baha’is, judíos y cristianos; la condena a muerte –ofreciendo el paraíso a quien lo asesine– del escritor Salman Rushdiem, autor del libro “Versos satánicos” que lo convirtió en el fugitivo más célebre del mundo; la condena a seis años de cárcel del ex vicepresidente Mohamed Ali Abtani, por su participación en las masivas protestas contra la reelección fraudulenta del presidente Mahmud Ahmadineya; el asesinato del “Ángel de Irán”, Neda Salehi Agha Soltan, ya convertido en el símbolo de la libertad para los miles de iraníes; la conexión iraní en los atentados terroristas contra la embajada israelí y la AMIA en Buenos Aires con más de un centenar de muertos y heridos; la persecución violenta a cualquier clase de disidencia y un larguísimo etcétera. No hay duda: la eclesiocracia de los ayatolas no es democrática; es despótica y cruel. Los ayatolás guardan un odio profundo a todo lo que aparezca como occidental y, en especial, a Estados Unidos. Esto los une a la otra tendencia de despotismo en América Latina: la que representa el gobierno de Hugo Chávez Frías que se ha convertido en el líder del populismo, bajo el manto del “socialismo del siglo XXI”. Evo Morales, Rafael Correa y Andrés Ortega, encandilados por la coalición del odio de Chávez y Ahmadineyad, se han unido al coro de buena recepción al tirano persa. Eso no sorprende. De la locura populista nadie se asombra. Pero en esta categoría no se contaba al presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva, ni al uruguayo Tabaré Vásquez, los de la “izquierda moderada y democrática” que respetaban los derechos de sus ciudadanos, garantizaban el ejercicio de la libertad de disentir y respetaban el derecho de elegir el culto religioso. Al fin y al cabo, respetaron la constitución de sus países y no cayeron en la tentación de forzar reelecciones ilegales. Pronto, sin embargo, vino el desengaño. El brasileño sacó relucir sus inclinaciones extremistas, hasta ahora ocultas y solo atribuidas al pelafustán comunista Marco Aurelio García o al bobalicón canciller Celso Amorim. Recibí con honores al sátrapa iraní Ahmadineyad, regalándole el apoyo brasileño a sus ambiciones de lograr poderío nuclear. Resurgió en este Lula sectarismo, que en él tuvo tan escondido y que, en el pasado, lo había llevado a impulsar el Foro de San Pablo, que cobija a tantos extremistas, entre otros al MAS de Bolivia, a las FARC de Colombia, a los bolivarianos de Venezuela, a los comunistas de todo el continente, a los tupamaros uruguayos y a muchos grupos tan alejados de la democracia. El uruguayo Tabaré Vásquez, que ya está de salida, no cayó en la misma tentación, absurda y perjudicial, de uncirse a la eclesiocracia persa. Fue cauto y sale con gran popularidad. Pero, como se temía –no se pensaba que su impulso comunista vendría tan pronto-, su sucesor José Mujica, “El Pepe”, dijo ¡viva la pepa! y, soltando su iracundia tupamara, la que atormentó con la violencia a la sociedad uruguaya de los años sesenta y setenta, “manifestó públicamente su respaldo al gobierno de Irán, alineándose en la región junto a Brasil y Venezuela, en una polémica línea de integración, que puede servir a los intereses económicos del primero o a los desvaríos ideológicos del segundo, pero que no tienen justificativo aparente en el caso de nuestro país” (Editorial de El País de Montevideo). Al fin, este Pepe, como sus futuros colegas reelectos Morales y Chávez, y el irredento y cuidadoso extremista “Lula” seguirá, apoyando la tiranía persa, con un fuerte ¡Viva la pepa! © Sergio P. Luís para Informe Uruguay ![]()
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