Explorando la misteriosa Touchétie en Georgia
En el noreste de Georgia, se ubica la Touchétie, un rincón apenas explorado en el vasto paisaje del Cáucaso. Aquí, en una región donde el tiempo parece haberse detenido desde las invasiones de Tamerlán, las vías de acceso se convierten en un desafío incluso en los meses de verano, y las poblaciones son escasas.
La jornada comienza en Tbilisi, la capital, desde donde nos dirigimos a la región de Karetie para probar los reconocidos vinos georgianos. Tras dos horas y media en una carretera asfaltada, nos encontramos con nuestros vehículos 4×4 al pie de las montañas. La transición de un van a dos 4×4 equipados se realiza en el histórico monasterio de Alaverdi.
Un viaje visualmente impresionante
Conducimos a través del río Alazani y, en menos de 100 metros, el asfalto da paso a un camino de grava ascendente que se adentra en una valle cada vez más estrecho. El paisaje se transforma rápidamente, mostrando aldeas dispersas y prados salvajes a lo largo del torrente Alazani. A la izquierda, se extiende la Reserva Natural de Batsara, un bosque de coníferas que invita a ser explorado durante días. En el camino, cascadas de agua pura y fresca nos ofrecen la oportunidad de rellenar nuestras botellas.
El viaje se vuelve una aventura real al ser sacudidos en los vehículos, agarrándonos de las manijas para no golpear los techos, mientras los conductores locales, monolingües pero amables, ofrecen cigarrillos para romper el hielo. Después de una hora y numerosos baches, nos cruzamos con un camión cisterna soviético en un encuentro que casi nos lleva a despeñarnos al río.
Descubriendo la reclusiva Touchétie
La carretera se convierte en una serie de curvas sin fin hasta el paso de Abano a 1900 metros de altura, donde finalmente se revela la enigmática Touchétie, una tierra de acceso casi prohibido incluso para los propios georgianos. Descendemos hacia las montañas del Daguestán y Chechenia, con un paisaje que se torna más rocoso y estrecho, hasta llegar al primer pueblo, Khiso, a 1839 metros.
Al caer la noche, llegamos a Omalo-bajo a 1885 metros. El ambiente tranquilo y pastoral nos recuerda a los alpes suizos, y es aquí donde experimentamos una hospitalidad genuina y conmovedora.
Una cálida bienvenida en la montaña
En Omalo, el turismo aún no ha alterado la esencia del lugar. Los visitantes son recibidos con un festín de platos locales en la casa de huéspedes. Desde el khatchapouri, una especie de pastel de queso, hasta los khinkalis, raviolis rellenos de especias y hierbas, y los mtsvadis o brochetas de carne o pescado, la comida es una celebración en sí misma. La velada se complementa con cánticos polifónicos caucásicos, ofreciendo un final perfecto para el día antes de retirarnos a descansar.
Al día siguiente, el desayuno es igual de abundante y nos preparamos para explorar las torres de piedra que dominan Omalo-alto, estructuras que datan del siglo XV y servían como viviendas y fortalezas. Aprendemos sobre sus funciones y la vida en estas torres, que incluyen reliquias de la era soviética y objetos de culto pagano.
Continúa la aventura en la naturaleza
Nuestro recorrido continúa por senderos bien marcados gracias al Parque Nacional de Touchétie. Atravesamos bosques y torrentes, y nos encontramos con rangers que nos hablan del significado de su trabajo en la conservación de la zona. Finalmente, llegamos a Shenako y Dartlo, donde la hospitalidad local se manifiesta una vez más en una comida casera ofrecida por una pareja de jubilados, mostrando que, a pesar de su aislamiento, la cordialidad en Touchétie es omnipresente.
Así concluye nuestra inmersión en una de las regiones más apartadas y fascinantes de Georgia, donde cada paso y cada encuentro nos revelan la riqueza y el misterio de la Touchétie.
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