Crecimiento económico y población
por Carroll Ríos
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El economista Julian Simon desarticuló las ideas de Malthus (1789) sobre el crecimiento poblacional, dos siglos más tarde. Lo hizo con estilo, ganándole una apuesta a Paul Ehrlich, autor de The Population Bomb (1968). Ehrlich había predicho que la sobrepoblación provocaría hambrunas masivas y desastres para los 70. Simon lo invitó a monitorear el precio de 5 bienes de su elección, entre 1980 y 1990. No escasean los bienes cuyos precios bajan. Efectivamente, los 5 metales que seleccionó Ehrlich bajaron de precio. Simon estaba convencido de que la humanidad jamás agotaría los recursos necesarios para la supervivencia, debido a aumentos en productividad y a su capacidad de innovación.
Claro que Malthus había sido cuestionado antes: Godwin (1820), Everett (1826), Carey (1840), Engels y Henry George (1879) presentaron evidencia y contraargumentos. Engels sugirió una teoría sobre la tasa del crecimiento de la tecnología. Él y Marx estaban convencidos de que el socialismo produciría en abundancia para todos; irónicamente, los regímenes marxistas-leninistas implantaron virulentas políticas antinatalistas, con todo y esterilizaciones forzosas. El economista estadounidense Henry George, autor de Progreso y Pobreza, comentó sucintamente: “Tanto el gavilán como el hombre comen gallinas, pero entre más gavilanes, menos gallinas; y entre más hombres, más gallinas”.
¿Por qué sigue incrustado en el imaginario popular el paradigma malthusiano, frente a tanta evidencia contraria? Señala Elizabeth Willott que hasta el Banco Mundial y la ONU sostienen que la población mundial se estabiliza (aunque a veces, el Fondo de Población (UNPFA) parece no enterarse). De hecho, los demógrafos se preocupan hoy por el fenómeno inverso, “el invierno demográfico”, que dejaría boquiabierto al mismo Simon: la población de los países desarrollados se extingue, con índices de natalidad por debajo de la tasa de reposición de la población de 2.1 hijos por mujer.
Del avance investigativo sacamos lecciones. Primero, “no son los números humanos los que causan la pobreza, sino malas políticas económicas, malas leyes e instituciones débiles”, aclara el autor de La Tiranía de los Números, Nicholas Eberstadt. El problema es la pobreza, no la sobrepoblación. Segundo, la tasa de fertilidad desciende naturalmente conforme aumenta el ingreso per cápita, y no sólo en países desarrollados. Tercero, en países donde no existen políticas antinatalistas baja la tasa de fertilidad, tanto como en los que implantan políticas coercitivas. Salvo que se recurra a la coerción, como en India o China, el mejor vaticinador internacional de los niveles de fertilidad es cuántos hijos dicen las mujeres que desean tener. ¿Es lógico gastar miles de millones en cruzadas de dudosa moralidad, pudiéndolo invertir en el combate a enfermedades infecciosas, cloración del agua y otros servicios de mayor impacto benéfico? Lo que los guatemaltecos en condiciones de pobreza más necesitan es un entorno propicio a la creación de riqueza y del crecimiento económico.
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