Lo que importa realmente, es que todo está en el ideario artiguista. Nuestro Artigas; don José Gervasio. El que ingreso el 1797 en el Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de Montevideo; el que fue Mayor, en un cuerpo de policía montada.
Aquel que desde la Plaza Fuerte de Colonia, se pasó a la Junta de Mayo y volvió con los despachos de Comandante.
El mismo que encabezó a los patriotas en las Piedras.
El que logró la primera victoria de las armas americanas y al cual dieron el sable y el grado de Coronel luego de aquel 18 de mayo.
Ese mismo Padre de la Orientalidad, conductor de su pueblo, tanto en el Sitio como en la "Redota"; que condujo las montoneras de sus lanceros Charrúas y negros; gauchos, zambos y mulatos.
Él, que acunó nuestra formación. Desde entonces, desde siempre... y para siempre! Absolutamente todo lo demás, sin hesitación alguna... sean humanas expectativas, falsos orgullos, estúpidas vanidades o embriagadores cargos; cae ante la grandeza de las ideas del héroe, del pensamiento que fluye de las Instrucciones del Año XIII y del Reglamento Provisorio de la Campaña; ese ideario del prohombre de la Patria; esa su agudeza, la del caudillo y Jefe de los Orientales; mejor aun como político y legislador, como pensador y gobernante incluso, que como general derrotado por un “hato de traidores y acomodaticios”, que vendieron el rico patrimonio de la Patria Grande al bajo precio de sus bajos pecados, y ambiciones banales.
Aun peor, todo lo demás comparado con el pensamiento del prócer adquiere el verdadero valor... Ninguno.
Puesto que no tiene vuelo alguno, es meramente rampante como los caracoles y las babosas, es como querer comparar el aleteo de una gallineta o el corto vuelo de una perdiz; con el majestuoso y casi eterno volar del águila, que desplegando su majestuosa envergadura alada; se afirma sobre la dura roca con sus fuertes garras y abriendo su pico para gritar una vez más libérrima y lanzarse a volar sintiendo el viento del sur, la brisa costera y el sol de las sierras, libremente, sin compromisos, ni patrón.
Los Maestros, tendrán siempre algún alumno.
A don Víctor habrá varios de nosotros, que le reproduzcamos orgullosos en el combate sin cuartel al delincuente y al enemigo de la Nación.
Quizás sean pocos los que tengan el don de saber expresarlo y escasos los que se animen a gritarlo; pero no tengan duda que son muchos quienes le recordarán respetuosamente, quienes acudirán prestos en torno a su figura y a su prédica.
¡¡¡Presente Señor Inspector General, prontos al servicio y dispuestos a la batalla, lo seguiremos a la gloria, como aquellos Charrúas, Gauchos, Negros y Sambos!
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