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Año III - Nº 193
Uruguay, 04 de agosto del 2006
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Energías agotadas:
Cuatro apuestas para el futuro

IGNACIO ESCOLAR
13 de septiembre de 2005

La energía eólica no basta, la solar aún no está a punto, los biocombustibles no alcanzan y el petróleo, la sangre de nuestra economía, se acabará algún día. ¿Estaremos preparados para entonces? Dice el genial autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke que toda tecnología avanzada es indistinguible de la magia. Y las principales opciones futuristas suenan a eso, a magia. Estos son los cuatro milagros que pueden salvarnos de la crisis energética.

La fusión

La clave está en la fórmula más famosa de la historia, la de la relatividad de Albert Einstein: E = mc2, la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. Dicho de otra manera: se puede crear energía a partir de la masa y viceversa. La fisión nuclear, la actual energía atómica, se logró gracias a esta ecuación. Al descomponer un átomo muy pesado, como el plutonio o el uranio, se libera energía en una reacción en cadena.

Pero también es posible el camino inverso: unir dos átomos simples en otro más pesado en lugar de romperlos. Y este proceso, en teoría, también puede que permita generar energía sin crear residuos radioactivos y sin el riesgo de una reacción en cadena. Es lo que hace brillar a las estrellas. Cada segundo, el Sol trasforma 675 millones de toneladas de hidrógeno en 653 millones de toneladas de helio. Los 22 millones de toneladas que faltan se convierten en energía, en la luz que alimenta nuestro planeta.

Pero crear esta reacción de forma controlada para generar con ella electricidad no es tan sencillo. Los núcleos de los átomos, que están cargados positivamente, se repelen entre sí. En el centro de las estrellas, la enorme presión provoca la fusión de los átomos. Pero en la Tierra, la única manera de lograrlo es calentar el hidrógeno hasta alcanzar 100 millones de grados centígrados, una temperatura en la que el gas se transforma en plasma.

El problema es que no hay en la Tierra una vasija capaz de soportar esta temperatura.

La solución, la que desarrollará el reactor experimental ITER, consiste en contener el caliente plasma flotando en un potente campo magnético por medio de gigantescos imanes. Este ambicioso proyecto investigador, uno de los experimentos más caros de la historia, costará 10.000 millones de dólares. El reactor, esa vasija magnética capaz de contener el plasma de hidrógeno a 100 millones de grados, se construirá en Francia y estará listo para el año 2015.

diagrama
Diagrama del reactor del ITER

En el mejor de los casos, lo máximo que se espera de él ITER es un empate: que el reactor genere al menos tanta energía como la que será necesaria para calentar el hidrógeno a esa temperatura. Los científicos intentarán desarrollar a partir de lo que descubran con el ITER un reactor comercial capaz de producir electricidad.

No está claro que sea posible y hay muchos que critican esta arriesgada y cara apuesta. Los ecologistas proponen gastar ese dinero en apoyar el desarrollo de otros tipos de energías, como la solar o la eólica, que sí se sabe con seguridad que funcionan. Pero si el ITER lo consigue, logrará resolver el problema de la energía para siempre. Aunque, en el mejor de los casos, faltan aún 50 años.


La fusión fría

Entramos en el terreno de la ciencia ficción. La fusión fría consiste en fusionar dos átomos sin calentarlos a millones de grados. Es el equivalente actual de lo que fue la piedra filosofal para los alquimistas, esa receta secreta que soñaban serviría para transformar el plomo en oro.

El 23 de marzo 1989, dos científicos estadounidenses pregonaron el milagro. Stanley Pons y Martin Fleischmann, de la Universidad de Utah, anunciaron que habían conseguido generar energía por medio de fusión fría con un simple par de electrodos sumergidos en agua pesada.

Demasiado bonito para ser verdad. Cientos de científicos se lanzaron a repetir el experimento, que resultó ser el mayor fiasco jamás publicado en la prestigiosa revista científica Nature. Nadie consiguió repetirlo y parece bastante improbable que jamás se consiga.

Aunque algunos científicos –los menos– siguen intentándolo, hoy ya no hay tantas esperanzas puestas en este campo. Lamentablemente, la fusión fría sólo da para argumentos de segunda en películas de acción e intriga, como “El Santo”.


Los superconductores

Esta tecnología no produce energía, pero sí puede servir para que se gaste mucho menos. Uno de los principales problemas de la electricidad es que un altísimo porcentaje de la energía se pierde en el traslado desde la central hasta el lugar donde se consume.

Los superconductores son un tipo de aleaciones que, a temperaturas muy bajas, transmiten electricidad sin ninguna pérdida, sin importar la distancia. El problema es que para conseguir este superpoder, hay que enfriar los superconductores a temperaturas tan bajas que se pierde más energía de la que se ahorra. Además, este tipo de materiales no son tan dúctiles como los metales, por lo que no es fácil fabricar cables con ellos.

Desde hace décadas se investiga en estos materiales que también sirven para crear los electroimanes más potentes que existen. De hecho, la vasija magnética del ITER funcionará con ellos y una de las cosas que se espera de este proyecto es que mejore nuestro conocimiento de esta tecnología.

En teoría, los superconductores también servirán para desarrollar acumuladores eléctricos más eficaces. Aunque sobre este tema aún no hay mucho más que hipótesis.


El hidrógeno

En realidad, no es una fuente de energía. Aunque se trata del átomo más común del Universo, no hay hidrógeno puro en la naturaleza. La mayoría está combinada con el oxígeno en forma de H2O, de agua. Y para obtenerlo hay que gastar más energía de la que se consigue después.

El hidrógeno es un método para transportar la energía, para envasar electricidad. La fórmula es simple. Si aplicamos electricidad al agua, conseguimos hidrógeno y oxígeno. Si mezclamos hidrógeno con oxigeno, conseguimos agua y electricidad. Ya existen varios prototipos de coches que funcionan con este sistema, a pesar de que el hidrógeno es un gas altamente inflamable y no es tan sencillo de almacenar como la gasolina.

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Repostaje con hidrógeno como combustible

Algunos estudios aseguran incluso que el hidrógeno podría permitir también el ahorro de energía eléctrica. Según estos cálculos, es más rentable producir la electricidad en cada casa a partir de hidrógeno que transportarla en cables de alta tensión desde la central hasta cada casa.

Tal vez el futuro ponga otra vez de actualidad al repartidor del gas.

Fuente: Telecinco de España

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