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Año V Nro. 341 - Uruguay, 05 de junio del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 
José Luis Machinea

¿Cuán verdes serán los "brotes verdes"
en América Latina?

por José Luis Machinea

 
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         Durante las últimas semanas, algunos indicadores económicos positivos, los llamados "brotes verdes", han empezado a cambiar las expectativas. Si bien hay dudas, incertidumbre y cuestiones que están lejos de haber sido resueltos, como los vinculados con el sistema financiero, es razonable esperar que la economía mundial se recupere antes de lo que se preveía hasta hace pocos meses. ¿Quiénes liderarán ese proceso? Por cierto no Europa, ni Japón, sino Estados Unidos y China.

         Las razones tienen orígenes distintos: a) la recesión empezó seis meses antes en Estados Unidos que en Europa; b) Estados Unidos y China han sido más activos que los demás en políticas de demanda, ya sea en el plano monetario o en el fiscal y, c) ambas economías son más flexibles que las de Europa y Japón.

Distraídos ante el cambio climático

         También parece bastante claro, que el ritmo de crecimiento de la economía mundial en los próximos años será menor que el del pasado reciente, no sólo como consecuencia de una menor expansión del crédito, sino también porque las tasas reales de interés serán más elevadas como consecuencia del previsible drástico aumento de la deuda pública de los países desarrollados en 2009-2011. A ello hay que agregar que varios países, en particular Estados Unidos y China, deberán dejar de "hacerse los distraídos" con el cambio climático, sus consecuencias y las emisiones de CO2. De hecho Estados Unidos ya muestra signos de cambio con Obama.

         En ese contexto, ¿qué puede esperar América Latina? En el corto plazo (próximos doce meses) no habrá cambios en algunos factores que han reducido fuertemente la demanda en América Latina. Las remesas, el turismo y las inversiones extranjeras, tardarán en recuperarse.

         Las razones deben buscarse en una lenta recuperación del empleo en el mundo desarrollado (con consecuencias sobre las remesas y el turismo), en una previsible disminución de las pensiones (turismo), en elevada incertidumbre (turismo e inversiones extranjeras) y en una alta capacidad ociosa (inversiones extrajeras). Asimismo, es difícil prever una fuerte recuperación de las exportaciones de manufacturas, tanto por el ritmo de crecimiento previsto, como por las señales de un aumento del proteccionismo en el Norte.

         Solo cabe esperar una recuperación del precio de algunas commodities, tendencia que ya ha comenzado a observarse. En parte, ello es consecuencia de expectativas de recuperación de la demanda que llevan a aumentar inventarios a "bajos precios".

         En el caso de los alimentos, y a diferencia de lo ocurrido en la crisis de la década del treinta, el mantenimiento de precios relativamente elevados, al menos en comparación con los de los últimos años, se explica porque durante los treinta el aumento de la hambruna fue generalizada, alcanzando al mundo desarrollado, mientras que ese no parece un escenario previsible en la actualidad.

         La explicación debe buscarse en los actuales mecanismos de protección social en los países desarrollados y en la menor caída del producto, junto con las redes de ayuda social, en muchos países en desarrollo. Ello evitará, al menos por un tiempo, una fuerte reducción en la demanda de alimentos.

         Los mayores precios de exportación tendrán un impacto positivo en varios países de América del Sur, pero no necesariamente en los de América Central, en especial como consecuencia del aumento en el precio del petróleo.

Cuando llega la recuperación

         En síntesis, todo parece indicar que en América Latina los brotes verdes aparecen aún demasiados verdes o, simplemente, todavía no se los percibe. La recuperación difícilmente llegue antes del año próximo, aunque puede preverse una más rápida salida de la crisis en casos puntuales que, básicamente, estará relacionada con una mejor situación previa y con el precio de ciertas commodities. En cualquier caso, todavía tenemos por delante no menos de doce meses complicados, en términos de aumento del desempleo y la pobreza.

         En el mediano plazo, el futuro de la región dependerá de las tendencias globales y de lo hagamos los latinoamericanos. Como mencionáramos, el mundo crecerá a un ritmo menor que en el pasado reciente, pero probablemente con menos sobresaltos. Es previsible que Asia en Desarrollo siga siendo la región más dinámica en términos de crecimiento de la economía mundial, y que la concentración económica y la descentralización geográfica de los últimos años sigan siendo dominantes.

         Ello presupone que el incipiente proteccionismo de los últimos meses tenderá a desaparecer, un supuesto sobre el que, seguramente, varios colegas estarían dispuestos a polemizar. En ese contexto, cabe esperar buenos precios para los bienes primarios, aumento paulatino de las exportaciones de manufacturas, y un lento pero firme crecimiento del turismo y de las remesas a partir del 2011.

El tren de la historia

         Es probable, por lo tanto, que haya una nueva oportunidad para la región. Para aprovecharla, América Latina tendrá que hacer algo más que mantener una razonable situación macroeconómica y profundizar los programas de lucha contra la pobreza y la inequidad. Aumentar la inversión de forma sostenida y agregar valor y conocimiento a la producción regional requiere de gobiernos previsibles y de una política integral que priorice la innovación.

         Pero no puede haber innovación si no hay una estrategia de país que fije el rumbo en el mediano y largo plazo; si se cree que innovar es meramente tener un Ministerio de Ciencia y Técnica y no crear un verdadero sistema nacional de innovación; si no hay incentivos para las empresas emprendedoras; si no hay reformas que mejoren la calidad de la educación, enseñando a aprender, a plantear y resolver problemas, y a trabajar en equipo; sin maestros y profesores capacitados para el siglo XXI, sin ofrecer incentivos para la formación de ingenieros y técnicos; si los investigadores no tienen incentivos para relacionarse con las empresas de manera de acelerar el progreso técnico en la producción de bienes y servicios.

         En un contexto en que la competencia será cada vez más intensa, ya que varios países han entendido que éste es el rumbo, el desafío es formidable. ¿Seremos capaces esta vez de subirnos al tren de la historia?

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Fuente: Infolatam

 
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