¿Estados Socialistas de Norteamérica?
por Juan José Garrido
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Según el último sondeo telefónico realizado por Rasmussen Reports, el 59% de los encuestados aún concuerdan con la afirmación “el estado no es la solución a nuestros problemas, el estado es el problema”, enunciada por Ronald Reagan durante su discurso inaugural en 1981; sólo el 28% está en desacuerdo.
En otra encuesta, muy similar y realizada por el Times Mirrow en el 2002, el 58% de los norteamericanos encontraba más importante “actuar libres de la interferencia de los estados al perseguir sus fines” frente a un 34% que consideraba “un deber de los gobiernos el garantizar a sus ciudadanos una vida cómoda y sin necesidades”; en Europa fue 33% frente a 63%, respectivamente.
Como bien plantean Andrew Kohut y Bruce Stokes en America Against the World, existen dos variables que separan -claramente- a los estadounidenses del resto del mundo: por un lado, los norteamericanos mantienen un saludable escepticismo frente al estado, por lo que son más reticentes a las regulaciones e intervenciones. Por otro lado, los norteamericanos creen firmemente en que son los individuos, y no las fuerzas sociales que los rodean, quienes determinan el éxito o fracaso de su futuro; es decir, consideran que son ellos –los individuos- los únicos responsables de sus éxitos o fracasos, no trasladando logros o derrotas a terceros.
Todo ello se conjuga hoy en una gran disonancia cognitiva: tenemos a un pueblo que masivamente enarbola las banderas del individualismo y del estado mínimo mientras que desde el gobierno -elegido democráticamente- se disparan, a la velocidad de un M60, leyes y regulaciones que aseguran un estado más grande, más influyente y, por ende, con mayor capacidad coercitiva.
¿Habrá sido esa la voluntad del pueblo norteamericano al votar por el cambio de Barack Obama? Lo dudo. Creo que la elección a favor de la propuesta demócrata no fue un cheque en blanco al populismo y estatismo más que una desaprobación frente al mercantilista y belicista ejercicio gubernamental republicano. Si así fuera, la gran pregunta sería ¿quién pone los límites ahora?
Barack Obama está, a sabiendas o no, jugando con fuego: Estados Unidos no se construyó y reconstruyó -hasta convertirse en lo que hoy es, la primera economía- en base a una copia de artista del modelo benefactor europeo, hoy desacreditado hasta en los círculos más progresistas. Están cambiando agresivamente los incentivos que enfrentan los individuos norteamericanos; predecir el desenlace de ello es imposible. Lo que si es seguro es que los padres fundadores migrarían a otras tierras si vieran lo que se está haciendo hoy con Norteamérica.
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