Desde Manila, con amor…
por Aquiles Diggo
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Como lo había ya anunciado, acá estoy, desde hace un mes, en las antípodas de mi patria…
Un lejano rumor de aviones me traen remembranzas de mi forzada huida…
Sí, mi huida, no puedo llamar de otra manera el alejamiento de mi país. De una sociedad desmembrada cada día más.
Huida de la injusticia, que significa que el trabajo de toda una vida no sirva para nada, una inestabilidad que no deja dormir.
¡Nadie está seguro en su trabajo, por supuesto si no integra la legión de la burocracia…o lo protege un sindicato fuerte!
El trabajador común, el independiente, el pequeño comerciante, esta siempre con la espada de Damocles colgada sobre su cabeza, y sabe que el hilo que la sostiene, se afina cada día más .
Huida de la inseguridad, que te hace sentir que estás jugando día a día, una ruleta rusa.
Huida de la desesperante indiferencia de un gobierno abúlico, que busca tan solo mantenerse abusando de la tolerancia de un pueblo cada vez mas pancista e irresponsable, que solo se queja cuando lastiman su interés, y aplaude cuando se beneficia, sin importarle de donde sale ese bien.
Se muy bien, que pobres, los hay en todo el mundo. Que ningún país escapa a ese flagelo.
Por algo el propio Jesús, aseguró que pobres tendríamos siempre.
Evidentemente era Dios, o un conocedor profundo, de la egoísta conducta humana.
¡Es cierto, aquí en Filipinas, también hay pobres, miles, quizá millones de pobres, muy pobres, pobrísimos!
La gran diferencia estriba, en que por cada millar de pobres que veo, solo uno extiende la mano, y seguramente lo hace, porque cree reconocer en mi aspecto diferente, un extranjero con dólares.
Lamentablemente no es ese mi caso.
El hecho concreto es que todos estos pobres se ganan la vida trabajando honestamente de las maneras más ingeniosas posibles. Habrá como en todos lados delincuentes, pero no te cuenta el runrún popular, de ninguno de sus actos en los alrededores.
Así por ejemplo venden desde comidas preparadas en rudimentarias barbacoas en las veredas, a humildes artesanías hechas con retazos, trapitos para secarte la transpiración o para restregar con los pies los pisos, en fin, las cosas más imprevistas.
Así pasan vendedores a pie o en bicicletas, voceando en tagalo (su idioma su idioma nacional, aderezado con palabras en inglés y en español) ¡vaya uno a saber qué cosas!
Reconocí por el grito: ¡MAIZ!, que lo que vendía uno de ellos, eran dorados choclos, ya cocidos o asados, prontos para comer en el acto.
Manejan bicicletas con acoplado techado (“pedicabs”), y por muy poco dinero te llevan a modo de taxi al destino que le indiques, incluso si tienes que volver de compras a un mall (supermercado), te llevan con paquetes y todo, aunque estos incluyan, como he visto: ¡una heladera! Claro que por acá ayudan al pedaleo, la uniforme falta de ondulaciones de las calles.
Incluso algunos hurgadores, usan esos “pedicabs”, sin el techo, para transportar lo que los molestos y antiestéticos carritos en Montevideo, y pienso que sería una económica inversión propiciar su uso, con esos fines allá.
Hay miles y miles de estos triciclos ganándose el sustento como los coolies chinos transportando gente. Los más afortunados no pedalean, sus triciclos integran una moto. Es más rápido y muy poco más caro.
Luego, la vorágine de transito a primera vista pareciera peligrosísima, pero el continuo congestionamiento de los miles de taxis, jeepneys (jeeps, que luego de la ocupación americana al retirarse los “jonys” dejaron junto con el idioma ingles, y el ingenio ”pinoy” transformo en pequeños minibuses ) y más de un millón de lujosos autos particulares, incontables motos, triciclos y peatones que se te cruzan en cualquier lado, resultan las condicionantes para que no veas accidentes, ni coches con señales de haber sufrido un impacto. Es algo realmente increíble, pero que puedes constatar en el diario transitar por esta ciudad.
Acá, si bien es cierto que no hay que facilitar, tú ves una moto estacionada en la acera, cuyo dueño, entra en un local dejando colgado del espejo no solo el casco, ¡sino también la cartera!
Eso sí, ves policías por doquier. Al entrar a un súper un o una agente de seguridad te cachea, por si portas armas, (a nosotros, con un respeto que halaga, nos hacen pasar, sonriendo afablemente, sin tocarnos siquiera).
Todos los agentes de seguridad portan armas. Tu puedes pasar entre la gente contando dinero sin la mas mínima aprensión.
El pueblo, es amable, alegre, se ve que disfruta de la vida, pero eso si, en general es sumamente respetuoso. Habiendo tanta y tanta gente, tú no presencias disputas ni escuchas gritos airados.
Los niños juegan en la mayoría de las angostas calles, en medio del tránsito más loco que vi en mi vida, pero con una naturalidad que te confunde. ¿Existirá en el Ángel de la Guarda?
Según me entero leyendo una guía de esta ciudad, Manila es la que ostenta el record de mayor densidad de población por Km2: nada menos que 43.268 personas por Km.2. (datos al 2002)
Cerca de donde mi hijo y yo vivimos corre la vía del ferrocarril, y es incesante el ulular de los pitidos en los cruces de las calles atestadas de vehículos y de gente. Aparte de los innumerables trenes terrestres tienen un tren eléctrico que corre por encima de la ciudad.
Comparar Manila con Montevideo es un absurdo, es como comparar el trajín de un hormiguero con una colonia de caracoles.
Evidentemente, quizá por estar en las antípodas, así de contradictorias son las costumbres de la población.
Por ej.: A poco de estar instalados en el departamento, la encargada del edificio, llegó con un plato grande de tallarines con tuco, y por lo que pudimos entender, es que era su cumpleaños, y como es costumbre en estos lares, el que cumple, es quien debe hacer regalos a sus allegados.
Sorprende también, cuando concurres a un local de comidas, a Mc Donalds, o su inmediato competidor de cuño “pinoy” (así gustan denominarse los filipinos) JolliBee, y pides algo que en su contenido lleve porciones de carne, ya sea de vaca, cerdo o pollo, solo te traen como cubiertos, tenedor y cuchara. Al observar a mi alrededor, aprendí a usarlos. Con el tenedor, como nosotros, pinchan y sujetan la porción de carne, que cortan usando el filo de la cuchara a modo de cuchillo, luego con suma delicadeza, ayudan con el mismo tenedor a cargar la cuchara y así llevan la porción de carne a la boca. ¡Por supuesto, casi siempre con arroz!
Siendo la población de Manila (lo que diría un barrio de Metro Manila que tiene arriba de 30 millones de habitantes) similar en número, a la de Montevideo, es increíble la diferencia en actividad, la que se mantiene a toda hora, ¡y con temperaturas casi siempre arriba de 30 y próxima a los 35 grados!
Pero pasados los primeros días de sorprendentes observaciones empieza a despertarse en mí, el dueño de un Uruguay perdido… ¡de un Uruguay imposible de ubicar más lejano!
Y paladeo la horrenda soledad que deben sentir los emigrantes, los exiliados, los que por una razón u otra deben vivir tan lejos de esa pequeña, humilde, orgullosa y desacatada República Oriental del Uruguay!
Ahora llenan mis horas de insomnio, sus recuerdos.
¡Es muy triste sentirse solo en medio de tanta gente!
¡Qué soledad tan sin remedio!
Dios es testigo de que quería salir de mi país, porque me sentía enjaulado, porque había sido robado, por malos gobernantes primero y últimamente, por mis propios vecinos.
Porque me causaba pavor, ver cuadras y cuadras de mi querido Montevideo, entre rejas, cual millares de campos de concentración.
¡Porque a pesar del discurso sesudo del Presidente al asumir, tenia temor de todo joven que se me aproximara, y tenía miedo de envejecer allí en el más absoluto desamparo!
Porque luego de toda una vida de trabajo y ahorro, fui dejando en el camino poco a poco desde el 2002, todos mis pequeños logros…
Porque me repugnaba la obligada connivencia de la policía y de la justicia con la delincuencia.
Porque me reventaba ver a niños descalzos caminar kilómetros para llegar a una ruinosa escuela, ¡pero eso sí, con una computadora de u$s 200, en la mano!
Porque me repugnaba el aplauso obsecuente de la oposición que por no hacerse impopular no exigía que se cumpliera con las prioridades! Si, ya lo sé! Comprendo que no aplaudiendo no hay votos! Les caben las generales de la ley!
Recuerdo que cuando mi padre le pregunto al General Gestido, el por qué de rodearse de ciertas figuras políticas, él le respondió: -“Si no hubiera sido por eso, ¿como hubiera llegado a la presidencia?”
Porque me subía la presión pensando que los sueldos de 3mil y poco mensuales, no se podían aumentar, en un gobierno que cada uno de sus integrantes, puede decirse, queda rico, irónicamente, por el solo hecho de representar a esa clase humilde.
¡Y por infinidad de cosas más que en mis más de 40 artículos de este blog, vomite, con toda mi bronca acumulada!
Y por eso, porque me sentía un prisionero, en mi tierra, me vine lo más lejos que pude, a vivir de mi hijo…
Malvendí todo lo que me quedaba, o mejor dicho lo que pude…y lo demás lo regalé…
Ya hace más de un mes que llegué aquí…No pensé que me sentiría tan solo, entre una multitud…
Incapaz de entender a nadie, y casi, sin posibilidades de hacerme entender con mis recuerdos rudimentarios del ingles liceal… Solo… sin siquiera el recuerdo del olor de un mate… ¡Acá por supuesto, no hay yerba…!
¡Sin tortas fritas, cuando llueve tan seguido…! Acá no conocen la grasa de vaca, a pesar de que por todos lados venden algo que llaman “chicharrón”, y si las hago fritas en aceite de palma, ¡nada que ver!
Sobre todo, sin sentir a nadie hablar en español, sin tele, sin noticias en vivo, solo entrando fugazmente en internet para leer con alegría y avidez la prensa de mi tierra… y como en el tango del payaso, ¡con esa alegría, que pone al otro dia, más triste que antes!
El celular no me sirve de nada, no tengo a quien llamar, solo si me pierdo, para llamar a mi hijo al rescate!
Pensé que por estar en una isla, Manila tendría hermosas playas.
¡También me equivoque! Con temperaturas de más de 30 grados, no tienes más agua que la de la ducha… Oh… ¡qué lejos las benditas playas, mis playas uruguayas!
Es cierto, por lo que me he enterado, acá no se paga patente anual por tener un coche, y un buen coche de marca, japonés lo compras por lo que te saldría un coche de frontera allá. Acá no hay restricciones de energía eléctrica, acá no hay frío y por lo tanto no hay sabañones, ni frazadas, ni ropa de abrigo, ni calefones. Acá los acondicionadores solo tienen la opción de frío… Acá no hay casi nada que comer que no sea dulce… ¡Hasta el pan es dulce!
Hasta la carne es dulce, creo que es de cebú por el sabor.
Acá ningún extranjero es dueño de tierra o negocio, a menos que se asocie a un, o a una “pinoy”
¡Si señor! ¡Son más nacionalistas que los “mas blancos que hueso de bagual” de mi patria!
En fin, sería de no terminar más, narrar todo lo que veo…
Lo cierto es que salí de una jaula para entrar en otra. Jaula espiritual, pero jaula al fin.
Y esta jaula está tan lejos… y como un viejo pájaro enjaulado comprendí que es un imposible el regreso…Que seguramente, ya no podré volar nuevamente al suelo que me vio nacer…
¡Es que ya quemé mis naves!
¿De qué viviría allá, en el Uruguay que he perdido?
¿De la limosna?
¿De la “generosidad” de la nepótica Marina Arizmendi y su sequito de benefactores?
¡No, gracias, por ahora prefiero quedarme! ¡Y desde estas páginas, sentirme acá, más uruguayo que nunca!
Gentileza de: Uruguay Perdido |
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