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Año V Nro. 339 - Uruguay, 22 de mayo del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 

Los hombres grises (bolche tupa)
Comunistas y Tupamaros en Uruguay
Capítulo II
por Prof. Antonio Romero Piriz (Perfil)

 
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Memorias de un joven comunista uruguayo integrante de la “Orquesta Roja”, clandestino, preso y exiliado durante la dictadura cívico-militar de 1973 a 1985. La militancia clandestina, la tortura, los cuarteles, el penal de Libertad, el exilio en Suecia, el accionar de las fuerzas de choque. ¿Qué sabe Ud. Sobre la Orquesta Roja y el aparato arpado del Partido Comunista Uruguayo?

Introducción - La Orqueta Roja
- De 1951 a 1967
Capítulo 1 - Años 1967 Y 1968
- El 69
Capítulo 2 - Magisterio y la UJC
- El Frente Amplio
Capítulo 3 - El Movimiento de Independientes 26 de Marzo
- Las elecciones de 1971
Capítulo 4 - Guerra y prisión en el 72
Capítulo 5 - La detención
- El 6º de Caballería
Capítulo 6 - La caballeriza de los encapuchados
- La barraca del Sexto
Capítulo 4 - Punta Rieles
- Libertad: El 5º piso
Capítulo 8 - Libertad: Las barracas
Capítulo 9 - Comunista Clandestino
Capítulo 10 - El exilio: Brasil
Capítulo 11 - El exilio: Moheda
Capítulo 12 - El exilio: Estocolmo
- Epílogo

Magisterio y la UJC

         A fines de 1969 me encontraba en un cruce de caminos: deseaba seguir siendo protagonista de ese proceso de cambio tan emocionante, “la revolución”, pero sin organización a la cual integrarme. Continuaba leyendo numerosas publicaciones de izquierda, entre ellas “El Popular” y la revista “Estudios” del partido comunista. Comencé a considerar seriamente la idea de afiliarme a la UJC (Unión de la Juventud Comunista).Pero mi pasaje por organizaciones “ultras” (como llamaban los comunistas a los pro-tupamaros, que a su vez los llamaban “bolches” a ellos) y mis numerosas lecturas de publicaciones y libros “foquistas –guevaristas” y aún material maoísta, me hacía tener muchos prejuicios con respecto al comunismo soviético. Fue así que pasé todo el verano de 1970 yendo diariamente a la sede central de la UJC en la calle Canelones, a que cuadros dirigentes de esa organización despejaran mis dudas. Durante largas horas se fueron turnando Jorge Mazzarovich, (primer secretario de la UJC que había sustituido al fallecido Sanseviero, hoy embajador en Cuba), con León Lev (secretario de organización) y otros miembros del comité central como Américo Roballo y Esteban Valenti. Recuerdo al hoy millonario Valenti como un joven rubio muy delgado y muy fanático. Sus ojos brillaban contando las maravillas de los koljoses (cooperativas) y sovjoses (granjas estatales) soviéticos. Teresa un día le preguntó algo sobre la Unión Soviética y Valenti se puso furioso, diciéndole “eso es lo que dicen los fascistas”. León Lev también era muy fanático pro-soviético.

         En ese verano hablamos del conflicto chino-soviético, de la guerrilla del Che y de la guerrilla en general (que me aseguraban que el PCU había apoyado, a diferencia del PC de Bolivia) de los estímulos morales y materiales a los trabajadores en Cuba, tema en boga porque el Che decía que para formar el “hombre nuevo” había que dar sólo estímulos morales, y los economistas soviéticos discrepaban. También de la “micro-fracción” del líder del PC cubano pro-soviético (PSP) Aníbal Escalante, etc., etc., etc. Recuerdo que Lev me dio un libro llamado “50 mentiras y 50 verdades sobre la URSS”. Finalmente resolví que no todo era perfecto, pero en general me conformaba, y resolví afiliarme. Así lo hice, a la edad de 18 años, en 1970.Cuando se lo comuniqué a mi novia Teresa, en la plaza de los bomberos, no quedó muy contenta. Tenía temor al futuro y al estigma de “comunista”. Yo estaba orgulloso, y los ataques de “la reacción” no hacían más que confirmarme que estaba en el buen camino. “El Partido”, como lo llamaría a partir de entonces, y su rama juvenil irradiaban la seguridad de tener la Verdad Absoluta, y la certeza inconmovible de que en el futuro el comunismo triunfaría en todas partes. Es así que cuando comencé los cursos en magisterio en marzo de 1970 (luego de convencerme de que la abogacía no era para mí) ya era un militante del círculo de la UJC y de la agrupación 5.

         La agrupación 5 era el brazo gremial de la UJC dentro de la AEMM (Asociación de Estudiantes de Magisterio de Montevideo).En ella creo recordar que estaba el actual director del BPS, Ernesto Murro. Apenas incorporado tuve que pasar por la “escuela de la juventud”. Era un curso básico de marxismo y leninismo, de conocimientos sobre la URSS y el movimiento comunista internacional, la historia del PCU y la UJC, fundamentalmente desde la asunción de Rodney Arismendi como secretario general en 1955.Recuerdo entre los que nos daban charlas a David Zak y el hijo del ingeniero Massera. La secretaria de educación del círculo era Selva Andreoli, actual esposa de Valenti y directora de la agencia "Perfil". Nos ponía pruebas escritas para ver qué habíamos asimilado. El secretario de organización era Carlitos Morales y el secretario político “Pepito” Abella, ambos muy poco fraternos. Pronto fui designado secretario de propaganda. ¿En qué consistía mi tarea? En levantarme de madrugada para ir a “El Popular” a buscar diarios para venderlos a la hora de entrada a clases, persiguiendo a los estudiantes para tratar de convencerlos. Allí estaba a las 8 en punto voceando: “El Popular, el diario de la clase obrera a solo 15 pesos”. Además debía organizar el pintado de fajas de papel con consignas, para luego ser pegadas, y la distribución de volantes. Semanalmente concurría a la reunión de la Comisión Central de Propaganda, para intercambiar ideas con los secretarios de propaganda de otros círculos y planificar actividades. El secretario de propaganda miembro del comité central (CC) era un gordo con bigotes cuyo nombre no recuerdo, que abría las reuniones siempre con el mismo ritual: un informe político en el que iba descendiendo desde la situación mundial a la latinoamericana, de ella a la uruguaya, para terminar hablando de las metas del partido en ese período, y nuestra tarea de propaganda enmarcada en ellas. Allí conocí a militantes que años después encontraría en las cárceles como guerrilleros de la “orquesta roja” del partido.

         Salíamos de pegatina durante toda la noche y más de una vez fuimos a parar a los calabozos de una seccional policial, y pasábamos la noche entonando canciones revolucionarias. La sede de la calle Canelones era un hervidero de actividades: numerosas reuniones con el ritual inicial del informe político; recepción a viajeros de regreso de la URSS y Cuba contando sus experiencias; jornadas de “emulación” en las que distintas agrupaciones competían por el mejor cumplimiento del plan de crecimiento de la UJC (afiliaciones, venta del periódico, propaganda, finanzas, etc.);charlas sobre el campo socialista, sobre Cuba, actos, mesas redondas, manifestaciones. Siendo un joven comunista se podía tener la seguridad de tener siempre actividad. Los ataques del enemigo que nos acusaba de ser “foráneos” y “lacayos de Moscú” nos fortalecían en el orgullo de ser comunistas. Fui delegado de la AEMM al segundo congreso de la CNT. Junto a mí en la tribuna había un grupo de cañeros que coreaban “UTAA, por la tierra y con Sendic”. Félix Díaz, importante dirigente del PCU y la CNT dijo en su discurso que el campo socialista podría enviar trenes llenos de armas, pero si no había quien las empuñara, de nada servirían. En Magisterio teníamos relaciones de amor-odio con las otras agrupaciones. Especialmente con la agrupación 3 de la ROE (Resistencia Obrero Estudiantil) liderada por Hugo Casariego, esposo de Lilián Celiberti, el gordo Charlo, Margarita Michelini y el flaco “Pepe”, actual edil del Nuevo Espacio, el más antipático de todos. En un futuro serían los cuadros del PVP. También rivalizábamos con la agrupación “Iskra” y las “agrupaciones rojas” maoístas. Al líder de Iskra lo encontraría años después como redactor de “La República”, lo mismo que al “chancho” Legnani que en esa época era socialista y luego pasaría a ser bolche. De vez en cuando nos visitaba Marina Arismendi y no lográbamos hacer militar en nuestro círculo a Julia Moller a pesar de las visitas que le hacía su abuela Julia Arévalo. Nos fue enviada como organizadora Moriana Hernández, nuera del ingeniero Massera. Los cuadros de la UJC se anotaban como estudiantes donde la organización los necesitara. Cuando se creó el FA, Moriana figuraba en el comité de base como “independiente” para lograr más votos para el partido.

El Frente Amplio

         Y se concretó lo que los comunistas proponíamos: un frente popular. El primer paso había sido la formación del FIDEL (Frente Izquierda de Liberación) en 1962 cuando no se pudo llegar a un acuerdo con los socialistas, que formaron la Unión Popular con Erro. Ahora el Frente de Liberación Nacional que postulaba Arismendi para la revolución agraria y antiimperialista estaba al alcance de la mano. Estuve en el Palacio el día que se fundó el FA. El portero del PDC, que era estudiante de Magisterio, me dejó entrar, y ahí estuve, junto a Michelini, Rodríguez Camusso, Terra y Arismendi, entre otros. El 26 de marzo de 1971, el día del acto inaugural del FA, estuve haciendo “autodefensa” junto con un cordón de jóvenes comunistas que nos identificábamos con brazaletes. Luego, en magisterio surgió una nueva agrupación, que se separó de la agrupación 3: la agrupación 26, vinculada al naciente “Movimiento de Independientes 26 de Marzo”. Pronto quedó en evidencia que era un agrupamiento de partidarios del MLN (Tupamaros) y su lucha armada. En mi mente bullían las palabras del “Inti” Peredo, guerrillero del Che, afirmando ser comunista, y las imágenes de los comunistas vietnamitas empuñando sus fusiles. Estaba convencido de que para el triunfo de la revolución socialista, como en Rusia, China o Cuba, iba a ser necesaria la violencia armada, para “destruir el aparato burocrático-militar del Estado burgués” como dijera Lenin en “El Estado y la Revolución. “

         Así se lo dije frontalmente en una reunión en el altillo de Canelones a León Lev, preguntándole si para tomar el poder, no ya el gobierno, no íbamos a necesitar usar la lucha armada. No le gustó nada mi pregunta y me contestó con evasivas. Yo no sabía que el partido tenía un aparato armado. Sólo había tenido un atisbo cuando alguien, cuyo nombre no sé, pero que luego vería como dirigente de los estudiantes de UTU y años más tarde como cobrador de MIDU, viviendo en la calle Gabriel Pereira, vino a enseñarnos el manejo de armas cuando nos quedábamos de noche a vigilar la sede. Allí estábamos en la azotea, armados, con Rolán Rojas, una leyenda de la UJC desde que había escupido en la Plaza Independencia al yanqui Dean Rusk. Un individuo de muy pocas palabras que en realidad daba la impresión de tener muy escasa inteligencia. Luego de mis manifestaciones a favor de la lucha armada, sorpresivamente un día se me dijo que debía concurrir a una reunión. Cuando llegué había dos dirigentes del PCU hoy fallecidos. Para mi sorpresa se me dijo que el partido como yo pensaba que el desenlace iba a ser algún día la insurrección armada, y para ello se estaba preparando, con un ejército clandestino (el hoy conocido “aparato armado”, organizado en centurias). Se me dijo que no se podía predicar abiertamente esto, pero que se daban pistas a los militantes para que se prepararan psicológicamente para ese día, en discursos en los que se mencionaban las “formas superiores de la lucha de clases” (eufemismo para la lucha armada) y en el trabajo teórico de Arismendi llamado “Lenin, la revolución y América Latina”, en el que polemizaba con el foquismo, pero dando a entender que era muy difícil tomar el poder en forma pacífica. Pensé que me iban a invitar a formar parte del “ejército rojo”, pero la propuesta era aún más sorprendente: necesitaban tener gente del partido en el MLN para el caso de que éste tuviera éxito, y así asegurar su orientación comunista en el poder. La propuesta era que integrara “la orquesta roja”, que eran los comunistas integrados al 26 de Marzo y el MLN. Debía integrarme primero al 26 y tratar de llegar a la “orga” y avanzar en ella lo más posible, manteniendo informado al partido de todo lo que hacían y tratando de predicar el marxismo-leninismo, y el prosovietismo entre los tupamaros. Se me dijo que era una tarea de honor para un comunista, porque estaría prestando un alto servicio a la clase obrera y a la revolución socialista uruguaya. Debía tener claro que no iba a actuar en una organización enemiga, como lo habían hecho los de la “orquesta roja” alemana, sino con futuros aliados del partido en la revolución, que debían ser orientados en la dirección correcta. Agregaron que cada miembro de la “orquesta roja” iba a tener contacto directo con la dirección del partido, pero no entre sí, pues estaríamos compartimentados. Se me dio un lugar de contacto y una contraseña para cuando necesitara transmitir alguna información al partido. Acepté, iniciando con ello la etapa bolche–tupa de mi vida. Me “desafilié” y entregué a Laura Piedrabuena (¿o Piedracueva?) mi carnet de la UJC en las escalinatas de la Universidad.

En la próxima edición:
- El Movimiento de Independientes 26 de Marzo
- Las elecciones de 1971

 

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