Itamaraty desecha prioridad del sur por Clovis Rossi

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         Al aceptar la propuesta de acuerdo presentada por la dirección de la OMC, el gobierno brasileño tiró a la basura, en una noche, la política pro-Sur que adoptó fuertemente en los cinco años y medio de gobierno de Lula.

         No se trata ni de juzgar si esa política era la correcta o si era mejor la que tendía a lo contrario (aproximarse más y más al mundo rico). Hay buenos argumentos en pro de una y otra línea. Lo importante, en el caso, es la perseverancia en una dirección o, en caso de cambiar de rumbo, una razón suficientemente fuerte para ser fácilmente comprendida por el público y los compañeros externos.

         No fue lo que ocurrió. Brasil pasó los últimos cinco años, desde la creación del G20 en 2003, defendiendo la tesis de que la Ronda de Doha era, centralmente, una cuestión de liberalizar la agricultura de los países ricos en beneficio de los pobres. Ni la competente dialéctica de los diplomáticos brasileños por regla general y, en particular, del canciller Celso Amorim será capaz de convencer a quien quiera que sea que hubo, en la pasada noche del jueves al viernes, concesiones de los países ricos que, por lo menos, se aproximasen a lo defendido hace cinco años.

         ¿Cuál era el punto más conflictivo de las negociaciones agrícolas de la semana pasada? El volumen de subsidios que los EE UU dan a sus agricultores. El G20 pasó cinco años defendiendo un techo de US$ 13 mil millones. Los EE UU ofrecieron inicialmente US$ 15 mil millones, rechazados por el G20. Ahí, surgió la propuesta de Pascal Lamy, el director general de la OMC, de US$ 14,5 mil millones, una reducción microscópica y, aún así, el doble de lo que viene siendo efectivamente concedido a los agricultores de EE UU en estos tiempos de elevados precios de productos agrícolas.

         Brasil aceptó, lo que lleva a una de estas dos suposiciones: o todo el empeño por un techo menor no era real o, ahora, el rumbo de la diplomacia cambió para agradar a los ricos en vez de solidarizarse con el Sur. Cambiar de línea por una diferencia de US$ 500 millones no parece un justificante convincente.

         Peor, sin embargo, es la puñalada por la espalda a Argentina....

         Defender el Mercosur se volvió uno de los principales caballos de batalla de la diplomacia brasileña... De golpe, de nuevo en una única noche, el Itamaraty  da la espalda a su aliado más importante en la región prioritaria para la diplomacia brasileña (el Mercosur y América del Sur) sin que haya habido cualquier contrapartida significativa de los ricos. Peor: coge al gobierno de Cristina Kirchner en su peor momento interno. La oposición ciertamente usará la puñalada como señal de que lo gobierno Kirchner está aislado externamente.

         Finalmente, debilita otro proyecto prioritario, el Ibas (India/ Brasil/Sudáfrica), típica alianza del Sur. Los dos compañeros rechazaron enérgicamente la propuesta que Brasil aceptó gustosamente.

         Si todos esos daños colaterales hubiesen ocurrido a cambio de ganancias formidables en el comercio global -que, al final, es lo que domina el partido diplomático de países, como Brasil, que no tienen fuerza militar o económica para otros juegos-, sería fácil de entender. Pero ante resultados tan modestos, queda la impresión de que la diplomacia brasileña quiso sólo mostrarse bien comportada con los ricos. Exactamente lo que venían pidiendo los sectores políticos y diplomáticos sobre los que el gobierno ironizaba como subsirvientes del Norte y prejuiciosos del Sur.

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