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Provocación insensata
por Marcelo Ostria Trigo (Perfil)
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Para el presidente Morales, parece que insultar a los Estados Unidos y a primer mandatario, no tiene riesgo alguno, por lo menos inmediatamente. Esto ya lo probó el grosero de Caracas, y vaya que resulta tentador para el populismo boliviano, seguir su chabacano ejemplo, aunque ya hubo más de un “¡por qué no te callas!”.
Se advierte que el presidente no está informado sobre trato que corresponde entre jefes de Estado. Claro, no tenía cómo saberlo, si no lo asesoraron –o no se deja aconsejar por algún solitario sensato que debe haber en el oficialismo– mostrándole que la conducta de dirigente sindical difiere mucho de la que debe seguir, en lenguaje y actitudes, un jefe de Estado. Pero hay otro ángulo: cheques de por medio, se repiten las influencias malsanas del delirante autócrata venezolano. La dependencia por la dádiva, abusivamente otorgada con dinero que no es del sátrapa sino del pueblo venezolano, es peligrosa. Debería entenderse bien: el hilo se corta por lo más delgado, en este caso nosotros. Esto de servir como provocador, no es una actitud digna y ciertamente es peligrosa. Es contraria al retruécano que se proclama, en una costosa propaganda: “Bolivia digna”.
Pero, como la obsecuencia en nuestro país es el signo de la hora, los imitadores de la diatriba se multiplican, en una desenfrenada competencia de vulgaridad. Esto, habrá que creerlo, tarde o temprano tiene consecuencias.
Pero ¿cuál es el problema ahora? Hay discrepancias –usualmente los países no concuerdan en todo– entre las posiciones de Bolivia y el Perú en temas de comercio e integración. El Perú ha suscrito con los Estados Unidos un Tratado de Libre Comercio (TLC) y desea ir más aceleradamente que Bolivia y el Ecuador, hermanados por el populismo, en los acuerdos comerciales con la Unión Europea. Que se presenten divergencias entre las naciones es frecuente. Son posiciones distintas y respetables.
Es cierto que “el que dice lo que quiere oye lo que no quiere”, por lo que la demasía frecuentemente es respondida con igual acidez. El presidente de Bolivia se refirió a esa discrepancia, con rudeza, y buscó, con una broma de mal gusto, el gracejo que no es su fuerte, encajando la ofensa: “El presidente de Bolivia, Evo Morales, está preocupado porque ve a su colega peruano, Alan García, "muy gordo y poco antiimperialista", según dijo el martes. Morales recordó que en 1989 asistió en Perú a una conferencia de García, quien entonces era, en su opinión, un "orador de primera, antiimperialista" y, además, estaba "muy flaco". "Ahora lo veo muy gordo y poco antiimperialista. Es mi preocupación sobre el compañero Alan García", afirmó en una conferencia en las afueras de la ciudad de La Paz”.
“No se puede entender” –como usualmente dice Evo Morales– que una diferencia, haya dado lugar a una vulgaridad sin destino ni objetivo honorable. Las relaciones entre Bolivia y el Perú deben corresponder a nuestras identidades históricas comunes y a una vecindad sellada por la amistad. Poner a prueba esto es, por decir lo menos, insensato.
El presidente ha tenido que oír lo que no quería: “Yo no me ando fijando en la esbeltez y la gordura de los hombres, eso se lo garantizo; todavía no está dentro de mis inquietudes” (Presidente del Perú, Alan García). De este lado, un vergonzante silencio, del que sabe que “metió la pata”, comprometiendo la seriedad de todo un país.
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