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Año V Nro. 363 - Uruguay, 13 de noviembre del 2009
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En Madrid hay una calle Perón; en Montevideo no hay ninguna calle con ese nombre. Esa es la cuestión, el carozo del balotaje: la admirable fidelidad de los uruguayos a las formas de la libertad. En virtud de ese fondo intocable, el Uruguay volteó la dictadura militar con el plebiscito del nonazo, cumplido en condiciones adversas; sin posibilidades en la oposición para expresar libremente su pensamiento. La gente no necesitó ser adoctrinada, resolvió por sí y resolvió bien. Ahora, hace muy poco, se intentó anular la ley de Caducidad y tuvimos una formidable publicidad estática del Frente Amplio apoyando la iniciativa. Mientras tanto, ningún partido de la oposición se preocupó por contestar. Gozando de plena libertad, nadie se jugó en contra del plebiscito. Y la gente tuvo que resolver por sí sola; y resolvió bien: en este país no se anulan las leyes porque es un acto jurídicamente monstruoso. De la misma manera, a ningún uruguayo se le ocurrió rendirle homenaje al fundador de una filosofía del poder que nos resulta hipócrita. Los peronistas sacan el señalero para la izquierda y doblan para la derecha. En los tiempos del peronismo inicial, los porteños que nunca nos fallan, viajaban al Paraguay para llegar a Punta del Este. Perón había bloqueado el tránsito de pasajeros con destino a Uruguay. Ahora el peronista de turno hace lo mismo, establece y mantiene el bloqueo de un puente. La historia se repite. La distancia entre mandones y demócratas, también. Todo lo que separa a Lacalle de Mujica, se mide en las relaciones que cada uno de ellos tiene con el presidente montonero, Kirchner. Un gobernante que nos agravia con sus agresiones y que más agravia a su país inventando maniobras para ganar más poder, al margen de las leyes. Lacalle respeta al gobierno argentino, aunque es notorio que ese gobierno interviene en cuanto puede, a favor de Mujica. El juego de palabras del título no es bobada. Refiere al celo democrático que, en las apuradas, se hace presente entre nosotros. La mayoría de los uruguayos defiende su libertad. En ese punto no se negocia, ni hay antecedentes que registren una aflojada. El Frente Amplio ganó la mayoría absoluta del Parlamento y las razones de ese resultado son varias, entre las cuales está la bonanza económica, pero también el espíritu republicano del Presidente Vázquez. Decidir entre la regularidad constitucional o las presidencias "legales" pero abusivas, como sucede en Argentina y en Venezuela, es pues, otra historia. No se trata de discutir si el candidato del Frente Amplio es o no un hombre honesto y capaz. La resistencia al candidato del Frente proviene de la inseguridad que ha sembrado y sigue sembrando en esta campaña electoral. No mantiene una conducta sincera; y todos lo notamos. Lejos de explicar qué piensa y qué quiere, el señor Mujica da a conocer ideas contradictorias, sueltas y vagas; algunas de ellas improvisadas y otras francamente peligrosas. Esas flagrantes contradicciones unidas a sus coincidencias estrechas con Chávez y Kirchner, crean desconfianza. Ningún votante, sea del partido que sea, está tranquilo con respecto a lo que puede hacer el señor Mujica si llega a tener todo el poder en sus manos. Astori, su compañero de fórmula, ha dicho: "Mujica es el caos. No se puede ser confuso, hay que decir con claridad lo que se va a hacer, no se puede cambiar de opinión permanentemente". Marenales, la revolución armada, ha dicho: "Mujica es un misterio para mí", que es como decir: puede hacer cualquier cosa. Mieres, del Partido Independiente, ha dicho: "Cada día me sorprende más la forma desembozada en que los dirigentes frenteamplistas admiten que es necesario envolver al candidato en una suerte de 'nube de confianza' organizada en torno a otros dirigentes y técnicos que se encargarán de llevar adelante la gestión de gobierno. La consigna parece ser: 'No se preocupen muchachos, que si gana Mujica gobernará la misma gente que gobernó durante este gobierno'. Sólo un ingenuo puede creer que si gana Mujica gobernará Astori. Todos sabemos el poder que tiene un Presidente. Se puede hacer una operación de maquillaje durante la campaña electoral, durante un mes. Se puede controlar al candidato y pasarlo de 'cayetano' durante el tiempo de esa campaña. Pero no se puede controlar a un Presidente electo durante cinco años. Si gana Mujica serán él y su grupo los que gobernarán…" . Sanguinetti ha dicho: "Lacalle me asegura que el Uruguay no va a terminar subordinado a los petrodólares de Chávez; mientras que con el senador Mujica, no lo sé". Lacalle dijo: Un gobierno encabezado por José Mujica apoyado por la mayoría parlamentaria ya obtenida, podría convertirse en una "aplanadora dedicada a llevar adelante un programa con ideas tremendamente radicales". A estas declaraciones que se han hecho unánimes (puesto que son muchas, todas coincidentes y originadas indistintamente, en el partido de gobierno y en la oposición), puede agregarse una consideración más, la más tremebunda: en la medida que Mujica sea honesto y fiel a sus antecedentes y convicciones, cuanto más leal sea con sus compañeros, peor será para el país. Mujica protagonizó el primer acto de su campaña hacia al balotaje en Las Piedras (31/10/09) y ahí le reprochó a Lacalle su falta de temple para enfrentar "la primera huelga policial". Según él, si el Presidente hubiera sido corajudo, debió llevar presa a la policía. El que entra a dialogar, pierde "autoridad". En esa breve alocución en Las Piedras, todavía le quedó tiempo al candidato del Frente para errar también en la cuestión financiera. Dijo Mujica: "Durante los gobiernos anteriores al Frente, hubo 'fenomenales fugas de capital' 'y los lemas tradicionales se hacían los bobos, cuando estaban saqueando este país'". ¿El candidato le pondría trabas a la salida de capital que la ley garantiza? Astori previno no hace mucho: "No se debe sembrar alarma con temas sensibles que pueden conducir a desequilibrios". No es fácil ser auténticamente radical y admitir los corsi e ricorsi que impone la democracia liberal y capitalista. No es fácil resignarse a que las montañas no pueden subirse en línea recta. (Lo dijo Lenin.) Un país no se hace a golpes, lo bueno es conducir con firmeza… y tolerancia. "A veces, las ideologías cobran un tinte semirreligioso. Nosotros no estábamos preparados para gobernar. Existían orientaciones políticas por un lado y equipos técnicos, por otro. La separación entre el juicio técnico y el gobierno político, es fatal en la toma de decisiones" -dijo en Montevideo el ex ministro de Economía de Salvador Allende. Comento El Uruguay no puede tropezar con esta piedra chilena. Es más: los nubarrones peronistas que pasan por el horizonte, van a ser despejados cuando se haga el próximo escrutinio. Lacalle va a ganar porque cuando ejerció la Presidencia respetó puntualmente las normas constitucionales. Los uruguayos son "ciudadanos cuidadosos de su república"; y el aprecio por ese valor, va a demostrarse una vez más. La pugna electoral es entre nosotros y el peronismo tipo K. Y el ser nacional no cambia, es insobornable. Fuente: Equinox Uruguay
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