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Año V Nro. 363 - Uruguay, 13 de noviembre del 2009
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Nuestra sociedad está profundamente dividida. Esto no es porque sí. Esto es el resultado de decenios de trabajo se sapa por parte de la izquierda en nuestro país. La triste situación que hoy vive nuestra sociedad también es culpa de la dirigencia política tradicional del país que, viendo lo que acontecía, poco o nada hizo para controlar ese permanente minado de los valores, de las tradiciones propias de los que habitamos la ‘Banda Oriental'. A fuerza de ser honestos debemos reconocer que no es un fenómeno exclusivamente uruguayo, nuestros primos de allende el plata sufren algo bastante parecido. Lo importante a los efectos de este escrito es lo que nos pasa a nosotros, los orientales. Lo de Argentina nos debe preocupar pero en definitiva no nos concierne. Entonces, llegamos a este mes de noviembre del año 9 del segundo milenio con una sociedad en los hechos enfrentada. Una sociedad profundamente dividida en cuanto a como se deben encarar los aspectos más básicos de nuestra convivencia como nación. Por un lado los que de alguna manera parecerían buscar en forma casi atávica una especie de colectivismo poco definido que reparta felicidad y bienestar con poco sacrificio salvo la inevitable de la libertad y nuestra capacidad de optar. Optar en todos los sentidos de la vida, la de optar por como criamos nuestros hijos, que moral les transmitimos, que ética de trabajo les dejamos, de optar por dejarles a los que nos siguen los pocos o muchos bienes que pudiéramos haber generado en nuestra vida productiva. De optar por qué tipo de educación queremos, la de optar por la búsqueda de la felicidad personal en el entendido que es nuestro derecho siempre y cuando no vaya en desmedro de la felicidad de los demás. La lista es interminable, pero cada ítem forma parte de ese gran concepto, tan fuerte si estamos dispuestos a defenderlo, y tan débil si no lo estamos, que es la libertad lisa y llana. Nuestra sociedad está hoy en una cruz de los caminos. Si tomamos para un lado y le damos la presidencia a quien en definitiva representa, la falta de seguridad, la imprevisibilidad, la ideología por sobre todo, en definitiva, por quien es la antítesis de los valores judeo-cristianos que han sido desde siempre el cimiento de nuestra organización social. Entonces horas negras nos esperan a los que somos liberales en el sentido libertario del término. Esa es la verdadera importancia de la contienda que se acerca. El meollo de la cuestión es si mansamente la mitad mayor iremos al suicidio político y ser condenados a ver como la mitad menor ataca y muy probablemente destruya la esencia misma de nuestra nacionalidad, o contrariamente, nos sacamos el balde de la cabeza y votamos por lo menos para tener voz y algún grado de peso en este berrodo que hemos armado los uruguayos. © Michael S. Castleton-Bridger
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