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Año V Nro. 363 - Uruguay, 13 de noviembre del 2009   
 
 
 
 
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Visión Marítima

 
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por Emilio Cárdenas

 
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          Muchos de los participantes de los movimientos terroristas-marxistas latinoamericanos de la década del 70 siguen en el centro del escenario político de la región. Con distinto ropaje ahora. Disfrazados, entonces. 

          Los hay en el Perú, donde los crímenes terroristas no han sido objeto de amnistías, ni perdones. Los hay también en otros rincones. Como en el Uruguay, donde uno de los líderes tupamaros podría muy pronto transformarse en presidente de ese país. También en la Argentina, donde militantes de los movimientos subversivos del 70 ocupan ministerios, secretarías de estado o bancas parlamentarias. Como si los crímenes abominables perpetrados contra civiles inocentes en la década de los 70 (a la par del Terrorismo de Estado) no estuvieran específicamente prohibidos por la Cláusula Martens (Artículo 3°) de la Cuarta Convención de Ginebra de 1949. Y como si esa Convención no fuera derecho interno. 

          Otros, como el amnistiado Horacio Verbitsky (a quien se tiene como ex cabeza de la inteligencia subversiva de los 70, con el modesto nombre de “El Perro”) se desempeñan en el periodismo de izquierda, desde donde continúan “su lucha”. Desde allí justifican a un gobierno como el actual, al que se tiene como el más corrupto de la historia argentina. Lejos. 

          Por lo apuntado no sorprende que, de tanto en tanto, en los movimientos de izquierda radical contemporáneos aparezcan personajes que militaron activamente en las agrupaciones subversivas de los 70. Con las responsabilidades del caso. Dependiendo de los escenarios, esos personajes recurren, o no, al camuflaje, al engaño o al disimulo. Para seguir vigentes.

          Un episodio reciente en el Perú confirma, una vez más, lo mencionado precedentemente. Esto es, que la misma ideología violenta de los 70 está enraizada hoy en la izquierda radical de la región. Disimulada, ahora. 

          El caso tiene que ver con la parlamentaria peruana de origen andino, Elsa Malpartida Jara. Con ese curioso primer apellido, la diputada, de 48 años, pertenece al Partido Nacionalista Peruano. El liderado por Ollanta Humala, que cuenta con el respaldo abierto de Hugo Chávez desde Venezuela, quien no se cansa de violar el principio de “no ingerencia” en los asuntos internos de otros estados. Particularmente respecto del Perú, país por el que siente un resentimiento muy particular. 

          La diputada Malpartida Jara acaba de ser cuestionada por el propio Presidente del Perú, Alan García, por no haber incluido en su “hoja de vida” (CV) su pertenencia pasada al grupo terrorista Sendero Luminoso. Su mendaz omisión confunde ciertamente a la opinión pública y hasta a sus propios seguidores. Engaña. Por eso, Alan García decidió hacer pública esa vinculación, para que todos la conocieran. 

          La cuestión explotó, como suele suceder, a través de los medios. Como una prueba más de la trascendencia que tiene la prensa independiente que los “bolivarianos” están empeñados en sofocar.  Un informe publicado recientemente en una edición dominical por “El Comercio”, de Lima, provocó que muchos analizaran la situación de la aludida diputada del partido nacionalista. Los hechos están claros, sin perjuicio de una investigación iniciada por el Ministerio del Interior, a través de su “Procuraduría Anti-terrorista”. 

          Lo cierto es que Malpartida militó en Sendero Luminoso bajo las órdenes de “Artemio”, uno de sus principales cabecillas de la región de Huallaga. Lo hizo desde 1989 hasta 1994. Por espacio de un largo quinquenio. Participaba en sus “charlas” y era uno de sus mandos logísticos. 

          Sinceramente o no, Malpartida abandonó la agrupación terrorista en 1994, acogiéndose a la Ley de Arrepentimiento patrocinada por Alberto Fujimori. En función de ella fue absuelta de los cargos en su contra, al considerársela “colaboradora eficaz” (soplona). Según Malpartida, sus nexos con Sendero Luminoso fueron “forzados”, esto es que fue “obligada” a pertenecer a la sanguinaria organización, bajo amenazas. 

          Malpartida negó primero haberse acogido a la Ley de Arrepentimiento. El Comercio nuevamente la desmintió. Ella -según consta- acudió voluntariamente a la Base Contrasubversiva 313-Los Laureles para “arrepentirse”. Quizás, con sinceridad. Quizás tácticamente. Ella sabe la verdad. Nosotros, no. 

          Luego se presentó, en octubre de 1994, a la policía de Tingo María, asignándosele allí la clave A2J-53372. Contó como había sido “captada” en el caserío El Milagro, aportando a su vez información sobre las actividades de Sendero Luminoso, que las autoridades tomaron inicialmente como poco veraces. 

          Hoy se sabe también que su hermano, Juan Malpartida, enrolado -como ella- entre los “arrepentidos”, fue mando político de Sendero en el sector Bolaynas, en el que residía, cultivando (cuando no) hoja de coca.   
      
          La gran pregunta es ¿miente Malpartida? Pareciera que sí. Así como en su momento ocultó su vinculación con Sendero Luminoso no es imposible que hoy siga falseando la verdad. Está “entrenada” para ello. 

          La mentira parece ser, para Malpartida, algo habitual. En 1994 dijo a las autoridades haber nacido en el distrito de Ambo. En el 2006 declaró, bajo juramento, ante las autoridades electorales haber nacido en el distrito de Rupa Rupa. En su Documento Nacional de Identidad emitido este año, con fecha 31 de marzo, aparece como nacida en el distrito José Crespo y Castillo. Mentiras, por todas partes, conducta por lo menos impropia de una legisladora. 

          En medio de este escándalo el Partido Nacionalista Peruano acaba de expresar su “respaldo político” a la parlamentaria, destacando que en su momento ella se desempeñó eficazmente como dirigente del movimiento cocalero del Alto Huallaga, en tiempo de Sendero Luminoso

          El respaldo nacionalista no sorprende a nadie. Las vinculaciones pasadas de la diputada de Ollanta Umala con el terrorismo, tampoco. A pesar del humo con el que trata de disimular quién efectivamente es ella, cómo ha pensado y actuado, y de dónde viene. Así son las cosas. Más allá de los detalles, Ollanta Humala sabe cómo es Malpartida. Cómo piensa y actúa. Quizás no de donde “viene”. Es un detalle. 

          Si el caso de Malpartida sugiere estas reflexiones, ¿qué queda para el del Presidente del Paraguay, Fernando Lugo, que ocultó a sus votantes los hechos -más que desagradables- que ahora se exteriorizan en las “demandas por paternidad” que se acumulan en su contra?

Fuente: EDE

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