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Dos señoras se encontraron después de un buen tiempo sin verse y una le pregunta a la otra:
- ¿Y cómo están tus hijos, Rosa y Francisco?
- Ay querida, Rosa se casó muy bien. Tiene un esposo maravilloso. El se levanta de madrugada para cambiar los pañales de mi nieto, prepara el café en la mañana, lava los platos y ayuda en la cocina. Después de todo esto se va a trabajar. Un amor de yerno, gracias a Dios.
- ¡Que bien, querida amiga! Y tu hijo Francisco, ¿también se casó?
- También se casó, pero tuvo mala suerte. Su matrimonio anda muy mal... Imagínate que él tiene que levantarse de madrugada para cambiar los pañales de mi nieto, hacer el café en la mañana, lavar los platos y tiene que ayudar en la cocina! Y después de todo esto sale a trabajar para conseguir el sustento a la vaga de mi nuera, ¡es una yegua!

- Mamá, mamá, ¿las escuelas son peligrosas?
- No hijo, ¿por qué piensas eso?
- Porque cerca de cada escuela hay un letrero que dice "¡Cuidado escuela!

El juez en un divorcio le dice al marido:
- ¿Después de haber estudiado el caso, le concedo a su mujer una pensión vitalicia de 400 euros, más 60 euros por cada hijo. ¿Tiene algo que decir?
- Que es usted muy generoso, no sé si podré dar algo yo también.

Era un gallego, un mexicano, y un yanqui que iban por un desierto en un automóvil. De pronto, la máquina se descompuso y, para seguir a pié hasta algún lugar, cada uno agarro una parte del auto.
El yanqui se quedó con el asiento, el mexicano con el radiador, y el gallego con la puerta.
Entonces, empezaron a preguntarse porqué cada uno habia elegido esa parte del vehículo.
El yanqui empezó diciendo que porque si se cansaba, se sentaba a descansar en el asiento.
El mexicano dijo que porque si le daba sed, bebía el agua del radiador.
Y ambos le preguntaron al gallego por qué había elegido la puerta. El gallego les explicó:
-Porque si me da calor, bajo la ventanilla.
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