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La personalidad democrática
por Darío Acevedo Carmona - (Perfil) - Medellín/Colombia -
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Es muy razonable la alegría con que los colombianos recibimos la liberación de otros seis secuestrados. Pero ese sentimiento no nos exime de entender el alcance y el significado de la medida adoptada por las Farc a través de la senadora Piedad Córdoba. Es necesario retrotraernos a la vieja táctica estalinista de impulsar movimientos y personalidades democráticas para el logro de sus objetivos cuando las circunstancias les son adversas y no pueden hacerlo de frente.
Después de haber ensayado la criminal política del “eliminar a los más cercanos”, es decir, a la izquierda no comunista ni bolchevique, durante la primera década de su mandato y de presenciar el cómodo ascenso al poder de la extrema derecha en Europa, Stalin, duro y terco como la roca y el acero, aceptó la propuesta del dirigente comunista búlgaro Jorge Dimitrov de invertir el sentido de las alianzas y propiciar un acercamiento con aquellas fuerzas que antes habían sido víctimas de su persecución, es decir, con la izquierda democrática, los socialdemócratas, liberales, socialistas, anarquistas, etc. Fue la política que se tradujo orgánicamente en los Frentes Populares, cuyos ejemplos más importantes, en tanto ganaron el poder, fueron los de España y Francia a mediados de la década del treinta del siglo pasado. Desde entonces y en muchos países y en variadas circunstancias, cuando se encontraban en minoría o en aprietos, los estalinistas acudían a esos “amigos” incómodos para atravesar el río, utilizándolos como barcazas, a las que, una vez salidos de apuros, hundían sin ningún rubor, pues lo que a ellos interesa es la condición comunista, más allá de la cual no hay salvación.
En Colombia, muchos sectores de la izquierda comunista y totalitaria han tratado de implementar dicha táctica para cubrirse en momentos de dificultad o debilidad. Desde que se diseñó la misma, el partido comunista colombiano cambió drásticamente su actitud y su discurso frente a López Pumarejo a quien de la noche a la mañana pasaron de calificarlo como el “enemigo número uno de la clase obrera” a ser el “compañero jefe”. En los años del Frente Nacional y hacia el final de este régimen, también fueron diestros en la aplicación de esta táctica, se arrimaron al MRL de López Michelsen, luego lo hicieron con la Anapo y lanzaron como candidatos a personalidades democráticas como Julio César Pernía, Piedrahita Cardona y Echeverri Mejía, entre otros.
Ahora, la guerrilla fariana, que es una guerrilla de formación estalinista, intenta vendernos la idea de que está haciendo un gesto humanitario al liberar a algunos de los secuestrados en su poder. Para hacerlo se apoyan en una “personalidad democrática” que es fiable y les puede abrir caminos, tal como quedó estipulado en mensajes de Reyes al Secretariado de esta organización y que fueron develados después de la inspección de sus computadores. Hay que advertir, que las “personalidades democráticas” escogidas no proceden de mala fe necesariamente ni caen en la cuenta de hasta dónde van a ser útiles al proyecto del cual o no son concientes o no dominan a plenitud. Hay mucho de ingenuidad en ellas, y si no que lo digan dirigentes como el príncipe Norodom Shianouk de Camboya o los demócratas de Vietnam del Sur que desaparecieron de escena una vez los comunistas estalinistas se adueñaron del poder.
¿Cómo entender entonces la movida de la guerrilla con los secuestrados? Recordemos que ella busca un “intercambio humanitario” para sacar de las cárceles a sus militantes presos. Sin embargo, los golpes de opinión y la Operación Jaque dieron en buena medida al traste con tal propósito. Ya no está en las mismas condiciones de antes para alcanzar su objetivo. Y además, desde el punto de vista político y militar está en el peor momento de su historia. Así que es comprensible la apelación a una “personalidad democrática” para que realice lo que la guerrilla no puede hacer directamente. Como hay fibras sentimentales, dolor profundo, expectativas de familias, entonces nadie podrá oponerse a esta movida que, además, se hará pasar por “gesto humanitario”. La “personalidad democrática”, seguramente con buenas intenciones, le marchará al juego, porque también obtendrá beneficios como recuperar opinión, prestigio y vitrina política, ella podrá alegar que lo suyo sí es una gestión humanitaria.
En estas liberaciones hay pues un objetivo que trasciende el show del momento y las lógicas alegrías del retorno a sus hogares de seis colombianos humillados por años en las selvas. Es un objetivo que no se puede soslayar ni minimizar pues nos remite al círculo vicioso de la violencia. La guerrilla busca espacios para supuestamente negociar, cuando lo que quiere es hacerse visible de nuevo. La intención en esta movida táctica no es dar una demostración de humanidad sino reabrir espacios de presión con el fin de que el gobierno acepte el “intercambio humanitario”, que le permitan hablar de su condición política sin cambiar para nada sus objetivos y sus medios violentos de lucha. Por eso la personalidad democrática y los signatarios del “diálogo epistolar” deberían ser más categóricos en exigirles a las guerrillas la renuncia a la violencia, al secuestro y a distanciarse del narcotráfico.
Por eso tiene lógica quienes piensan que la única manera de creer en una propuesta de las Farc es a partir de la liberación incondicional de todos los secuestrados, de la renuncia a las armas, de su deseo de someterse a la ley de Justicia y Paz y por tanto de concentrarse en una zona determinada del país para negociar las condiciones de reinserción a la vida civil y de colaboración con la verdad, la reparación y la justicia. Para eso no se requiere de montajes publicitarios pero sí pueden caber los buenos oficios de una personalidad democrática.
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