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Sueño
por Enrique Szewach
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La preocupación en torno a las dificultades para superar la crisis global me persigue hasta en los sueños, les relato lo que recuerdo del último.
La escena, el salón de reuniones del Council of Economic Advisors del Presidente Obama. Los diálogos, increíblemente en castellano, y los protagonistas personajes difusos, aunque me pareció reconocer a Larry Summers y al grandote de Paul Volcker, pese a que integra otro comité (después de todo era un sueño).
- El paquete de ayuda es gigantesco, pero no sé si tendrá efecto. Comentaba Larry apesadumbrado.
- Es que en realidad, resulta totalmente contradictorio que un país que tiene que ajustar su sobregasto, lo haga con más gasto. ¡Es como recomendarle a alguien que tiene que adelgazar que coma más!. –comentó un gordo, con un extraño parecido al Ogro Fabianni. (Es mi sueño y soy hincha de River, ¿qué otra cosa esperaba?).
- ¡Pero el Presidente Obama no está dispuesto a soportar la caída del PBI que implica ajustar la exuberancia de los mercados de la era Bush!. Acepta un ajuste lento y más duradero, pero gradual y de caída leve. –acotó uno con voz finita y acento bostoniano. (Algún muchacho de Harvard o del MIT, pensé).
- Eso implica lograr que los consumidores norteamericanos, superendeudados, con enormes pérdidas patrimoniales, y con temor a perder su trabajo, se pongan a gastar los fondos adicionales que, eventualmente, les lleguen. Ahora la voz se oía como en sordina, y provenía de un hombre negro y calvo, con un extraño parecido a Louis Amstrong.
- Esto se da vuelta, en cuanto perciban que sus trabajos ya no peligran y que el valor de sus activos ya ha tocado piso y se recupera. Hay que lograr que los periodistas no hablen más de crisis, y los diarios no informen más despidos masivos. La sugerencia provenía de un trajeado a rayas y con saco cruzado, curiosamente idéntico a…, si usted ya se imagina a quién.
- No podemos influir así sobre la prensa, este es un país libre. Pero aún si pudiéramos, la gente no es tonta, si ve a su vecino perder su trabajo, no necesita leer el diario. Además, las familias ya tienen su casa, dos autos, televisores de todo tipo, computadoras. Necesitan recomponer su ahorro. Deberíamos vender al exterior, y que los nuevos empleos sean de la industria exportadora. Acotó ahora sí Paul Volcker desde las alturas.
- Miren, los que podrían demandar del resto del mundo, o también están en recesión por su propio ajuste de sobre gasto, o son los asiáticos que tienen exceso de ahorro, pero carecen de instituciones adecuadas para canalizarlo o demandan bienes que nosotros no producimos, ni en calidad, ni en precio. Y tienen una cultura del ahorro distinta. Además, con la huída hacia el dólar, perdemos competitividad por el aumento de la demanda de nuestra moneda. Y ellos internamente, producen lo que nosotros demandábamos y no lo que ellos necesitan. El mundo no puede salvarnos, a duras penas podremos evitar una generalización del proteccionismo y una caída mayor del comercio mundial que convertiría la recesión en una catástrofe.
- Entonces, si nuestros consumidores quieren ahorrar, y el resto del mundo quiere ahorrar, lo que se va a dar es la paradoja del ahorro. Todos ahorrando y bajando el consumo. Las empresas perdiendo rentabilidad, y por lo tanto cayendo en su valor presente. El precio de los activos seguirá bajando, y se generarán más incentivos todavía para ahorrar. Una espiral descendente hasta encontrar el piso y el ajuste prolongado que se quería evitar.
- Aunque el piso lo podemos elevar si saneamos los bancos de sus activos tóxicos y pueden volver a dar crédito y si les damos fondos a las empresas para que no frenen la producción y el empleo. Ahora, la sugerencia venía del negrito parecido a Amstrong.
- Pero en una recesión ¿Qué activos no son tóxicos?. Y además, ¿A quién le van a prestar los bancos? ¿A empresas que no venden y pierden plata, o a consumidores que quieren cancelar sus créditos y ahorrar para recomponer sus destruidos patrimonios? ¿Y las empresas, van a producir para aumentar stocks y demorar aún más el ajuste, o incentivar la deflación y la postergación del consumo? No sirve. Todo dólar que se inyecta termina en una familia asustada.
- Tenemos que insistir con Keynes y aumentar la obra pública y el gasto. A lo mejor, los obreros de la construcción prefieren gastar, en lugar de ahorrar. –La reflexión provino, ahora, del trajeado a rayas parecido a... -Se ve que era el más keynesiano de la mesa.
- ¿Pero alguno de los presentes leyó a Keynes? La pregunta angustiada de Larry generó un incómodo y pesado silencio.
- Yo. Quién rompió la inmovilidad reinante fue un flaquito, bajito, debilucho, que hasta ese momento había permanecido sin hablar. Más parecido a Woody Allen que a un profesor de Columbia y con cara de estar en la reunión equivocada. Todos giraron sus miradas hacia él, quién inició un largo monólogo.
- Miren, sobre el final de la Teoría General, Keynes cita a un economista alemán que emigró a la Argentina. (La mención de la Argentina generó un murmullo y algunos comentarios hirientes en la mesa, que no hicieron mella en el flaquito), un tal Gessell, que sugería, para salir de la trampa de la liquidez, emitir dinero con cupones, que perdieran valor con el paso del tiempo, de manera que la gente se viera dispuesta a gastar y no a ahorrarlo. Es generar inflación implícitamente.
Estuve pensando que podríamos adaptar la idea de Gessell y en lugar de darle plata a los bancos y a las empresas, acreditarle fondos en las cuentas a las familias, para que la gasten en determinado tiempo y en bienes que no hubieran comprado de otra manera, básicamente bienes durables y automóviles. Asociados, para facilitar el esquma a una línea de crédito de los bancos.
Después recordé la ley de Gresham, “la mala moneda desplaza a la buena moneda” y para que no quedaran dudas de que la plata se iba a gastar, y asegurarnos la reactivación, pensé que, en lugar de dólares, había que darles una moneda que no quieran guardar, que quieran sacarse de encima rápidamente. La asociación libre fue inmediata, Gesell, mala moneda, pesos argentinos. ¡Tenemos que acreditarle pesos argentinos en sus cuentas!, para que los gasten en bienes durables, automóviles y servicios no imprescindibles –lo que no gastarían de otra forma- con el compromiso de la Fed de rescatar esos pesos, contra dólares a las empresas y bancos que entren en el programa.
Fui un paso más, dado que no tenemos pesos, diseñé un esquema de “swaps” de dólares contra pesos, entre la Fed y el Banco Central argentino y, de paso, le proveemos de dólares al gobierno argentino para que pague sus deudas. Con esto cerramos el círculo y salimos de la trampa del ahorro generalizado.
Terminó triunfal el gemelo de Woody, sacándose los anteojos que se la habían empañado con la euforia del discurso.
- Maravilloso gritó Larry, conmovido. Pasénme con Obama, necesitamos el teléfono del Presidente argentino, aunque me parece que es una mujer que se llama igual que la mujer de nuestro Presidente. Bachelet creo que es.
Y me desperté.
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