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Hechos graves y encubrimiento
por Manuel A. Solanet
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Se dice que la mentira tiene patas cortas, o sea que no puede ir muy lejos cuando la verdad aflora por todos lados. Es así como la versión oficial del escándalo de las valijas se hace cada vez más insostenible a medida que en Miami declaran los testigos en el juicio que protagoniza Antonini Wilson. De la misma forma el falseamiento de los índices del Indec ha sido tan explícitamente denunciado por sus propios técnicos, que no haría falta la evidencia del aumento de los precios en el supermercado para descubrirlo. Sin embargo, nuestros gobernantes y sus escuderos siguen sosteniendo públicamente que el Indec está bien y la Presidenta volvió a decirlo la semana pasada y nada menos que en el Consejo de las Américas. En ese ámbito bien informado acusó a quienes no comparten esa posición de no entender la nueva metodología. Lo hizo con la misma suficiencia con que preguntó a los Estados Unidos si tenían un Plan B o intentó bautizar la crisis financiera como “Efecto Jazz”.
Esta estrategia de defenderse atacando resulta evidente en el episodio de las valijas. Todas las evidencias van configurando una historia creíble de envíos de dólares en valijas traídas por misiones oficiales y que hubieran quedado en el secreto de la historia si no fuera por el imprevisto desvío de la llegada de uno de esos viajes a un canal que no era el programado. Los múltiples llamados a la residencia de Olivos por parte del principal responsable cuando aún no había terminado el trámite en Aeroparque por el sorpresivo descubrimiento, no pueden explicarse sino como el pedido de resolver el inconveniente desde lo alto del poder. Todo lo que ocurrió después es lo típico de un caso que se esperaba arreglar de alguna forma, evitando que trascendiera. Pero una investigación periodística lo hizo conocer y un par de meses después, para mayor desventura del kirchnerato, Antonini Wilson que es ciudadano estadounidense y en territorio de ese país fue espiado y presionado para que exponga una versión que no comprometiera a los gobiernos de Argentina y Venezuela. La hermana de Antonini, que era ex jueza estadounidense, le aconsejó acogerse a la figura de testigo protegido, denunciando el hecho y sujetándose al FBI. La crónica posterior es suficientemente conocida como para que se la reitere en esta Carta.
Todo lo que los testigos relaten bajo juramento en los Estados Unidos deberá ser considerado por la justicia argentina, que a esta altura difícilmente pueda sostener la falta de mérito que dictó sobre Claudio Uberti, quien parece ser el brazo ejecutor argentino de los arreglos y dineros con el gobierno de Hugo Chávez. Es cada vez más ridículo el argumento escapista del gobierno argentino de limitar su responsabilidad a la negligencia de ese funcionario por haber dejado subir al avión a quien no conocía debidamente. Suenan teatrales las protestas y enojos de los voceros oficiales quienes descalifican a Antonini por “delincuente y mentiroso” y de esa forma intentan desacreditar todo el juicio de Miami y reclaman a Bush que lo remita a nuestra justicia. Todavía sostienen que es una operación basura contra la presidente Cristina Kirchner. A esta altura, si todo es como parece, resultaría casi más reprobable el encubrimiento y la mentira que el envío de fondos no declarados para la campaña política.
Es de esperar que el curso de la verdad y la acción de la justicia – también la nuestra - completen esta historia tal como ocurrió e íntegramente. También esperamos que la justicia argentina actúe y llegue hasta el final en el caso del Indec y en todas las otras denuncias de corrupción que se le han sometido. Si ello ocurre y los hechos resultan como aparentan serlo, habría habido graves responsabilidades en los más altos niveles del gobierno y múltiples encubrimientos a sabiendas. Si se llegare a estas evidencias, no nos es fácil proyectar sus consecuencias políticas.
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Fuente: Fundación Futuro Argentino |
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