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Exceso de Regulación Legal
por Cr. Ricardo Puglia
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Por una enfermiza razón de dependencia, muchos uruguayos creen que sus problemas pueden ser resueltos por el Gobierno del FA y ello sería risible si no fuese tan patético y una de las causas principales de nuestra pobreza.
Cada vez que surge un problema, nuestros actuales gobernantes corren a producir una ley o reglamentación para “resolverlo”, sin darnos cuenta de que típicamente lo que hacen es crear nuevos problemas que no existían, y a menudo ni siquiera superamos el problema que motivó la legislación. Por algo dice un proverbio chino que: “mientras más leyes, más criminales”, pregúntenle a la Ministra del Interior.
Debemos superar esta dependencia si hemos de abrir portales a un desarrollo que nos permitirá resolver los críticos problemas sociales, económicos y tecnológicos de un planeta que se achica. En esta carrera no hay marcha atrás, pues la puerta de salida está por delante.
El problema del exceso de regulación y dependencia central no es nada nuevo, como tampoco criollo, sino algo que está abocando a grandes crisis en países desarrollados como Estados Unidos y los del continente europeo, en donde demasiadas personas han puesto sus esperanzas en modelos de dependencia.
Y no es que no necesitemos reglas, lo que no necesitamos es exceso de reglas. Los humanos tenemos una gran capacidad de vivir en armonía e interactuar, sin tantas normas, a través de acuerdos voluntarios. Es como la vida en familia, que le permite funcionar sin un Palacio Legislativo.
Cuando nos volvemos dependientes de terceras personas y de sus leyes, entramos en un complejo mundo de conflicto de intereses. Demasiada regulación estatal está infectada de consecuencias inesperadas, pues sus gestores difícilmente pueden anticipar todos sus efectos directos, indirectos y a menudo invisibles.
¿Conocemos el costo total de toda la burocracia estatal y su repercusión en el de la canasta básica?
Otra terrible realidad de los costos de la regulación es que el grueso lo pagan otros, y de maneras que no logramos vislumbrar, y ello es lo que más contribuye al frenético aumento de la regulación. Si llegásemos a conocer y sumar todos los costos directos e indirectos de la regulación estatal, veríamos que casi sin excepción rebasa su nivel de eficiencia.
Nada de esto es nuevo, y de hecho la intención es buscar alternativas a la regulación. Hay ejemplos de desregulación que han tenido inmenso éxito, tal como en ciudades en donde se han retirado casi todos los avisos de tránsito, y aun los semáforos. El secreto detrás de todo ello está en la acción voluntaria entre grupos e individuos.
Lo perverso del exceso regulador es que a menudo conviene a algunos políticos del FA, a veces demasiados, incrementar las regulaciones, pues dan a entender que “están haciendo algo”.
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