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Año V Nro. 354 - Uruguay, 04 de setiembre del 2009
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En la antigua Grecia, el demagogo era un político cuyo principal atractivo estaba entre las multitudes. En la Roma imperial, el demagogo era casi inevitablemente un tribuno de la plebe, quien prefería la arena del Foso de los Comicios a la Cámara del Senado, pero no entraba en su política “liberar a las masas”, y en su conjunto los que acudían en multitud para escucharle no formaban parte de las clases más humildes. Demagogo simplemente indicaba, “quien complace a la multitud”. Existía en tiempos del Imperio Romano otro término: “dignitas” – “dignidad” que se definía como el prestigio o influencia personal de un hombre en el mundo romano más que su posición política, aunque ésta se veía muy reforzada si se poseía una gran dignitas. También las “dignitas” eran vistas como la suma total de integridad, el orgullo, la familia y antepasados, la palabra, la inteligencia, las hazañas, la capacidad, la sabiduría y la valía de hombre. De cara a los comicios que se avecinan, estos milenarios conceptos y definiciones nos provocan reflexionar a cual candidato acompañaremos con nuestro voto. Entonces, redescubramos en un análisis serio los términos “demagogo” y “dignitas”. Quien sea capaz de amalgamar en armonía los sueños y proyectos de nuestra sociedad como comunidad espiritual y en particular los sueños, y proyectos de cada familia o individuo que contribuyan a sumarse al bienestar colectivo será el ganador. Por lo tanto, a priori, los uruguayos deseamos reencontrarnos con nuestras familias y amigos que por diversas razones emigraron en el pasado, necesitamos que nuestro país crezca con ellos, dándoles el lugar y el espacio que dejaron vacío. Necesitamos de mayor libertad, dejar de legislar tanto la vida cotidiana y creer más en la conducta de nuestro compatriota, siendo sumamente severos en el ejercicio de la autoridad emanada de las urnas. Nuestro futuro gobierno tendrá que gobernar para todos los uruguayos, sin condición de raza, partido político, religión o nivel social. El denominador común debe ser “el trabajo” porque a través del mismo, obtendremos ingresos para pagar nuestras necesidades de salud, educación, cultura, vivienda, alimentación, vestimenta, deportes, etc. Y el trabajo ayudado del capital nos permitirá salir al exterior a vender nuestras producciones físicas y de servicios a través de todos los TLC posibles, sin distinguir ideología política del país comprador sino sólo el respeto por las libertades y el desarrollo humano. Habrá una tarea enorme a partir del primero de marzo de 2010, por un lado un equipo reconstruyendo nuestra identidad nacional perforada por las disparatadas leyes que nos dejarán y por otro lado, otro equipo construyendo el futuro para nuestros hijos, nietos, sobre la base de lo posible racional e inteligente adaptado a la nueva sociedad global de la que formamos parte. De otro modo seremos un país de mitad de tabla para abajo, satélite de otros intereses que nos son ajenos. Seamos nosotros mismos, conjuguemos el verbo “construir” un gran país sin demagogia y con dignidad. © Cr. Ricardo Puglia para Informe Uruguay
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