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Año V Nro. 363 - Uruguay, 06 de noviembre del 2009   
 
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Visión Marítima

 
Aníbal Steffen

¿Vicepresidente o copresidente?
por Aníbal Steffen

 
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         ¿Es una pena que el Cr. Danilo Astori no haya utilizado en la acción de gobierno como Ministro de Economía y Finanzas, la misma creatividad que malgasta en elucubrar excusas y en buscar ejemplos que justifiquen la negativa frenteamplista a aceptar un debate “en serio” entre candidatos presidenciales. El país reclama una confrontación, una discusión y una comparación en tiempo real, de quienes aspiran a llevar el timón de la República durante los próximos cinco años.

         Pero Mujica no se anima, ni el Frente se lo permite si no concurre acompañado por Astori.

         El candidato a vicepresidente, en defensa del debate “de a cuatro”, recordó la célebre polémica televisada que en 1980 protagonizaron Enrique Tarigo y Eduardo Pons Etcheverry (por no modificar la Constitución, lo que al final resultó triunfador) y Néstor Bolentini y Enrique Viana Reyes en representación del gobierno cívico-militar.

         ¿Necesitaré explicar por qué el antecedente no es comparable con los debates presidenciales que tienen lugar en los países civilizados y democráticos?

         No insultaré la inteligencia del lector. Sólo se lo explicaré al Cr. Astori, si es que se digna leerme, para evitarle seguir diciendo tonterías.

         Pons y Tarigo representaban respectivamente al Partido Nacional y al Partido Colorado enfrentados a la dictadura. La posición contraria a la reforma que proponía el régimen militar no podía reducirse a un solo partido. Era necesaria la presencia simbólica de los dos partidos que representaban a la mayoría de la población. El voto por el NO, que resultó triunfante, no tenía color ni partido. Era un voto por la democracia representativa.

         Por el bando de la dictadura, un militar y un jurista adicto tenía también su simbolismo. La dictadura necesitaba mostrar que no eran sólo los militares los que defendían su proyecto, sino que también lo hacía un sector civil. ¿Se entiende? (Ya saben a quién se lo pregunto).

         Por otra parte, ninguno de los cuatro personajes mencionados estaba disputando la Presidencia de la República. El objeto del debate no era la promoción de ninguno de ellos, sino la discusión conceptual de una reforma constitucional.

         Fue un debate memorable que contribuyó a la causa de la resistencia a la dictadura.

         Pero un debate entre dos candidatos a la presidencia, es otra cosa.

         Se trata de exhibir a los postulantes, comparar sus propuestas, sus reacciones, sus aptitudes para (nada menos) conducir una nación. Sin un candidato a la vicepresidencia que explique lo que quiso decir el candidato a la presidencia, ni que responda lo que debió responde éste.

         La pretensión del debate “a cuatro manos” sólo se entiende por esa calidad de copresidente que Astori pretende asumir, en colisión con las funciones que la Constitución de la República le otorga al vicepresidente.

         No gobernarán a dúo. Y es probable que si llegaran al gobierno desafinarían a la primera estrofa. Ya han desafinado en forma alarmante en este período. ¿Se pondrán de acuerdo en un segundo intento? Sólo para el debate. En el gobierno, los quiero ver. (Perdón, no los quiero ver).

         La gran diferencia con la otra fórmula, es que Lacalle y Larrañaga, conocedores y respetuosos ambos de la Constitución, saben cuáles son las responsabilidades que la Carta Magna asigna al presidente y al vicepresidente. Son funciones complementarias, precisamente porque son completamente diferentes.

         Astori debe resignarse y admitir que perdió la carrera por la candidatura presidencial y ocupar dignamente el lugar que le corresponde. El Uruguay no puede tener, ni lo desea, un copresidente.

         Por eso la propuesta de debate “de a cuatro” es improcedente, innecesaria e inconveniente. A veces la academia no alcanza para comprender estas cosas. Se necesita humildad y sentido común. ¿Logré explicarme?

© Aníbal Steffen

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