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Año V Nro. 363 - Uruguay, 06 de noviembre del 2009   
 
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Visión Marítima

 

Cultura cívica y respeto institucional
por Raúl Ronzoni

 
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          Reconforta reflexionar sobre la educación cívica de los uruguayos, independientemente de la reconocida y admitida pérdida de valores que se ha producido en las últimas décadas. El desarrollo, las reacciones y la proyección de las elecciones nacionales del domingo 25 no hacen sino confirmarlo. No existió un sólo cuestionamiento ni incidente de importancia entre candidatos o partidarios de las dos ideologías en pugna pese a sus abismales diferencias históricas y presentes. Apenas algunos chichoneos entre lectores de diferentes páginas Web, que por otra parte no hacen sino confirmar las palabras iniciales de este columna.
 
          En el acto elctoral estaban en juego los próximos cinco años del país. Los caminos para emprender la lucha contra el desempleo; para enfrentar la caída del dólar; para amurallarse contra la presión internacionacional que generalmente tiende a que se tome el camino que pretendan marcarnos; para asumir decisiones sobre la mayor o menor distancia de gobiernos como el estadounidense el venezolano o el cubano; para decidir las reformas que deberán tomarse para evitar que los corruptos sigan metiendo la mano en la lata y que si lo hacen, drásticamente se las corten...

          Pero también estaban en juego dos plebiscitos: uno de ellos, referido a la Ley de Caducidad que impidió durante más de dos décadas que la Justicia enjuiciara a los militares y policías imputados de violar los derechos humanos, y el otro que impulsaba el voto de los uruguayos residentes en el exterior. Ambos se constituyeron en dos de las principales banderas de la izquierda. El primero, para muchos por una cuestión moral y de principios. Una lucha que a algunos políticos les permitió montarse desde 1985 a un caballito de batalla que les ha dado réditos electorales, y para algunos abogados, beneficios económicos y una proyección publicitaria de la que también obtienen ganancias materiales.

          Ahora, quizá este haya sido el punto final del debate sobre la cuestión y también el que quienes especularon con la muerte y el dolor de los deudos.

          El otro plebiscito apuntaba a legalizar el voto de los residentes uruguayos en el exterior lo que le permitiría a la izquierda asegurarse varios miles de decisivos sufragios de emigrantes políticos y económicos, mayoritariamente votantes frentamplistas, como se puede observar de la lectura de las distintas páginas de las colectividades dispersas por el mundo y del enfoque que cuando asumió el actual gobierno pretendió darle al Departamento 20 del Ministerio de Relaciones Exteriores, responsable de las relaciones con las colectividades emigradas.

          Sin embargo, aunque en la primera vuelta José Mujica logró casi el 48 por ciento de los votos, ninguna de las dos iniciativas plebiscitadas alcanzó el respaldo para que ser aprobada. Estos resultados fueron quizá, los golpes más duros que recibió la izquierda. Más, seguramente, que la de no obtener más del 50% de los votos en la primera vuelta, una certeza que muchos tenían y que no alcanzaron, porque la de la Ley de Caducidad no tuvo menos votos que el total de los que recibió la izquierda. Una verdadera sorpresa.

          La izquierda logró mantener la mayoría parlamentaria que tuvo durante el actual gobierno del presidente Tabaré Vázquez, por lo que si venciera en la segunda vuelta tiene una ventaja que no es menor, pero también Mujica también enfrentarà dificultades que no tuvo Vázquez, especialmente provenientes de la propia coalición y de su temparamento amplio y plural en el discurso, pero totalitario en sus decisiones. Los 2.500 cargos de confianza que todo gobernante tiene que designar al asumir serán un quebradero de cabeza y seguras rupturas de relaciones políticas.

          Por otro lado, los seguidores del Partido Nacional con su candidato Luis Alberto Lacalle a la cabeza, esperaban obtener un porcentaje mayor de votos que el que recibieron. Un resultado inesperado y un verdadero balde de agua fría para sus expectativas, aunque su se suman los votos de Lacalle con los del candidato del Partido Colorado, Pedro Bordaberry y los del Partido Independiente, los porcentajes son levemente superiores a los de la izquierda.

          Cualquier observador extranjero, no ya de Irán, de Paquistán o de Afanistàn, sino de varias de las naciones latinoamericanas (basta con estirar la cabeza para mirar hacia la vecina orilla) se sorprendería por la cultura cívica, el respeto a las instituciones y el liderazgo de los principales candidatos, que ahora exhortan a disputar la segunda vuelta mediante un debate de ideas, de proyectos de país, sin gritos destemplados ni insultos como los que algunos vomitaron en los meses anteriores.

          Esos observadores podrían incluso suponer que los uruguayos son políticos mediocres, timoratos, sin energía ni garra. ¿Cómo es posible que un líder guerrillero que violó la Constitución para derrocar a un gobierno legítimo y estuvo doce años en prisión no tome otras actitudes? ¿Cuál es la razón por la cual un candidato liberal, enemigo de siempre de aquéllos guerrilleros se limite a insistir en un debate público y televisado al que el otro rehúye? Las respuestas están en la fortaleza de las instituciones, en la educación cívica y en el respeto a un sistema democrático que, a diferencia de otras naciones, funciona y se acata. Aún por el ex guerrillero que ahora pretende sentarse en el mismo sillón presidencial a cuyo ocupante de hace poco más de 40 años pretendió derribar por las armas.

          Ahora hay que esperar el resultado de la segunda vuelta el domingo 29 de noviembre. Mientras tanto reconforta reflexionar sobre estos temas, lo que permite dormir más tranquilo. Al menos por ahora.

Fuente: Mirador Nacional

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