"Y lo peor de todo, sin necesidad..."
por Manuel Mora y Araujo
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Predomina la idea de que se gobierna mejor si se tiene con quien pelear que si se tiene con quien consensuar. De Cristina la sociedad esperaba que no lo fuera ... Este es el rasgo más notorio del momento político actual en la Argentina: la derecha, los militares, la Iglesia, algunos medios de prensa, las grandes empresas, eran adversarios con quienes pelear reportaba beneficios políticos. El "campo" -como se dice en la Argentina por referencia al sector agroindustrial- no lo es. Por el contrario, las simpatías de la población están de su lado. Pelear con él es, visto desde una perspectiva puramente política, una mala idea.
Las comparaciones de estilos de los gobiernos no son una herramienta de análisis muy rigurosa y a veces llevan a equívocos conceptuales y a interpretaciones incorrectas. Pero también, a veces, son irresistibles. ¿Qué tienen en común Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Néstor y Cristina Kirchner, Andrés López Obrador? No mucho, desde cierta perspectiva que pone en primer plano las políticas públicas; mucho, desde otra perspectiva que resalta el estilo en la manera de enfrentar los problemas, el enfoque táctico político y, tal vez más importante, las consecuencias políticas y económicas de sus acciones.
La Argentina está pasando por una situación complicada, deteriorando en buena medida la bonanza económica de los últimos años y aun en mayor medida el capital político del gobierno. Esos problemas los ha creado el mismo gobierno que los padece y -como dice una vieja letra de un famosos tango- "lo peor de todo, sin necesidad..."
En la agenda del momento dos temas sobresalen: la inflación y el conflicto con el agro. Solo en parte están ligados. Tienen en común que el enfoque antiinflacionario del gobierno ha colocado como prioridad contener los precios internos de los alimentos, y eso ha conducido a algunas de las medidas que afectan al sector agropecuario. No tienen en común que la voracidad fiscal del gobierno, que lo lleva a aplicar un muy discutible impuesto "móvil" a las exportaciones, no se justifica en objetivos antiinflacionarios sino en propósitos puramente fiscales.
Cuestiones de estilo: Kirchner era muy confrontativo, como lo son los otros gobernantes que pertenecen al conjunto que privilegia la división de la sociedad por encima de los consensos como estrategia para construir su base de poder. Predomina la idea de que se gobierna mejor si se tiene con quien pelear que si se tiene con quien consensuar. De Cristina la sociedad esperaba que no lo fuera, inclusive entre quienes la votaron; pero está demostrando que también lo es. Acá viene un elemento común a esos enfoques en distintas circunstancias nacionales e históricas: cuando aciertan en la elección del enemigo con quien confrontar, suelen recoger réditos políticos valiosos; cuando no aciertan, cosechan desgaste. Este es el rasgo más notorio del momento político actual en la Argentina: la derecha, los militares, la Iglesia, algunos medios de prensa, las grandes empresas, eran adversarios con quienes pelear reportaba beneficios políticos. El "campo" -como se dice en la Argentina por referencia al sector agroindustrial- no lo es. Por el contrario, las simpatías de la población están de su lado. Pelear con él es, visto desde una perspectiva puramente política, una mala idea.
De manera que el enfoque del gobierno de Cristina de Kirchner en este frente hoy tan conflictivo debe ser analizado en dos planos: el puramente político -lo que conviene en un simple ejercicio contable de ganancias y pérdidas a corto y mediano plazo-, el de los objetivos de la política pública. En ambos planos el gobierno parece estar equivocándose.
Su imagen declina. Declina menos de lo que proclaman algunos medios de prensa (sin aportar ninguna información); pero declina. Su discurso deja de ser creíble. Su frente interno se tensiona; para evitar resquebrajaduras el gobierno debe extremar un manejo político que es en sí mismo desgastante, erosiona en las capas más profundas el consenso interno que todavía mantiene en la superficie.
A la vez, los objetivos de política económica no se alcanzan. Los precios suben, empujados por las expectativas, que es precisamente lo que Néstor Kirchner buscó evitar desde hace tres años. Para poner topes artificiales a reacomodamientos de precios relativos se arriesga desabastecimiento, insuficiente oferta energética, transporte público de calidad declinante, servicios públicos en general insatisfactorios para los habitantes que hacen uso de ellos. Y esto en nombre de mejorar la distribución de la riqueza.
El diagnóstico es que el enfoque de gobernar sin consenso tiene límites. Los proyectos políticos que se plantean "tomar el poder" contra viento y marea eventualmente pueden alcanzar el poder con votos populares; pero, sea así o no, frecuentemente encuentran sus límites más pronto que tarde. La Sudáfrica de Mandela mejoró más que si se hubiera adoptado un enfoque confrontativo; además, evitó una guerra civil. Lo mismo ocurrió en la España post Franco.
En América Latina, en aquellos países donde predomina un enfoque de gobierno apoyado en la búsqueda y articulación de consensos, las cosas van mejor para la mayoría de la población que en aquellos donde prevalece la idea divisiva de la sociedad. En la Argentina, el capital político acumulado por Néstor y Cristina Kirchner es suficiente para gobernar buscando el consenso, para lograr resultados exitosos y para permitirle al gobierno continuar gozando de alta popularidad en la población. Y la economía, aunque pueda enfriarse un poco, todavía goza de vigor; acaba de conocerse de fuente privada una estimación de crecimiento de la producción industrial de casi 4 por ciento con respecto al mismo mes del año anterior.
No se entiende por qué el gobierno argentino está poniendo todo eso en serio riesgo.
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