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Calvo Sotelo y Bustelo
por María José Izquierdo J.
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Calvo Sotelo fue el presidente más breve de la democracia española, un hombre convencido de que el progreso de España pasaba por la paz social, la incorporación del país a Europa y a la OTAN.
De filias y fobias, los españoles somos y sabemos un rato. Salvo ante la muerte. Entonces, nos volvemos ciudadanos de acción y palabra aventajada; escribientes de memoria analítica y recuerdo postrero. Amigable, al fin y al cabo. Algo es algo.
Tal es así que hasta destacados militantes socialistas transforman sus formas para despedir, como se merece, a un caballero español: Leopoldo Calvo Sotelo y Bustelo, sobrino del asesinado José Calvo Sotelo (1936).
Del marqués de la Ría de Ribadeo con grandeza de España, el actual secretario de organización del PSOE, ha escrito: "hagamos lo posible por mantener viva en la memoria colectiva su legado y su obra". Es decir, la de una de las figuras conservadoras relevantes de la política de la Transición democrática española. Buen intento, pero nadie se lo ha creído.
Calvo Sotelo accedió a la presidencia del gobierno tras la dimisión irrevocable de su amigo Adolfo Suárez (hostigado a derecha e izquierda) y se convirtió en el presidente más breve de la democracia española. Dos años, apenas.
El gradual desmoronamiento del partido que ayudó a levantar, UCD, con la fuga de la socialdemocracia de Fernández Ordoñez, por la izquierda, y otros grupos, por la derecha, no facilitó la estabilidad de su ejecutivo, como tampoco contribuyó a ello la oposición socialista, aún con pactos de Estado por medio.
Para mí, fue el primer presidente de la democracia al que arranqué unas declaraciones para la agencia internacional de noticias en español: EFE. Calvo Sotelo me anticipó la inminente firma del Acuerdo Nacional de Empleo, que semanas después rubricó junto a los representantes de la CEOE y los sindicatos.
Porque tras la rubrica de los pactos de la Moncloa, estaba convencido de que el progreso de España necesitaba de la paz social y el concurso de los agentes sociales en la moderación salarial y flexibilidad en la contratación laboral. También, la paulatina incorporación de nuestro país a Europa.
Vivió el intento golpista del 23F y el posterior juicio a sus responsables; así como el asalto al Banco Central, con el secuestro de doscientas personas en Barcelona. Firme, pero dialogante. Moderado. Ilustrado a su manera. Aperturista. Puso a España en la OTAN.
Persona seria e hierática al primer golpe de vista. Dicen que su sentido del humor era tan grande como su afición al piano con el que se traslado a la Moncloa para no dejar de cultivar el espíritu que caracterizó su paso por el poder. Con el llegó el Guernica y el nuevo escudo constitucional de España.
Su gestión no defraudó. Según los ensayistas de la época, estuvo a la altura de las circunstancias políticas, pero no pudo evitar las consecuencias del derrumbe del partido centrista que se concretó en catorce años de gobiernos socialistas.
El gabinete de Calvo Sotelo celebró su última reunión el 12 de noviembre de 1982, días antes de la primera visita del papa Juan Pablo II a España. Mes y medio antes, ETA político militar VII asamblea anunció su disolución.
Aún así, siguió vinculado a la política hasta 1987 y después se alejó libre y discretamente. Aunó la voluntad y el entendimiento de un hombre de Estado. Es lo que España le agradece ahora.
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