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Año V Nro. 307 - Uruguay, 10 de octubre del 2008   
 

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Estornudos de vecinos resfríos propios
por Dr. Marcelo Gioscia Civitate

 
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         La crisis financiera originada en los Estados Unidos a pocos días de llevarse a cabo sus Elecciones Nacionales, ha provocado una serie de efectos en cadena, no sólo dentro de su territorio sino en los cinco continentes. Al cierre, fusión o lisa y llana desaparición de entidades bancarias, con más de un siglo y medio de vida en esa nación, se ha sumado el derrumbe de las Bolsas de Comercio de las principales capitales, la baja en el precio de las materias primas, la revalorización del dólar y el repunte del valor oro. Y como si ello fuera insuficiente, la demora en obtener por parte del Congreso la aprobación del paquete de medidas de auxilio al sistema financiero, solicitada por el Presidente Bush, influyó negativamente en los mercados del mundo. Paralelamente, en Europa los principales países decidieron fortalecer sus sistemas financieros, sin lograr frenar hasta el momento la debacle. Estas circunstancias, (pese a las declaraciones del Senador Astori y de su novel sustituto al frente de nuestro Ministerio de Economía y Finanzas, buscando tranquilizar a la población) incidirán de una u otra forma en nuestro país, que depende en gran medida de la colocación de sus materias primas en el exterior y que ha financiado hasta el 2010 su deuda externa, pero que sigue dependiendo de un crédito externo que necesariamente se contraerá.  

         Los fantasmas que crearon la desconfianza en 1929, volvieron a corporizarse setenta y nueve años después y en estos días, nadie sensato puede desconocer que el temor ha ganado espacio y conspira contra la recuperación de la sensación de seguridad, solvencia y crecimiento que permiten impulsar toda Economía, aquí y en el resto del planeta.

         Pero ocurre, que si bien intelectualmente podemos comprender y hasta solidarizarnos con las situaciones por la que están pasando los grandes mercados de potencias de primer orden, la realidad cotidiana es la que nos afecta y golpea directamente.

         Tal vez porque hace muy poco (2002) pudimos sortear la peor crisis económica y financiera de que tengamos memoria, es que nos preocupan los coletazos que podrá tener esta crisis.

         Esto es, nos preocupan, cuáles serán los efectos para cada uno de nosotros en nuestras respectivas situaciones, en nuestras pequeñas economías, por cierto muy alejadas de los ámbitos académicos o científicos e incluso políticos, donde se trata y a la postre se deciden, las políticas que pagamos la gran masa de habitantes que generamos riqueza en el país, que apostamos al mismo e intentamos cumplir, pese a todo, con nuestras obligaciones.

         Sabemos que, mal que le pese al Ministro Álvaro García, los efectos económicos ya se han notado y ello se traduce no sólo en la pérdida de posibles negocios con el exterior, sino también, en el aumento del número de trabajadores enviados al seguro de desempleo (caso de las curtiembres), en la disminución de inversiones, en el aumento de los precios internos, en la retracción del crédito externo y el destino dado a los gastos de los particulares (más proclives a aumentarlo en viajes al exterior y bienes de consumo, que a destinarlo a bienes productivos), sin que por otra parte se prevea disminuir el gasto público “que está financiado”, todo lo que no es un dato menor.

         No alcanza con sostener y seguir justificando desde el gobierno, el “carácter” del gasto.

         Tal  vez con algo de humildad, sumado a los efectos de la crisis, se comience a advertir desde el gobierno progresista, que lo gastado para disminuir la pobreza, en realidad fue un despilfarro que no la disminuyó significativamente y lo que es peor, no apuntó a respetar la dignidad de los beneficiarios (muchos de los cuales creyeron en la cada vez más lejana propuesta de un “país productivo”).

         Cabe preguntarse: ¿No hubiera sido mejor contener más el gasto público en los excepcionales tiempos de bonanza que la Fortuna le concedió a este gobierno? ¿Qué ocurrirá si esta Rueda de la Fortuna, gira en sentido adverso? ¿Podrán financiarse gastos que se proyectaron desde un país en crecimiento si es muy otro el escenario? ¿Será suficiente la fortaleza de nuestras reservas para no contraer el inevitable resfrío que nos causarán los estornudos de nuestros vecinos?

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© Dr. Marcelo Gioscia Civitate para Informe Uruguay
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