Tomado de Giovanni Sartori
El socialismo y el comunismo
El ideologismo y lo "Políticamente correcto"
por Oscar Almada
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Pese a que la palabra “socialismo” aparece ya empleada por Leroux en 1830, y a que en ese tiempo designaba a los seguidores de Saint Simon, el término adquiere importancia recién en 1848. En Francia, la revolución del 48 que adquirió tintes “socialistas”, fue derrotada, dando lugar al golpe de Estado de Luis Bonaparte y al nacimiento del II Imperio. La palabra “salió” de Francia y se trasladó a Alemania. El caso es el inverso al del liberalismo: en éste, primero nació la “cosa” y recién tres siglos después nació el nombre. En el caso del socialismo, primero nació el nombre, pero bastaron dos décadas para que la palabra pasara al socialismo marxista. El primer socialista alemán fue Lasalle, odiado por Marx, pero recién en el Congreso de 1891 el socialismo se hizo marxista. A despecho del llamado “Manifiesto comunista” de 1848, el comunismo no se convirtió en partido en ningún lado hasta 1918, cuando Lenin funda el PCR. Hasta entonces se hablaba de “socialdemocracia”. Al nacer el nombre de comunismo, se hace una brecha con el socialismo, pues el marxismo europeo NO era el leninismo soviético, el leninismo-estalinista.
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Marx retrata un “fantasma” comunista que condena en bloque todo lo existente y que anuncia la supresión de todos los males del mundo. Pero Tocqueville en el mismo año 1848 dice: “El socialismo y la democracia tienen en común sólo una palabra: la igualdad. La democracia quiere la igualdad en libertad, el socialismo quiere la igualdad en la servidumbre”. Por lo tanto, distingue la democracia liberal de la democracia social. La igualdad negadora de la libertad se canaliza hacia el socialismo, mientras que la igualdad afirmadora de la libertad confluye hacia la democracia liberal.
El marxismo se ocupa preferentemente del “capital”, pero, mientras la democracia es un sistema político, el mercado y el capitalismo son sistemas económicos. El mercado es un mecanismo de automatismo que permite determinar los costos y los precios de las cosas. Sin él, las cosas no tendrían un costo auténtico, sino un costo ficticio. El mercado pertenece al tipo de orden espontáneo, pues funciona por sí mismo y no está gobernado por nadie. Es flexible y sensible a los cambios, y por tanto, es el complemento de la libertad de elección. ¿Por qué entonces ha sido demonizado? Es porque, en la mayoría de los casos, al hablar de mercado en realidad estamos hablando de sistema capitalista, pero eso es un error, porque precisamente el capitalismo forma parte del mercado. Es cierto que el mercado puede ser cruel, pues su ley es el éxito del más capaz y obliga a los individuos al máximo, pero su crueldad es social, no es individual. El mercado es ciego, no distingue a los individuos. Marx había establecido que el valor de un bien es el trabajo congelado en ese bien. Se deduce de ello que es un concepto individualista, porque al igualar, protege el costo del trabajo de cada individuo, mientras que el mercado lo sacrifica al interés colectivo....... ¡La paradoja es que Marx es inconscientemente individualista, mientras que el mercado es colectivista!
Con el crecimiento de los medios de comunicación de masas, ha aumentado la guerra de epítetos. Existen “nombres nobles”, apreciativamente positivos que el ideólogo por supuesto se atribuye a sí mismo, y “nombres innobles”, descalificatorios y peyorativos, que atribuye a sus adversarios. Pero lo malo, es que para el ideólogo el epíteto, el nombre, exime del razonamiento y lo sustituye. El ideologismo habitúa a la gente a no pensar, pues es una máquina bélica concebida para agredir y silenciar al adversario. (1) Una descalificación ideológica no necesita explicación ni admite discusión. El ideologismo concede certeza absoluta y por tanto no requiere prueba ni demostración. Vamos a que las ideologías, como en grado sumo la ideología marxista, han muerto, pero de ellas ha sobrevivido lo “políticamente correcto” una forma sin filosofìa en la que el pensamiento es sustituido por epítetos peyorativos.
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El fin de las ideologías, profetizado en los años sesenta, ha resultado un poco prematuro. En realidad, lo que se quería anunciar era el fin de la ideología marxista, que resultaba la más fuerte, y no el fin de la ideología como categoría del espíritu según la define Benedetto Crocce. Bajo los escombros del muro de Berlín quedó en realidad sepultada la ideología marxista y especialmente la lenin-estalinista. Pero eso no significa que haya desaparecido una forma mental de ver las cosas, unas gafas con las que se sigue mirando el mundo. De ahí resulta lo “políticamente correcto” que es un conjunto de eslóganes y consignas sin pensamiento que las sustente, como puras armas de combate. Pensamientos que no piensan.
Hace dos siglos que el intelectual de occidente vive libremente, sin un Torquemada que lo queme ni un Mecenas que lo mantenga, y no acaba en la cárcel por delito de opinión. Pero, ¿es igualmente libre de pensar? No habrá cárcel, pero hay presión e intimidación. Las verdades de derecho y de izquierda siguen con nosotros. El que se obstine en conservar su libertad íntegramente, puede quedar castigado con el silencio, la marginación y el ostracismo. La fama y los premios buscan siempre a los políticamente correctos.(2) El ideologismo, pues, no ha sido totalmente derrotado, y sigue siendo un “pensamiento bloqueante”. El fin de la ideología que se ha previsto tiene que ser el fin del “piensabien” y el de la tiranía de la ideología sobre el pensamiento.
(1) Vg., los conceptos de derecha e izquierda.
(2) Caso de Vargas Llosa, por ejemplo.
SÍNTESIS de las “lecciones” Nos. 16 a 18 del libro “La democracia en treinta lecciones” de GIOVANNI SARTORI, Ed.Taurus, Buenos Aires, 2009).
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Fuente: Cato Institute
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