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Raghuram Rajan

Recuperaciones sin empleo y políticas maniacas
por Raghuram Rajan

 
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CHICAGO – La política fiscal y monetaria de los Estados Unidos, tanto en la actual recesión como en la de 2001, ha sido de las más flexibles en el mundo industrial. En estos momentos el Congreso está trabajando de nuevo en otra ley de “empleos.” En efecto, John Taylor, de la Universidad de Stanford atribuye la reciente crisis financiera a políticas monetarias de estímulo excesivas durante la parte final del mandato de Alan Greenspan como presidente de la Reserva Federal estadounidense.

         ¿Por qué es tan flexible la política estadounidense? Una de las razones principales es que la naturaleza de las recuperaciones económicas de dicho país ha cambiado. De 1960 hasta 1991, las recuperaciones de los Estados Unidos fueron típicamente rápidas. Entre la parte más profunda de la recesión hasta la recuperación a los niveles de producción previos a ésta, pasaban dos trimestres en promedio, y el empleo se recuperaba en ocho meses.

         Sin embargo, las recuperaciones de las recesiones de 1991 y 2001 fueron diferentes. Por ejemplo, en 2001 la producción se recuperó solamente en un trimestre, pero los empleos tardaron treinta y ocho meses para regresar. La recuperación actual parece ir igualmente lenta en la creación de empleos.

         Algunos economistas señalan que, a diferencia de recuperaciones pasadas, cuando los trabajadores que habían sido temporalmente despedidos fueron recontratados, los empleos que se perdieron  a partir de 1991 fueron de carácter más permanente. Los trabajadores desempleados tuvieron que encontrar puestos en nuevas industrias, lo cual requirió más tiempo y mayor capacitación.

         Otros indican que Internet ha ayudado a las compañías a hacer contrataciones más rápidas. Así pues, en lugar de contratar apresuradamente a la primera señal de recuperación por temor a no poder hacerlo más adelante, y perder ventas, las empresas prefieren estar seguras de que la recuperación está bien afianzada antes de conseguir más trabajadores.

         Independientemente de la verdadera explicación, los Estados Unidos están particularmente mal preparados para las recuperaciones sin empleos. Típicamente, las prestaciones del desempleo duran solamente seis meses. Además, debido a que las prestaciones de salud a menudo están vinculadas a un puesto de trabajo, un trabajador desempleado también tiene el riesgo de perder el acceso a un sistema de salud asequible.

         Las prestaciones de corta duración pueden haber sido apropiadas cuando las recuperaciones eran rápidas y el empleo abundaba porque el temor a perder las prestaciones antes de encontrar un empleo puede haber incentivado a los trabajadores a buscar con más empeño. Sin embargo, frente a la baja creación de empleos, un incentivo positivo se ha convertido en una fuente de ansiedad. Incluso aquellos que tienen trabajo temen perderlo y quedar a la deriva.

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         Los políticos se arriesgan al ignorar la ansiedad popular. Muchos piensan que el presidente George H.W. Bush perdió su apuesta por la reelección a pesar de haber ganado una guerra popular en Irak porque parecía estar fuera de contacto con la aflicción del público tras la recesión de 1991. Esa lección ha sido totalmente asimilada. La recuperación económica se trata sobre todo de empleos no de producción, y los políticos están dispuestos a presionar por el estímulo económico, tanto fiscal (recortes fiscales o gasto público) como monetario (tasas de interés más bajas) hasta que vuelva a haber empleos.

         En teoría, de esto se trata la democracia- políticas que respondan a las necesidades de las personas. En la práctica, sin embargo, la presión del público para hacer algo de forma rápida permite a los políticos no tener consideración de las salvaguardas y equilibrios usuales en la toma de decisiones del gobierno.

         Se promulgan políticas fiscales y de gasto a largo plazo en el contexto de una emergencia en la que la parte que está en el poder durante la recesión logra avanzar su programa favorito. Muchas de las leyes que se promulgan con fines de estímulo tienen  poco efecto inmediato en la creación de empleos, pero sí tienen un efecto de largo plazo adverso en las finanzas públicas. Por ejemplo, el paquete de estímulo de 2009 aprobado por la administración Obama tenía previstos muchos miles de millones de dólares para la investigación del cáncer, aunque dicha investigación emplea a pocas personas de forma directa e implica un gasto de largo plazo –mucho más que el de una prolongada recuperación.

         También tiene efectos adversos para una economía saludable la moda reciente de bajar a casi cero las tasas de interés y mantenerlas así durante un periodo sostenido de tiempo. No es nada claro que las tasas de interés de casi cero de corto plazo (respecto de las tasas de interés simplemente bajas) tengan un gran efecto adicional en alentar a las empresas a crear empleos cuando poderosas fuerzas económicas las obligan a ser reacias en cuanto a hacer contrataciones. Sin embargo, las tasas de interés de casi cero pueden incentivar actividades equivocadas.

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        Por ejemplo, los hogares y gestores de inversiones, que son reacios a mantener el dinero en inversiones seguras – fondos de mercado, en lugar de buscar invertir en títulos con vencimientos más largos y un mayor riesgo de crédito siempre que ofrezcan rendimientos adicionales. Del mismo modo, las inversiones que huyen de las tasas de interés bajas estadounidenses (y más generalmente, de los países industriales) han hecho que aumenten los precios del capital y de los bienes inmuebles de los mercados emergentes creando las condiciones para su caída (como observamos  recientemente cuando los capitales buscaron inversiones seguras luego del trastorno financiero de Europa).

         Además, aunque las empresas en los Estados Unidos no estén haciendo contrataciones, otras en otros lados sí están contratando. La tasa de desempleo de Brasil, por ejemplo, está en un nivel bajo como no se había visto en décadas. Si la Reserva Federal tuviera que aceptar su responsabilidad de facto como banquero central mundial, tendría que admitir que sus políticas relativas a las tasas de interés no son favorables a un crecimiento mundial estable.

         La política seguiría siendo acomodaticia si la Reserva Federal mantuviera bajas las tasas de interés en lugar del nivel cero que propicia pánico. Y esto haría que los ahorradores tuvieran menos incentivos para buscar rendimientos evitando así la inestabilidad financiera.

         Sin embargo, los políticos no se quedarán pasivos si la Reserva Federal trata de subir las tasas de interés. Su punto de vista –y el de la Reserva- se basan en el cálculo equivocado de que si las tasas bajas son buenas para la creación de empleos, las tasas demasiado bajas tienen que ser aún mejores.

         Los estudios emergentes sobre la inflación de los precios de los activos y la toma de riesgos originados por políticas que establecen tasas de interés demasiado bajas convencerán en última instancia a los responsables del diseño de políticas de la Reserva Federal de cambiar de postura. Sin embargo, para que los políticos se preocupen menos por el tema de los empleos, tal vez necesitamos empezar a discutir si las recuperaciones sin empleos son permanentes, y si la red de seguridad de los Estados Unidos, diseñada para otra era, tiene que ser modificada.

Raghuram Rajan, ex economista en jefe del FMI, es profesor de Finanzas de la Universidad de Chicago y autor de Fault Lines: How Hidden Fractures Still Threaten the World Economy.

Puede escuchar un podcast  en inglés de este artículo en el siguiente enlace: http://media.blubrry.com/ps/media.libsyn.com/media/ps/fan15.mp3

© Project Syndicate, 2010. www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por Kena Nequiz.
©
Daniel Gros and Project Syndicate para Informe Uruguay

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© Raúl Seoane para Informe Uruguay

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