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La reacción conservadora ya está aquí
por Jorge Soley Climent
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Hace apenas un año el vendaval Obama parecía que iba a llevarse por delante todo lo que encontrara a su paso, iniciando una nueva era de hegemonía progresista y convirtiendo al movimiento conservador norteamericano en un recuerdo del pasado, no totalmente desaparecido pero sí incapaz de ser una amenaza creíble.
Aunque algunos nos resistíamos a aceptar este análisis, lo cierto es que la imagen que se transmitía desde la inmensa mayoría de los medios de comunicación era ésta, para regocijo de muchos izquierdistas que por fin veían sus sueños cumplidos.
Desde entonces Obama ha obtenido triunfos (algunos con un enorme coste para los estadounidenses y de efectos duraderos), pero no puede ocultar que en muchos de los aspectos clave se encuentra estancado: desde Iraq a Guantánamo, pasando por Iraq y la reforma sanitaria, los problemas se acumulan y la magnífica retórica que llevo a Obama a la presidencia no es suficiente para resolver los problemas reales. La derrota de los candidatos demócratas en New Jersey y Virginia, en una campaña en la que el presidente se involucró personalmente, son un signo claro de que las cosas están cambiando en Estados Unidos y si aún es pronto para extraer conclusiones definitivas sí podemos afirmar que la gente ya no está dispuesta a perdonárselo todo a Obama. Y mientras tanto, la popularidad del presidente ha caído ya en la última encuesta Gallup por debajo del 50%, haciendo saltar algunas alarmas.
Pues bien, lo que me parece más interesante de todo este asunto, más allá de la cuestión del desgaste que supone el ejercicio real del poder y de los límites de una política basada exclusivamente en la retórica hueca (al menos en Estados Unidos, donde al parecer no tragan tanto como en España), es la reacción de los conservadores estadounidenses. Recordemos una vez más que hace menos de un año las huestes conservadoras estaban sumidas en lo que muchos consideraban una crisis de identidad fatal y definitiva, y sin embargo…
Sin embargo la reacción no se ha hecho esperar. Si en España, ante situaciones análogas, lo corriente es que cunda el desánimo, que se intente amoldar el discurso a lo que se supone son las nuevas ideas predominantes, que se adopte una postura de perfil, esperando que los errores del adversario hagan el trabajo que uno se ve incapaz de hacer, en Estados Unidos ha ocurrido exactamente lo contrario. En vez de amoldarse al discurso progresista, los conservadores han hecho suyo aquel adagio “marquetiniano” de, en momentos de crisis, “back to basics” y han retomado un discurso sencillo y directo de defensa de la libertad, la responsabilidad ante el intervencionismo estatal y los principios sociales tradicionales. En vez de esperar pasivamente a que el cadáver del enemigo pase por delante de la puerta, se han movilizado como hacía tiempo que no se recordaba.
Este nuevo vigor conservador lo podemos contemplar en dos nuevas iniciativas que están teniendo un impacto innegable. Por un lado, frente a la reforma sanitaria de Obama, los tea parties se han multiplicado por toda la geografía norteamericana, confluyendo finalmente en una gran manifestación en Washington que ha sorprendido incluso a sus organizadores por la masiva afluencia que ha registrado. El liderazgo de esta iniciativa ha recaído en Freedom Works, una organización cuyo lema, “Lower Taxes, Less Government, More Freedom”, no deja ninguna duda acerca de cuáles son sus credenciales. Tras el éxito de la manifestación de Washington, acaba de aparecer el documental que, siguiendo las vivencias de cinco activistas involucrados en la manifestación, explica la historia de su gestación, organización y realización. Tea Party: The Documentary Film es un modelo de cómo se puede revitalizar un movimiento, uniendo referencias al pasado, en concreto a los momentos fundacionales de Estados Unidos, con un impacto en el presente que ya se está dejando notar. No se pierdan el tráiler, vale la pena.
Una de las claves de la campaña presidencial e Obama fue la movilización a través de las redes sociales y su esfuerzo puerta a puerta, que generó una marea de votos antes indecisos o abstencionistas. Preocupados por la delantera que los demócratas habían tomado en este campo, varios líderes conservadores (entre ellos Ralph Reed, el otrora fundador de la Christian Coalition) lanzaron en mayo de este año una nueva organización, la Faith & Freedom Coalition, volcada en la movilización de la base conservadora (esta vez no sólo evangélica, el número dos de la organización, Jack St. Martin, es un católico converso). La prueba de fuego de la Faith & Freedom Coalition han sido las recientes elecciones de Virginia y New Jersey, donde han contactado directamente con 4,5 millones de votantes. Lo han hecho vía redes sociales, marketing directo, militantes puerta a puerta y llamadas pregrabadas de líderes conservadores a favor de los candidatos republicanos. Además, han desarrollado un software, llamado Voter Track, que en base a comportamientos anteriores y encuestas de opinión clasifica la tipología del potencial votante por distritos postales, lo que es de sumo valor para seleccionar adecuadamente dónde hay que concentrar esfuerzos y gasto.
La batalla política continúa muy viva en Estados Unidos y así va a continuar en los próximos años, con victorias y derrotas para cada uno de los bandos en liza, pero la noticia es que hay partido. A pesar de lo que muchos agoreros pronosticaban, los conservadores no han tirado la toalla y hacen oír con cada vez más fuerza, y mayor organización, sus ideas. Y es que la oposición puede ser un periodo magnífico para recuperar un discurso claro y coherente, limpio de adherencias extrañas, y recuperar el liderazgo social (aunque aquí en España, una vez más, esto parezca ciencia ficción).
Fuente: Fundación Burke
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